El volumen publicado por la Editorial Cuarto Propio es esencialmente un trayecto, una dedicatoria, un diálogo con la pasión encarnada en distintas personas. A veces creo que uno siempre se enamora de lo mismo en distintas personificaciones, y que esto muta en rasgos de personalidad únicos de cada amante, en trampantojos, en guiños que nos hacen caer en esa búsqueda impulsada por diversas inquietudes. Inquietudes de múltiples índoles, que transitan en el otro y en uno mismo.
Por Pablo Fernández Rojas
Publicado el 10.10.2017
Leo a Kätlin y no puedo dejar de meterme a internet para investigar un poco acerca del país de dónde viene ella y su poesía.
Las historias de los países tienen cierto parecido; guerras, intereses políticos, religiosos e ideológicos que unen y al mismo tiempo fragmentan sociedades y geografías, ocasionando fracturas y adherencias que, de algún modo, se desplazan de una generación a otra por medio de la tradición oral, o en la sangre que recorre nuestras venas, conformando matices que devienen creencias, dogmas, identidades, posturas.
Gestos, asociaciones entre ideas, sonidos y palabras de países, regiones, ciudades, pueblos o villas, fueron, son y seguirán siendo cincelados por esa memoria colectiva que nos incumbe a toda la humanidad. El poemario “Geografía del amor” (Editorial Cuarto Propio, 2017), de Kätlin Kaldmaa, es esencialmente un viaje, una dedicatoria, un diálogo con el amor encarnado en distintas personas. A veces creo que uno siempre se enamora de lo mismo en distintas personificaciones, y que esto muta en rasgos de personalidad únicos de cada amante; trampantojos, guiños que nos hacen caer en esa búsqueda impulsada por diversas inquietudes. Inquietudes de múltiples índoles, que transitan en el otro y en uno mismo.
Me pregunto si esa búsqueda en la que tenemos la posibilidad de ceder, demandar o renunciar, ha ido tomando un ímpetu distinto a través de los tiempos. Los poemas de Kätlin, son viajes interconectados con más y más viajes. Un frasco de tinta derramado, ramificándose sobre una mesa que da hacia una ventana donde se pueden ver todos los países del mundo. En la pluma de esta poeta, escritora, crítica y traductora, aparece una distancia, una postura, que misteriosamente nos acerca a un transitar de adecuado desapego para que el ritmo de esta selección de poemas, fluya, como debe fluir un buen viaje.
Intensidad resuelta en humor, en ternura, en una invocación nostálgica y amorosa que surge del detenerse, para nuevamente habitar aquellos detalles: palabras dichas entre sábanas o a la espera de la luz verde de un semáforo cualquiera, con una intertextualidad política de importancia. Kätlin nos regala un itinerario rico en anécdotas y en descripciones.
Amantes que vienen de lugares donde el sol dibuja duraznos en sus mejillas, poetas que leen las manos de otros poetas, para encontrar en esas arrugas, gaviotas rezando, pidiendo a los cielos un pasar suave cuando se deslicen entre los vientos, o ese sujeto amoroso que se ríe de su amante, cuando se va a una isla sola, a una sencilla habitación que es casi un monasterio, donde las campanas de la iglesia suenan cada hora, donde escribe una novela y termina de tejer un suéter.
El secreto también se hace presente, de un modo sutil, en el poema «Palabras secretas de amor», una lista de deseos ocultos está hecha para ser cantada al ritmo de los latidos del corazón. Cada poema de este libro está escrito a concho. Cada poema es una historia, una polifonía que parte de una sola voz, voz poética que se hace cargo de su vulnerabilidad, desplegando forma y contenido de manera hábil y de una honestidad que el lector, sin duda, percibirá.
Este poemario, “Geografía del amor”, de Kätlin Kaldmaa, puede que se parezca a la geografía de su país, versos que parecen montañas suaves, franqueables (de hecho el punto más alto de Estonia corresponde al Suur Munamägi, con trecientos diez y ocho metros sobre el nivel del mar), con una gran cantidad de lagos y pantanos (más de mil ochocientos), donde sospecho se oculta la íntima percepción y sensibilidad poética de esta gran autora, o donde la estructura del texto, puede que se parezca a las llanuras de esa lejana tierra, o donde nos encontramos con una voz caudalosa que desemboca en distintas masas de agua, tales como el Mar Báltico, el mar de Väinameri, el golfo de Riga, el de Finlandia, el lago Peipus o el lago Võrtsjärv.
Distintos nombres para diversas formas que el agua encuentra para habitar, habitarse y ser habitada, formas de agua que a veces navegamos con quietud, y a veces con desasosiego, cuando una que otra turbulencia así lo designa o, donde podemos anclarnos o naufragar, o simplemente embarcarnos, sometidos al oleaje, que en este caso, nos llevará a una travesía inolvidable, hermosa transparente y profunda, como lo es esta maravillosa geografía de palabras, que nos aventuran por una de las rutas más misteriosa y presente en el acontecer de la complejidad humana: el amor.
Le damos la bienvenida a esta poeta y agradecemos a Marisol Vera, por este acierto editorial, felicitando a Kätleen, que ha hecho una escala en este país de loca geografía, que, comparado con los países bálticos, es como un niño de 400 años, que aún no tiene una conciencia acabada de su propia identidad mestiza, pero que no se escapa de ese invitado que llega de pronto, tarde o temprano, como dice la canción de Pet Shop Boys “Love comes quickly”.