Un análisis socio-político a la cinta argentina de época -la más vista del presente año en su país- y que se mantiene intacta en la cartelera nacional. Protagonizada por los jóvenes Lorenzo Ferro y Chino Darín, y ambientada a comienzos de la década de 1970, supone la consolidación artística para su realizador, en una rescatable conjunción de belleza audiovisual y de dotes interpretativos por parte de su rol y actor principal.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 17.9.2018
Bajo la melodía de El extraño del pelo largo, interpretada por La Joven Guardia ( letra de Roque Narvaja, 1968, y reeditada por Los Enanitos Verdes en 1987 ) se va desarrollando la historia del ladrón bonaerense que asesinó a 11 personas y cometió 40 robos. Es la película argentina más vista de este 2018. Todavía Carlos Robledo Puch sigue siendo hoy el preso trasandino que más ha permanecido en la cárcel, dada la alta condena que recibió. Es una cinta divertida a veces, como nos parecen divertidas o “emocionantes” las revoluciones o las guerras, cuando no se consideran las víctimas. Una obra que cautiva y donde la mirada del director sigue a un muchacho rubio y afeminado que viste a la moda, pareciendo incapaz de producir el daño que hace realmente.
Nuestro “Rey” siguiendo la letra de la canción, refleja esa distancia entre él y los demás, y de eso trata este largometraje, mientras resuena:
Vagando por las calles, mirando la gente pasar
El extraño del pelo largo sin
Preocupaciones va.
Hay fuego en su mirada y un poco de satisfacción
por esa mujer que siempre quiso y nunca pudo amar
Jamás, jamás.
Inútil es que trates de entender o
Interpretar quizás sus actos, él es un rey
Extraño un rey del pelo largo.
Así se forja el guion de una obra que en Chile habríamos llamado simplemente “el Rucio”, y que deconstruye nuestra relación entre la belleza y la bondad. Carlitos Robledo, interpretado por Lorenzo Ferro, nos muestra a un joven de 17 años donde su pelo rubio ensortijado, sus formas afeminadas, escondían una total trasgresión, ausencia de culpa, y una realidad paralela, donde el sentimiento de culpa es inexistente como en los dioses griegos y en el superhombre de Nietzsche. En suma, bajo esa belleza hay una maldad más intensa que la habitual, ya que no reconoce el remordimiento. Y su maldad es como la lluvia, aleatoria pero intensa.
Acompañada de una hermosa banda musical, y una cuidada reconstrucción de época, donde el trasfondo del régimen militar argentino (comienzos de los ’70) y su combate contra los montoneros sigue su derrotero, tenemos una micro historia. Un muchacho (cuyo padre Héctor Robledo es interpretado por el actor chileno Luis Gnecco) y quien desde pequeño roba y engaña. Pequeñas cosas, que le hacen un maestro del hurto, paseándose por las casas ajenas con naturalidad, tomando “prestado” motos, joyas o similares, que luego regala. Muchacho que no presta interés por el estudio y que constituye el hurto en el preámbulo de artes mayores del delito.
En ese contexto, y el de sus problemas escolares, se vincula en la escuela industrial a donde ha decidido mudarse, con Ramón Peralta (Chino Darín), estudiante que viene de familia de delincuentes. Una relación extraña y de mutua atracción sexual. Su ingreso a la familia de Peralta –en la vida real la familia de Jorge Ibáñez-, rompe también con las reglas de ellos. Pronto lo descubrirán cuando roben el arsenal de una armería, y deban reducir las piezas en cantidades más grandes que las habituales. De ahí al robo de piezas de joyería y de arte y de su primer asesinato hubo poco trecho, como evolución natural en un joven de 17 años que inicia su carrera criminal.
Convertido en un bello asesino, su apariencia feminizada abre paso a la plena expansión de su veta bisexual. Ya no solo tiene una novia, sino que también cultivó una relación con su principal cómplice, en el que abundan los celos y las recriminaciones. En este panorama las mellizas Marisol y Madgalena (Malena Villa por ambas) novias de ambos, son un aspecto nunca bien resuelto, debido a que jamás constituyen núcleos propios, cultivándose en la casa de Ramón -un ambiente disfuncional- toda suerte de afectos.
Mientras en la familia del delincuente hay cosas que no hacen, y él las viola, en su propia familia impone a los reparos morales del padre la contundente frase de yo gano más que tú. Aunque se entierre el dinero, es evidente que el dinero desborda, y se agolpa en el piano, en el jardín y seguramente en el sofá. Los atribulados padres de Carlos (Aurora, Cecilia Roth) y Victor, contrastan con la naturalidad de la situación con los papás de Ramón (Ana, Mercedes Morán y José, Daniel Fanego) ambos bien delineados.
Es increíble como un asesino tan frecuente por dos años solo fue detenido en una revisión contra la guerrilla, pero nunca por investigaciones criminales. De esa detención por tránsito, salen del embrollo mediante la protección de otro oficial que pide favores sexuales al otro cómplice.
Carlos en alemán significa “hombre libre”, le recuerda el padre de Rodolfo a nuestro antihéroe, mientras los asaltos se multiplican y las cosas se salen de control. Tanto que por celos asesina a su Ramón mientras conduce. Para entonces, el origen del dinero ya es demasiado visible, y nuevos golpes terminan en fracaso, y en un cómplice ocasional desfigurado por un soplete.
Cuando sobreviene la investigación queda en evidencia que intenta negociar su testimonio. Fiel a su carácter, escapa desde la enfermería de la detención, y luego es hallado por su testimonio telefónico, mientras el director imagina que está bailando su canción preferida. Quiero detenerme en esa escena final (situada en 1972) que es épica y rebelde al mismo tiempo. El sistema, que ha sido incapaz de detectarlo siquiera, ahora requiere en la casa abandonada de su cómplice, un montón de soldados y policías para reducirlo. La imagen se detiene ahí, y hacer suponer en la imaginación un final épico para el “ángel”. Pero él no es Pablo Escobar. Se entrega en la realidad, pero Luis Ortega congela la imagen en la inminente captura a los 20 años del “veterano” delincuente. Curioso que una escena, épica en un guión que es tragicómico, sea la que más se retenga además por su gran belleza visual, y que nos sugiere que el director trata a un delincuente como un libertario.
El ángel. Dirección: Luis Ortega. Guión: Luis Ortega, Rodolfo Palacios, Sergio Olguin. Fotografía: Julián Apezteguía. Reparto: Chino Darín, Lorenzo Ferro, Mercedes Morán, Daniel Fanego, Luis Gnecco, Peter Lanzani, Cecilia Roth, Willian Prociuk y Malena Villa. Argentina-España, 2018. 117 minutos.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
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