La autora nos conduce por caminos que me recuerdan escritos coloquiales, lo cotidiano llevado a la poesía, ese paralizarse en el tiempo y contemplar lo que nos pasa: “La razón de buscar significados a los sueños es tener una coartada para contarlos”.
Por Miguel Alvarado Natali
Publicado el 27.09.2917
Con una poética muy particular, la chilena Carmen Avedaño Subercaseaux (1976), nos presenta el poemario “Nada significa nada” (2017) editado por Libros del Perro Negro, donde hace un juego casi filosófico en sus estrofas de pocos versos, de buen ritmo en la propuesta de temáticas, las que van desde una visión del entorno natural: “El rebaño de nubes no teme cruzar la carretera”. Y el personal: “Todo fuera como quitarse la vida. Yo preferiría quitarme la muerte”. Pasando por la gran interrogante de la existencia de Dios, que a lo largo de la historia -sobre todo de los grandes filósofos-, se ha planteado como una necesidad implícita en el ser humano y que ha requerido respuestas.
No es que Dios exista porque alguien tuvo
que crear el mundo.
Es la idea de un mundo creado
Lo que justifica la existencia de Dios.
Y esta forma no sé si de gran originalidad de presentar cortos poemas como diccionario, que dista mucho de ser algo semejante a lo que Neruda escribió en varias de sus obras, como por ejemplo:
Farmacia, iglesia de los desesperados, con un pequeño Dios en cada píldora.
Gallo, mariscal del mar.
Aire, incansable rey del cielo.
Araucaria, llanto erizado, eternidad del agua.
Átomo, fruta terrible de eléctrica hermosura.
Ahora bien, la autora se atreve y sin duda le resulta, eso sí, discretamente este lanzar palabras con un significado o una respuesta atrayente y en una diversidad de los versos como los que vienen a continuación.
Poeta: escritor que no pierde el tiempo
El beso: reliquia del impulso en los primeros meses de vida por llevarse el mundo a la boca.
Cinismo: afición patológica a la imagen en movimiento.
También: fase terminal de la honestidad.
Pornografía: oficio grupal de los cuerpos y solitario de los corazones.
Tu cuerpo: una pregunta a la noche.
Tu nombre: delator temblor que aflora en mi boca.
El box: dos verticales tratando de convertir a la otra en horizontal.
En Choc: estado de alteración que orilla a ingerir cantidades de cacao.
Carmen Avendaño nos conduce por caminos que me recuerdan escritos coloquiales, lo cotidiano llevado a la poesía, ese detenerse en el tiempo y contemplar lo que nos pasa: “La razón de buscar significados a los sueños es tener una coartada para contarlos”, pero va más allá cuando se enfrenta a su propio espacio citadino y escribe: “Se renta apartamento con vista al fin del mundo”, “ El mundo tiene buen lejos”, “La cerradura es una apertura en la puerta que es una cerradura”, «Cada vez que firmas algo pagas el crédito por tu nombre”. Dicen que poesía sin amor y sin pasión, no es poesía y ella lo sabe: “El amor no sólo se hace cuando se hace el amor, pero siempre se hace o se deshace cuando se hace el amor”, “Soy el objeto sujeto de su deseo”, “Cuando me di cuenta que habías llegado, ya estabas dentro de mí”.
Este poemario fue de menor a más y hay que dar segundas lecturas para descubrir el razonamiento de esta escritora, que seduce con la brillantez de los antes mencionados versos, que por cierto, si le sumamos la última oración, que perfectamente podría ser de Parra, pero es de Avendaño: “Lo violeta no quita lo Nicanor”, hay que decir que estamos ante una poetisa que debería sorprendernos en el futuro.