El montaje dura dos horas, tiene cuatro actos donde sobresale la escenografía: tenemos lluvia, pastizales con ovejas bien pintadas y campos de trigo. A excepción de los chubascos, los actores no se relacionan de forma verosímil con la puesta en escena, ni siquiera la miran. Es como si ésta fuera sólo un adorno y no cumpliera un rol importante dentro de la pieza.
Por Eduardo Taylor
Publicado el 29.09.2017
En el centro cultural CorpArtes se está presentando la obra de teatro “El tío Vania” escrita originalmente por Antón Chéjov y dirigida en su estreno por Konstantin Stanislavski. El montaje es un trágico realismo ruso que relata la miseria existencial de una familia de hacendados que se dedica a la monótona vida del campo.
El tío Vania y su sobrina Sonia son los héroes trágicos del relato. Ellos han dejado de lado sus sueños juveniles por complacer al cabecilla de familia, Alejandro, un octogenario profesor universitario. Este hombre es un psudointelecual, no trabaja, y está casado por segunda vez con una veinteañera a la que todos desean.
El montaje es una versión chilenizada escrita por Rafael Gumicio y dirigida por Álvaro Viguera. En el elenco tenemos a: los actores Marcelo Alonso, Antonia Santa María, Sergio Hernández, Gloria Münchmeyer, Antonia Zegers, Jaime McManus, Verónica García-Huidobro y Manuel Peña.
El texto de Chéjov da para mucho, pero los actores interpretan sus personajes de forma monótona, sin ritmo, como si fuera televisión y no teatro. Es verdad que el realismo ruso es de por si un estilo lento. Recordemos las novelas de Dostoievski, donde hay páginas y páginas de descripciones en las que la trama no avanza. Pero eso no hace a Dostoievski poco estimulante.
Por lo mismo, el actor de teatro debe llamar la atención del público. Los movimientos tienen ritmo, si es necesario se exageran, cada personaje utiliza el espacio de una forma particular. El hablar del actor no es el mismo que se utiliza en la vida cotidiana o en otras producciones, es un cantar. Tristemente en la obra pareciera que los actores pensaran que son filmados por una diversidad de planos cinematográficos como sucede en una telenovela. Pero esto es teatro, no es televisión.
El montaje dura dos horas, tiene cuatro actos donde destaca la escenografía: tenemos lluvia, pastizales con ovejas bien pintadas y campos de trigo. A excepción de los chubascos, los actores no se relacionan de forma verosímil con la puesta en escena, ni siquiera la miran. Es como si ésta fuera sólo un adorno y no cumpliera un rol importante dentro de la pieza.
El texto de Chéjov es un relato trágico con una finalidad ética: No hay que cambiar nuestros sueños de trascendencia por llevar una vida común y corriente. Por ese motivo el autor ruso nos muestra a un grupo de hombres y de mujeres que están muertos en vida, esperando y expectantes por algo que no llegará, inmersos en la miserable rutina del trabajo.
Lamentablemente la dirección del montaje apostó más por mostrar chistes, por actores conocidos sin ritmo teatral, antes que por abarcar el carácter ético de la historia. Todo lo anterior dificulta enormemente la compasión en el espectador hacia los personajes.
Puede ser que el público aplauda porque la obra es buena, porque la escenografía está bien realzada, porque es “Chéjov” o quizás porque es interesante ver a un rostro conocido de la televisión chilena en vivo. Pero nadie llora por Vania, sabemos que no es Vania, es Marcelo Alonso y nunca un campesino melancólico, quien sufre por el deterioro de la existencia.
Bien lo dice Konstantin Stanislavski -el director original de este montaje que se estrenó hace 100 años- en su libro “El trabajo del actor sobre sí mismo en el proceso creador de la encarnación”:
“Hay un tipo de actores, también fuertes en cuanto a la técnica y el estereotipo, que no son ellos mismos, no elaboran personalmente nada para ellos mismos, sino que son imitadores de todas las épocas y todos los pueblos. Ellos también preparan la caracterización y la encarnación según un ritual sumamente convencional. Saben cómo se «representa» cada papel del repertorio universal, por cuanto lo han subordinado a un patrón fijado de una vez para siempre. Sin esto no podrían interpretar casi trescientos sesenta y cinco papeles por año, cada uno con un solo ensayo, como se practica en algunos teatros de provincia… Si hay entre ustedes alguien inclinado a seguir ese peligroso camino del mínimo esfuerzo, que desconfíe de él, ahora que está a tiempo”.
Ficha técnica:
Autor: Antón Chéjov
Adaptación: Rafael Gumucio
Dirección: Álvaro Viguera
Elenco: Marcelo Alonso (Vania), Antonia Santa María (Sonia), Sergio Hernández (Aleksandr), Gloria Münchmeyer (María), Antonia Zegers (Elena), Jaime McManus (Ástrov), Verónica García-Huidobro (Marina), Manuel Peña (Teleguín)
Producción General y Ejecutiva: Antonia Santa María
Asistencia de Dirección: Nicole Sazo
Asistencia de Producción: Alessandra Massardo
Diseño de Escenografía y Vestuario: Daniela Vargas
Diseño de Iluminación: Andrés Poirot
Composición Musical: Marcelo Vergara
Fotografías: Estudio Schkolnick
Funciones: Desde el 29 septiembre hasta el 15 de octubre de 2017
Horario: Viernes y sábado a las 20:00 horas, domingo a las 19:30 horas
Dirección: En CorpArtes (Rosario Norte 660, nivel -2, Las Condes, Santiago).
Precios de las entradas: De $8.000 a $20.000
Función escolar
Cuándo: Miércoles 11 de octubre
Horario: 11:00 horas
Dónde: En CorpArtes (Rosario Norte 660, nivel -2, Las Condes, Santiago)
Valor de las entradas: $4.000
Crédito de las fotografías: Natalia Núñez, de la Fundación CorpArtes