Esta de una obra literaria del género político, y para eso su autor -que obtuvo el premio Goncourt 2017- hizo una detallada documentación, recopilando archivos, datos, anécdotas y hasta citas de los personajes históricos involucrados en la ascensión de Adolf Hitler al poder del Reich alemán a comienzos de 1933. El volumen se acaba de publicar en castellano gracias a Tusquets Editores.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 10.9.2018
El orden del día, de Éric Vuillard, premio Goncourt 2017, es un espléndido estudio sobre las repercusiones, a larga escala, que provocan ciertos hitos históricos; hitos hasta arbitrarios. En este caso se trata de una serie de empresarios, cuyas divisas siguen en pie, que apoyaron monetariamente el régimen nazi, donando plata directamente a Hitler.
Vuillard comienza su narración haciendo un diagnóstico general respecto a la trivialidad en la que acontecen, muchas veces, grandes cambios: “Pese a todo, la mayoría pasó la mañana arrimando el hombro, inmersa en esa gran mentira decente del trabajo, con esos pequeños gestos donde se concentra una verdad muda, decorosa, y donde la epopeya de nuestra existencia se reduce a una pantomima diligente. Así, el día transcurrió apacible, normal”, comenta, refiriéndose al status quo que acompaña la impresionante reunión. Al mismo tiempo, Vuillard, cuyo estilo mezcla opinión, observación política y sociológica, advierte de los alcances de su proyecto: “La literatura, según dicen, lo permite todo. Por lo tanto, yo podría hacerles dar vueltas hasta el infinito [en una escena dada]… El tiempo de las palabras, compacto o líquido, impenetrable o espeso, denso, dilatado, granuloso, petrifica los movimientos, hechiza y aturde”.
Con esta conciencia de “fabricación” Vuillard cita a sus personajes (históricos) para hacer un paneo histórico, y para identificar determinadas conductas que, idealmente, podría alentar a evitar ciertos errores en algún futuro. La voz narrativa en “El orden del día” se permite un temperamento, y en realidad sería difícil mantener una cordura al trabajar con materiales tan explosivos. Así, en muchas oportunidades Vuillard da rienda suelta a imágenes que nos hablan de su frustración, cierta rabia. A veces con ironía, a veces con pasmo, su pluma nos interpela. Al referirse a los empresarios, por ejemplo, utiliza una mirada antropomórfica: “Los veinticuatro lagartos se alzan sobre las patas traseras y se mantienen bien erguidos”.
Son estos empresarios los que, al igual que las cicatrices que han quedado, siguen reinando gracias a su legado ya asimilado socialmente, pues “las empresas no mueren como los hombres. Son cuerpos místicos que no perecen jamás”. No mueren, al contrario, proliferan: “Esa reunión del 20 de febrero de 1933, que cabría calificar de momento único en la historia patronal, de compromiso inaudito con los nazis, para los Krupp, los Opel o los Siemens no es más que un episodio bastante habitual en el mundo de los negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al régimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios”.
“El orden del día” es una novela política, y para eso Vuillard hizo una detallada documentación, recopilando archivos, datos, anécdotas y hasta citas de Hitler. Lo que vemos acá son los “andrajos repulsivos de la Historia”, focalizados en este momento crítico donde Hitler “vocifera en un alemán muy próximo a la lengua inventada más adelante por Chaplin, compuesta de imprecaciones…”. La convicción de Vuillard le hace compartir observaciones como la siguiente: “Es curioso cómo, hasta el final, los tiranos más convencidos respetan vagamente las formas, como si quisieran dar la impresión de que no se saltan por las buena los trámites administrativos mientras transitan abiertamente por encima de todas las normas. Se diría que el poder no les basta, y que experimentan un placer suplementario obligando a sus enemigos a cumplir, por última vez, los rituales del poder que ellos mismos están dinamitando”.
Algo muy hermoso es la forma en la que Vuillard interpola casos marginales, como el de Louis Soutter, quien, a través de sus pinturas, paralelamente documenta el terrible signo de los tiempos. Este prisma cultural le da más vuelo a la novela: referencias como la de Günther Stern (casado inicialmente con Hannah Arendt), también nos ofrece una panorámica más amplia del conflicto, para ver un espectáculo de alta gradación. El relato de Stern (Alders) es irónico testimonio que permite ver la Historia como teatro, como circo. Y el mensaje final es clarísimo: “No pensemos que todo esto pertenece a un lejano pasado”.
Nicolás Poblete Pardo es escritor, periodista y PhD en literatura hispanoamericana por la Washington University in St. Louis, Estados Unidos. En la actualidad ejerce como profesor titular de la Universidad Chileno-Británica de Cultura, y su última novela publicada es Concepciones (Editorial Furtiva, Santiago, 2017).
Crédito de la imagen destacada: Éric Vuillard, por El País (https://elpais.com/).