Esta novela es un claro ejemplo del genio narrativo del autor, quien ha construido una historia en la que se muestra sobre todo la dimensión más siniestra y vil de la condición humana, con tanta astucia, sabiduría y elegancia como pocos escritores pueden hacer. No en balde su creador se convirtió en el maestro de los novelistas latinoamericanos del Boom: basta recordar que tanto Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, José Donoso, como Gabriel García Márquez se declaraban deudores de sus obras.
Por Sergio Inestrosa
Publicado el 4.9.2018
El sur de Estados Unidos es un mundo aparte, lugares como Alabama, Mississippi, Tennessee presentan problemas que no nos son ajenos en América Latina: pobreza, marginación, discriminación, dogmatismo político y religioso, entre otros. Es en esta realidad de marginación en que brilló con luz propia el escritor estadounidense William Faulkner y su riqueza narrativa nos enriqueció a todos. Basta recordar que tanto Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Gabriel García Márquez se declaraban deudores de sus obras.
Mario Vargas Llosa, escribió en el 2013 en el periódico español El País que la novela Alumbramiento debería de traducirse más que Luz de agosto durante ese mes en particular, pues trata del nacimiento del hijo de Lena Grove y del borrachín Lucas Burch. Yo no estoy de acuerdo: creo que la luz del verano, del mes de agosto específicamente, juega un papel importante en el argumento de esta obra.
La trama de la novela se puede resumir de la siguiente manera; hay dos hilos conductores en ella; el primero narra la historia de Lena Grove que hace un viaje en busca del hombre que la dejó embarazada, un tal Lucas Burch, un sujeto despreciable, borrachín e irresponsable. La historia ocurre en un periodo de unas ocho semanas, desde que Lena salió de Alabama y entra a Tennessee, al final de la novela. El segundo tema es la historia de la atormentada existencia de Joe Christmas, un mulato, que termina siendo linchado por un racista ultranacionalista llamado Percy Grimm, quien está convencido de que la raza blanca es superior a todas las otras razas y que la de Estados Unidos en especial es superior a todas las otras razas blancas del mundo. A Christmas se le acusa de haber asesinado a una mujer, con la que cohabitaba, pero no está claro que él la haya matado.
El ambiente en que ocurre la historia y en el cual nace el hijo de Lena, y en el que muere Christmas es un mundo en los márgenes de la civilización estadounidense, una tierra pobre, xenófoba y salvaje que no ha cambiado mucho, pues hoy día en está zona pervive no solo un fanatismo religioso, sino que aún está embebida de prejuicios raciales y de género. No olvidemos que el KKK nació en esta zona y que el Sur profundo es una de las zonas donde tiene más apoyo Donald Trump, el actual presidente de los Estados Unidos.
Si bien la esclavitud ha sido abolida legalmente en el Estados Unidos, no así la mentalidad que la sostiene; en la novela (y muchas veces en la vida diaria) la idea de la esclavitud sigue vigente, en las costumbres, en el lenguaje cotidiano, en el desprecio y en la marginación de las minorías. Lo mismo ocurre con la cultura patriarcal, donde la mujer es tenida no solo como un ser inferior sino que además es considerada como peligrosa pues arrastra al hombre al pecado.
Volviendo a la novela, no es ni la política ni la codicia lo que más envenena la vida de las gentes en la sociedad donde el mulato Joe Christmas padece la maldad de los otros, es el peso de una visión legalista de la religión, donde Dios es visto como un castigador, incapaz de perdonar las flaquezas de la carne. Así, el padre adoptivo de Christmas, quien lo rescató del orfanato donde lo abandonó su abuelo, el fanático Mr. McEachern, le hace aprender el catecismo a latigazos y quiere, además, inculcarle que Dios creó a la mujer —esa Jezabel— para tentar al hombre, hacerlo pecar y condenarse al infierno, una idea generalizada entre los pobladores de Jefferson, la capital del condado.
Como bien afirma Mario Vargas Llosa, al igual que la religión, el sexo es en el mundo puritano de Luz de agosto algo que atrae y espanta al mismo tiempo, una manera de desfogarse de ciertos humores destructivos que turban la conciencia, de ejercer el dominio y la fuerza contra el más débil, de abandonarse al instinto con la brutalidad ciega de los animales en celo. Nadie goza haciendo el amor, no hay erotismo en la novela y nadie siente el sexo como una manera de enriquecer la relación con la pareja, sino más bien como una forma de someter al otro.
Esta novela es un claro ejemplo del genio narrativo de Faulkner que ha construido una historia, en la cual se muestra sobre todo la dimensión más siniestra y vil de la condición humana, con tanta astucia, sabiduría y elegancia como pocos escritores. No en balde Faulkner se convirtió en el maestro de los novelistas del Boom latinoamericano.
Al terminar de leer la novela, el lector saldrá conmovido, turbado y ojalá también sensibilizado y mejor instruidos sobre nuestros demonios, sobre lo que somos y hacemos.
El pesimismo de Faulkner no se aleja demasiado de lo real y el sur estadounidense sigue siendo faulkneriano en lo que concierne a la pobreza, la marginación, la religión y los prejuicios raciales (que en este momento tienden a aumentar).
Por desgracia, 86 años después de publicada la novela Luz de agosto, una parte de la sociedad estadounidense se empeña en parecerse a la pequeña sociedad descrita por Faulkner: una sociedad de verdugos y de víctimas.
Quiero terminar el texto con la afirmación de Mario Vargas Llosa quien dice: “Sólo hay un placer más grande que leer una obra maestra y es releerla”.
Ojalá los lectores se atrevan a leer o a releer esta novela de extraordinaria belleza. Quien lo intente, no saldrá decepcionado en lo más mínimo.
Sergio Inestrosa (San Salvador, 1957) es profesor de español y de asuntos latinoamericanos en el Endicott College, Beverly, de Massachusetts, Estados Unidos.
Imagen destacada: El escritor norteamericano William Faulkner (1897 – 1962).