En este filme uruguayo -que se exhibe actualmente en la Cineteca Nacional de Chile- hay una fotografía clara de nuestra sociedad contemporánea, sobre todo de los profesionales jóvenes, quienes son los que ocupan los puestos de poder, y también hay una idea para el debate: el afecto es libre, no necesita de relaciones estables y se puede entregar a quien uno quiera si así se decide.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicado el 21.7.2018
Nuestros padres y abuelos solían utilizar un dicho muy común con respecto a personas que, por ejemplo, una vez divorciadas seguían siendo amigas o que mantenían algún tipo de “relación abierta”. Ellos decían: Qué moderna esa persona. Pues precisamente ese es el sentido que posee el título de la película Los modernos.
Dirigida por Marcela Matta y Mauro Sarser, quien además actúa en el papel del personaje principal, Fausto, cuenta la historia de una pareja joven, de clase media, con ambiciones de escalar profesionalmente (Fausto no desea tener hijos pues quiere darle prioridad a sus proyectos). En el otro lado está el mejor amigo del protagonista, Martín, quien también quiere posponer la paternidad, aunque pronto su pareja le dirá que está embarazada por lo que deberá encontrar un trabajo estable. Clara, la pareja de Fausto, es productora de un programa cultural en televisión abierta. Ella lleva una vida relativamente normal, salvo sus discusiones con el padre de sus hijos, hasta que le menciona a Fausto la posibilidad de que puedan ser padres. Él se asusta con la idea y decide terminar la relación. De aquí en adelante la película tendrá cierto giro a lo que en un principio se podría haber esperado. Así, Clara experimenta teniendo una relación lésbica con la fotógrafa Ana y Fausto se proyecta con una actriz de teatro, Fernanda. Las cosas se ponen más extrañas cuando Clara tiene sexo con Fausto e inmediatamente se acuesta con Ana. Entonces, esta queda embarazada. Es aquí donde cobra mayor peso el título de la película: ¿serán tan open minded los protagonistas como para querer criar entre todos a un niño, y ser una familia?
Los modernos posee dos partes claramente identificables. La primera es excelente. Mantiene ritmo y agilidad, apoyada en diálogos efectivos y graciosos. Pues la película tiene algo de humor negro. Esta primera parte es una sátira a las típicas parejas neo-burguesas profesionales que están aburridas entre sí y ni siquiera saben por qué están juntas. Incluso se podría pensar que la película va tomado un rumbo parecido al que planteaba Lunas de hiel de Polanski: una historia de amor que comienza de forma idílica pero termina en un completo fracaso. Sin embargo, si bien los protagonistas rompen, siguen siendo amigos, sobre todo porque los une un proyecto de investigación por el cual buscan financiamiento. En este punto aparece el primer argumento sobre qué es ser moderno en cuanto a mantener una relación de pareja: “Hemos terminado pero somos profesionales y en pos de un objetivo hay que seguir adelante”.
Cuando la pareja principal tiene el quiebre, empieza una segunda parte menos ágil, mucho más reposada en la cual se pierde la frescura anterior. Una vez que Ana queda embarazada, surge el segundo argumento sobre el ser moderno, y que ya habíamos mencionado: crear una familia multiparental para darle amor a un niño.
Más allá del desacierto en cuanto a la pérdida del excelente ritmo del comienzo, lo rescatable de Los modernos es su capacidad de haber captado en forma graciosa y aguda, la vida actual de un mundo occidentalizado, donde ya no hay límites sexuales ni de compromiso. Hoy en día ya no se habla de “mi señora”, “mi mujer”, “mi hombre” y muy pronto hablar incluso de “mi pareja” sonará anticuado. La película expone que en la actualidad el amor ha cambiado. Ha evolucionado. Así, si en un artículo anterior habíamos dicho que el filme Mi mundial hablaba del éxito horizontal, ejemplificado en el fútbol, en Los modernos se toca el tema de vivir el amor en forma también horizontal. O sea, un amor que ya no es un sentimiento indescriptible y dotado de características místicas donde hay un otro que mueve al compromiso, sino una decisión altruista en pos de un objetivo mayor. Así, la sociedad actual puede ser totalmente abierta en el plano sexual pero no va a encontrar amor a menos que halle aquel objetivo. En esta película, dicho objetivo mayor, pareciera venir de la mano de la llegada de un hijo que dota a los protagonistas de una toma de conciencia sobre lo que significa amar en verdad. Quizás aquí la película pudo haber aprovechado mejor otros recursos ya que el hijo como símbolo de la salvación existencial de una pareja es demasiado telenovelesco y por ende, poco creíble.
No obstante, hay una fotografía clara de nuestra sociedad moderna, sobre todo de los profesionales jóvenes, quienes son los que ocupan puestos de poder, y hay una idea para el debate: el amor es libre, no necesita de relaciones estables y se puede entregar a quien uno quiera si así se decide.
Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.
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