El largometraje es el relato audiovisual de dos hombres enfrentados en un juicio, por una situación bastante anodina, pero que lleva a la nación entera a entrar en la polémica. Asimismo, es la trama de nosotros mismos luchando contra una otredad, existente o inventada, que generalmente es fruto del prejuicio. En suma, una película extraordinaria y que hay que ver.
Por Rodrigo Torres Quezada
Publicado el 5.10.2018
La película El insulto (2017) -del director libanés Ziad Doueiri- es una obra magistral que retrata cómo un conflicto que podría ocurrirle a cualquier persona, puede gatillar en algo que incluso ponga en riesgo la convivencia social de un país.
Para entender el filme, o mejor dicho, para entrar en el contexto del que se habla, hay que remitirse a un episodio histórico en Libia: una guerra civil que duró de 1975 a 1990 y que separó a una población entre los que apoyaron a Siria y a Palestina (musulmanes) y los que apoyaron a Israel (libios cristianos). Es una reducción grosera de un complejo panorama político-social pero que sirve de puente para entender el subtexto de esta película: pues El insulto, en su esqueleto, quiere hablar de esos conflictos raciales e ideológicos que separan a las personas, creando las categorías de “los unos” y “los otros”. Esto hace surgir preguntas como: ¿quiénes son los que tienen la razón histórica?, ¿hasta dónde una persona puede vivir llevando consigo la biografía política de un país? Porque más allá de que la cinta se sitúe en Libia y ocupe su historia reciente, el filme apela a las divisiones que cada nación tiene y que, tal como un hijo hereda los conflictos de sus padres, pasan a ser parte de la vida diaria de la ciudadanía.
El insulto muestra que estas disputas si bien son totalmente comprensibles (y que tienen como base muertes, violencia y tragedias terribles), en última instancia son innecesarias cuando existe la capacidad de entender al otro. Eso sí también el filme exhibe que la justicia, la cual se supone debe ser imparcial, está regida por personas y eso obviamente significa que jueces y abogados, en el fondo, muchas veces entregan sus argumentos amparados en sus propias decisiones morales.
Se dice que una escena puede definir una película. Y que esta escena, a su vez, puede dar cuenta de la historia de un país. Tony Hanna (el cristiano libanés), protagonista que simboliza a la población pro Israel, luego de hablar con su enemigo, el palestino Yasser Salameh (dentro del contexto de una mediación con un hombre de las altas esferas políticas), decide, a pesar de su disputa, detenerse y aprovechar sus conocimientos en mecánica para arreglar el vehículo de su contrincante.
En conclusión, El insulto es el relato audiovisual de dos hombres enfrentados en un juicio, por una situación bastante anodina, pero que lleva a la nación entera a entrar en la polémica. Asimismo, es la historia de nosotros mismos luchando contra una otredad, existente o inventada, que generalmente es fruto del prejuicio.
Una película extraordinaria y que hay que ver.
Tráiler:
Rodrigo Torres Quezada (Santiago, 1984) es egresado del Instituto Nacional “General José Miguel Carrera” y licenciado en historia de la Universidad de Chile. Ha publicado los libros de cuentos Antecesor (2014) y Filosofía Disney (2018) bajo el sello Librosdementira. También ha dado a conocer distintos relatos de su autoría en La Maceta Ediciones (2017) y la novela titulada El sello del pudú (Aguja Literaria, 2016). Lanzó, asimismo, el volumen de ficción Nueva narrativa nueva (Santiago-Ander, 2018), y obtuvo el primer lugar en el concurso V versión Cuéntate algo de Biblioteca Viva (2012). El año 2016, en tanto, se quedó con el primer lugar en el I Concurso Literario del Cementerio Metropolitano.