La prosa de la escritora caribeña es suave, contenida y exacta. Sin mayores pretensiones la narradora centroamericana construye una historia íntima, en donde la necesidad y el deseo del otro definen, finalmente, el devenir de cada uno de los personajes de la trama.
Por Francisco García Mendoza
Publicado el 28.9.2018
La cubana Liany Vento (Santa Clara, 1982) publica en 2017 la novela que lleva por título Algo de sangre con Ediciones Áncoras de Nueva Gerona en la Isla de la Juventud. Entre sus publicaciones anteriores destacan Close up (Sed de Belleza, 2010), El olor de los fulanos (Letras Cubanas, 2013) y Nubes (Ediciones La Luz, 2014). También ha sido merecedora de los premios Fotuto (cuento, 2007), Ciudad del Che (poesía, 2011), Pinos Nuevos (cuento, 2012) y Celestino (2013).
En Algo de sangre la narradora es una joven muchacha a cargo de una librería junto a su amiga Verena. El texto abre desde la ausencia y la necesidad, pues Ve se ha marchado y la protagonista desea fervientemente su regreso. Ambos personajes funcionan como contraste y complemento del otro, Ve es fuerte y se sobrepone al miedo; ella, en cambio, es tímida y cobarde. De cierta manera la protagonista proyecta en Ve lo que quiere ser y no puede: “Si no puedes enfrentarte a una rana, ¿cómo piensas enfrentar a un criminal en caso de que alguno quiera hacernos daño un día?” (11). Incluso cuando Verena la invita a viajar a La Habana, ella se excusa, aduciendo que no le gusta la idea de dejar su lugar, su espacio de seguridad.
Ve es soñadora y atrevida; ella, en cambio, no se aventura fuera de su zona de confort: “Ve se inclina sobre la mesa y me da un beso en la frente. Hace eso muchas veces. Por momentos me parece que va a besarme en la boca y el pecho se me aprieta, pero luego se relaja. Y es que me preocupa qué puede pasar si nos besamos de forma distinta. Tengo miedo de lo que venga después, y sobre todo de que sea un desastre. Nuestra vida va tan bien que no quiero cambios” (32).
En uno de sus libros, la escritora chilena Pía Barros menciona que la amistad está siempre contaminada por el deseo del otro, por la posesión del otro, y eso es justamente lo que Liany Vento trabaja en la relación de estas dos mujeres. Hay cierta tensión entre ambas, una intimidad que a veces tira hacia un lado, pero la cubana opta por no transgredir esa barrera y el gesto es, de cierta manera, coherente con la actitud de la protagonista de no arriesgarse a explorar nuevas posibilidades: “Me gustaría explicarle a alguien que nada de esto tiene una connotación sexual. No sabía qué tipo de connotación, pero no quiero besarla, ni tener sexo con ella. Quiero estos roces y esta cercanía, solo eso me basta para sentirme plena” (30).
Esta intensa y contenida relación se pone en entredicho cuando aparece un tercero, un hombre misterioso del que ambas elucubran una biografía y con el que Ve pareciera obsesionarse. La pareja se fractura con esta intromisión, pues Ve desvía su deseo hacia el sujeto al que la protagonista teme y del cual sospecha un secreto oscuro. Lo anterior desatará una serie de consecuencias que terminará por darle forma al desenlace del libro.
La prosa de Liany Vento es suave, contenida y exacta. Sin mayores pretensiones la cubana construye una historia íntima, en donde la necesidad y el deseo del otro definen, finalmente, el devenir de cada uno de sus personajes.
Francisco García Mendoza (1989) es escritor y profesor de Estado en castellano y magíster en literatura latinoamericana y chilena titulado en la Universidad de Santiago de Chile. Como creador de ficciones, en tanto, ha publicado las siguientes novelas: Morir de amor (2012) y A ti siempre te gustaron las niñas (2016), ambas bajo el sello Editorial Librosdementira.
Crédito de la imagen destacada: La Habana, por El Desconcierto (http://www.eldesconcierto.cl)