El presente montaje -exhibido esta temporada en dependencias de Matucana 100-, posee una profundidad que socava los límites de la racionalidad, representada a través de un dinamismo dialógico en que los actores demuestran su quehacer escénico, y la escenografía es precisa y acotada a los elementos simbólicos necesarios para intentar explicar lo inexplicable. Sin duda Breier ha dirigido magistralmente una pieza teatral que debiese ser una de las más destacadas del año.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 23.7.2018
¿Qué es lo prohibido?:
«La sociedad no prohíbe más que lo que ella misma suscita».
Lévi-Strauss
El presente montaje dirigido por Heidrun Breier, quien los últimos años ha generado toda una propuesta desde donde concibe el quehacer teatral en obras tales como Delirio, Marx y Banal, evidencia su sello de autor en una realización escénica por el dinamismo de los diálogos que van entretejiendo un relato conmovedor, sórdido y siempre exigente en cuanto al trabajo actoral desplegado por el elenco compuesto por Néstor Cantillana, Macarena Teke, Álvaro Espinoza y Gonzalo Muñoz, cuyas voces y corporalidades se ven tensionadas por el controvertido relato de abuso que van ensamblando.
Esta obra fue escrita por la dramaturga suiza Katja Brunner quien gracias a esta obra ganó en el 2013 el premio del Festival Mülheim. Se trata de una obra controversial, que golpea las convenciones éticas y morales de la sociedad, una obra que cuestiona el tabú del incesto para mostrar una perspectiva alterna al abuso sexual infantojuvenil. Una puesta en jaque sobre qué es lo “normal” o “aceptable” en las relaciones filiales, específicamente, en el vínculo que se establece entre un padre, una madre y una hija. En este sentido, el montaje tensiona los fundamentos básicos que rigen a las relaciones parentales, brindando una visión intimista desde la perspectiva de la víctima (¿victimaria?), la cual no solo podría ser analizada desde el psicoanálisis freudiano y el complejo de Electra, en donde se explica que la hija en cierto estadio de desarrollo psicoemocional siente una atracción afectiva hacia su padre, a quien ve como objeto de sus deseos, en contraposición a su madre, a quien percibe como una semejante femenina tanto como una enemiga por ser el objeto del deseo masculino del padre. Esta situación gatilla el impulso libidinal de la hija hacia la figura paterna, quien desde la norma moral, ética, e incluso el “sentido común”, recibe estas manifestaciones afectivas como lo que son, los primeros impulsos emocionales de su hija hacia su padre, quien se lo devuelve en forma de protección y cobijo, las más de las veces.
Sin embargo, en Demasiado cortas las piernas el padre no recibe paternalmente el afecto expresado por la infante, sino que por el contrario, lo recibe desde una posición masculina deseante. De ahí entonces que tal afecto se desvirtúe e incluso se desvíe al provocar en el padre deseos sensuales y sexuales para con su hija. Él no la ve como una bebé o niña, sino como una mujer en el cuerpo de una, así es como lo percibe ésta, quien se siente objeto del deseo de su padre sin comprender a ciencia cierta las implicancias que este vínculo afectivo contiene.
¿Cómo representar el abuso en escena? La obra se propone un ejercicio performativo en donde un grupo de individuos – quienes podrían ser médicos, abogados, investigadores, o simplemente actores en un ejercicio teatral – discuten sobre las distintas circunstancias que acaecieron en torno al abuso y/o relación incestuosa de un padre con su hija, hecho que tuvo como consecuencia un embarazo y el suicidio de aquél. Ellos relatan trazos de esa historia, uniendo cabos sueltos y ensamblando las piezas considerando las distintas situaciones y focos de la cuestión. Las perspectivas representadas son la de la hija y la madre, en ningún momento se conocen los pensamientos ni sentimientos del padre. Esta elección resulta singularmente importante, ya que se dan a conocer solo los efectos y reacciones que el actuar del padre-esposo produjeron en las mujeres, no se realiza una “apología” del abuso ni una incitación a normalizarlo, sino que, por el contrario, se problematizan tanto las circunstancias como las pulsiones que giran en torno a ese hecho: cómo actuó o qué actitud debió tener la madre, qué pensaba y por qué pensaba aquello la hija. Se trata, entre otras cosas, de analizar el modus operandi del incesto, develando los engranajes que lo sustentaron sistemáticamente, en un ejercicio performativo que bien podría asemejarse al que realiza un detective frente a la escena del crimen, tipo CSI, en donde las especulaciones dan lugar a un sinnúmero de posibilidades para comprender cómo y por qué un padre pudo enredar a su pequeña hija – recién nacida – en una relación afectiva de índole sensual y sexual.
“Demasiado cortas las piernas” entrega una mirada perturbadora sobre el abuso sexual infantojuvenil, en donde la infancia aparece trastocada por la perversión de la paternidad – y en cierto sentido también de la maternidad – en un juego de luces y sombras en que la posición de la “víctima” no parece ser unívoca. Se trata de una realización escénica provocadora e incisiva que advierte sobre la monstruosidad que se puede alojar en la normalidad, a la vez, es un montaje que golpea el conservadurismo, las omisiones y los silencios de la clase media aburguesada, en donde estos temas se esconden bajo el tapete o se normalizan hasta el absurdo.
Una mirada similar sobre el asunto encontramos en la antología de relatos No aceptes caramelos de extraños, de la escritora chilena Andrea Jeftanovic, quien en “Árbol genealógico” propone una vuelta de tuerca sobre el tema del abuso y evidencia el lado más sórdido de la psicología humana, pues es una niña la que comienza a seducir a su padre y lo incita a comenzar una nueva genealogía. En Demasiado cortas las piernas, sin embargo, lo que puede ser una muestra de consentimiento e incluso deseo libidinal de parte de la hija hacia el juego sexual llevado a cabo por el padre, no es más que manipulación y confusión de la reciprocidad afectiva del vínculo filial, pues no se trata de que la pequeña niña haya seducido al padre intencionalmente (¿o sí?), sino que es el padre quien carga de simbolismo sensual los gestos de la pequeña en una perversión que se vuelve monstruosa al involucrar el tabú del incesto. Lo que para el padre es un cuerpecito que invita al deseo, para la hija es el deseo de sentirse cobijaba, amada, acompañada – en ausencia del vínculo afectivo maternal, ya que su madre desde su nacimiento se sintió distante de ella –, por lo cual la hija busca refugio en la figura paterna, quien desvirtúa ese deseo y lo transforma en un impulso libidinal erótico. No obstante, la carga emocional resulta tan potente y sórdida, que el padre finalmente no tiene otra escapatoria que el suicidio, un suicidio ejecutado frente a la niña, a quien culpa de los hechos con una lapidaria frase: “Fuiste tú”.
Demasiado cortas las piernas es un cuento de hadas fatídico en donde la pequeña princesita no pudo escapar de la aberrante genealogía que alumbraría con su progenitor. En donde las piernas cortas no fueron capaces de correr, y por el contrario, atrajeron al depredador. En donde las piernecitas no pudieron si quiera tocar el suelo.
Finalmente, el presente montaje presentado esta temporada en dependencias de Matucana 100, posee una profundidad que socava los límites de la racionalidad, representada a través de un dinamismo dialógico en que los actores demuestran su quehacer escénico, y la escenografía es precisa y acotada a los elementos simbólicos necesarios para intentar explicar lo inexplicable. Sin duda Breier ha dirigido magistralmente una obra que debiese ser una de las más destacadas del año.
Ficha artística:
Autora: Katja Brunner / Traducción: Carla Imbrogno / Dirección: Heidrun María Breier / Elenco: Macarena Teke, Néstor Cantillana, Gonzalo Muñoz y Álvaro Espinoza / Cantante: Felipe Pérez / Diseño integral: Toro / Diseño sonoro: Pablo Aranda / Diseño gráfico: Javier Pañella / Fotografías: Alexis Mandujano / Producción: Inés Bascuñán.
Sala: Espacio Bunster.
Funciones: Jueves 12 de julio al 5 de agosto de 2018, jueves a sábado, a las 21:00 horas, domingo, a las 20:00 horas.
Valores de las entradas: $6.000 General y $3.000 Estudiantes, tercera edad y jueves popular.
Centro Cultural Matucana 100
Dirección: Avenida Matucana N° 100, comuna de Estación Central, Santiago
Tráiler:
Crédito de las imágenes destacadas: Centro Cultural Matucana 100