La función de estreno fue presentada en versión de concierto, debido a la huelga de más de 90 trabajadores pertenecientes al sindicato de técnicos, lo que impidió exhibir la régie de Marcelo Lombardero, así como la escenografía y el diseño de arte digital, vestuario e iluminación respectivas. El hecho provocó que los cantantes en los roles principales extremaran sus dotes actorales a fin de sostener, con mínimos recursos -un puro, un cinturón o unas pistolas a fogueo-, el desarrollo dramático o tragicómico del libreto y a que los espectadores hiciesen ingentes esfuerzos de imaginación, como en la escena en la que Zinovi sorprende a su esposa con su amante, escuchándolos tras una puerta inexistente.
Por Jorge Sabaj Véliz
Publicado el 14.10.2017
El jueves 12 de octubre asistimos a la función de estreno internacional del quinto título de la temporada de ópera 2017 del Teatro Municipal de Santiago: «Lady Macbeth de Mtsensk», del compositor ruso Dmitri Shostakovich (San Petersburgo, 1906 – Moscú, 1975).
Compuesta entre los años 1930 y 1932 fue dedicada a Nina Vasilievna Varsar, con quien el músico contraería matrimonio el mismo año en que terminaba su composición. Basada en una novela corta del escritor y periodista ruso Nikolai Leskov (1831-1895) el libreto fue encargado a Alexandr Preis, quién mantuvo el drama original de Leskov. La ópera tuvo un éxito inmediato tanto en San Petersburgo como en Moscú. En el año 1935 se estrenaba en teatros de Nueva York, Filadelfia, Cleveland, Buenos Aires, Zurich, Bratislava, y Estocolmo.
La presente versión fue dirigida musicalmente por el maestro Konstantin Chudovsky, conductor titular de la Orquesta Filarmónica de Santiago y tuvo en el elenco internacional a cantantes rusos en los roles principales de Katerina, Boris, Zinovi y Serguei y a la chilena Evelyn Ramírez en el papel de Sonyetka.
La función fue presentada en versión de concierto, debido a la huelga de más de 90 personas pertenecientes al sindicato de técnicos, lo que impidió exhibir la régie de Marcelo Lombardero, así como la escenografía y diseño de arte digital, vestuario e iluminación.
Esto obligó a que el coro permaneciera casi inmóvil, al fondo del escenario, sentado en sillas y poniéndose de pie cuando tenían que cantar, y a que todos los participantes del elenco estuviesen uniformados de etiqueta, smoking para los hombres y vestidos negros para las mujeres, como si asistiéramos a un funeral; y provocó, también a que el director del teatro, Frédéric Chambert, micrófono en mano, se disculpara ante los abonados y público general justo antes de comenzar la función; a que los cantantes en los roles principales extremaran sus dotes actorales a fin de sostener, con mínimos recursos -un puro, un cinturón o unas pistolas a fogueo-, el desarrollo dramático o tragicómico del libreto y a que los espectadores hiciesen ingentes esfuerzos de imaginación, como en la escena en la que Zinovi sorprende a su esposa con su amante, escuchándolos tras una puerta inexistente.
Elena Mikhailenko como Katerina Ismailova nos muestra una protagonista en la gran tradición de las prima donna, llenas de pasión, fuerza y pulsión erótica. Su Katerina es una mujer sensible, oprimida por un ambiente machista, solitaria y reprimida sexualmente, con un marido comerciante que no la desea y que se muestra ausente en continuos viajes, pero al mismo tiempo apasionada y celópata con el amante. Basa su interpretación en un acabado estudio del rol y de las distintas etapas por las que atraviesa su personaje, con una bella presencia escénica.
Sus movimientos y gestualidad, asimismo, tienen un sentido acorde con la trama de la obra lo que le permite complementarse bien con los demás personajes y darle un significado verosímil a sus monólogos. Su registro de soprano dramática es generoso y metálico en los agudos así como sedoso y melódico en las notas de lamento. Gran dominio vocal que le permite graduar volumen y colores según el énfasis o estado en que se encuentra.
Alexey Tikhomirov como Boris Ismailov, en la gran tradición de bajos rusos, nos muestra un personaje representativo de las actitudes machistas, cínicas y llenas de convencionalismos de la época. Siendo un padre sobreprotector con su hijo, Zinovi, abusivo con su nuera y sus lacayos, bruto en el uso de la fuerza, alcohólico y reprimido en sus deseos sexuales hacia Katerina, a quien busca seducir sin éxito. Su voz brillante, dulce y bella, con buen centro y graves, suena por momentos gastada y áspera en las notas agudas. Su dominio escénico es apabullante, con grandes dotes actorales y con un gran carisma que se gana el favor del público desde su entrada en el escenario.
Esta habilidad se vio potenciada por la falta de recursos auxiliares (vestuario, iluminación, escenografía) sacando lo mejor de su repertorio con recursos mínimos, como su expresión corporal y el uso inteligente y generoso de su volumen corporal, llenando el escenario. Especialmente notables son las escenas de castigo a Serguei así como la de su muerte por envenenamiento. Todos estos elementos hicieron que el público lo reconociera con una sincera ovación opacando, en cierto sentido, la figuración de la protagonista.
Mikhail Gubsky, por su parte, en el papel de Serguei nos muestra al típico personaje de lacayo o sirviente cobarde, oportunista, inescrupuloso y egoísta que no duda en utilizar sus habilidades para seducir a las mujeres como forma patológica de medrar una situación social y económica que resiente. Sin importarle que en el camino destruya todo a su paso. Su interpretación vocal es premeditadamente fría y distante. Tiene un excelente control de su material con un timbre metálico y sonoro, de tenor lírico – spinto, inclinado a la tradición del heldentenor de la ópera alemana, con un buen caudal de volumen. Su interpretación dramática fue desfavorecida por la falta de elementos externos, mostrándose unidimensional en los estados anímicos y con casi nula expresión facial.
Sus movimientos, en tanto, eran mecánicos y poco naturales, como en las escenas en que besaba a Katerina (más que besos era un choque de bocas), así como en la escena en donde era prácticamente vapuleado y azotado físicamente por Boris, parecía como si estuviera haciendo ejercicio. La recepción del público fue más bien fría influida emocionalmente por la bajeza de su personaje.
Boris Stepanov, nos mostró a un Zinovi Ismailov atractivo físicamente, pero sometido a la voluntad de su padre, inmaduro, ausente y mutilado en cuanto a su sexualidad. Su voz de tenor lírico ligero mostró un bello timbre que sin embargo, sufrió en algunos pasajes de notas forte en agudo, cuando la orquesta obligaba a forzar el registro. Alexander Teliga, Boris Ismailov; el sacerdote y viejo convicto exhibió grandes dotes vocales con un bello timbre de bajo, lleno de clores y de matices, con un buen volumen e interpretación sentida o conectada con las emociones. Sus líneas de canto eran largas y suaves. Su interpretación dramática fue efectiva exacerbando el sinsentido de un sacerdote un poco lascivo y alcohólico, que no temía exhibirse así frente al pueblo y a los aristócratas, seguro del respeto que traía su investidura. En algunos momentos bordeo la sobre actuación.
La Sonyetka de Evelyn Ramírez destacó por su material vocal de mezzo con una voz en su plenitud y un dominio total de la misma, lo que le permitía centrarse en su interpretación dramática de una joven, bella y resentida condenada que utilizaba los escarceos amorosos de Serguei para, a cambio de un par de medias de la protagonista, entregarse a él con el propósito de humillar y aniquilar moralmente a Katerina, presumiblemente debido a su posición social favorecida.
Entre los demás personajes destacó la presencia física y dominio vocal de la soprano Paola Rodríguez como Aksinya y mujer convicta, también el desplante escénico del barítono Sergio Gallardo en su rol de jefe de policía insignificante y contumaz; así como el poderoso caudal vocal y bella presencia escénica del bajo barítono Matías Moncada.
La verdadera protagonista de la velada fue la Orquesta Filarmónica de Santiago, conducida certeramente por Konstantin Chudovsky. Los distintos timbres orquestales estuvieron perfectamente definidos, exacerbando el aspecto cómico de la partitura y del libreto; otorgando la ambientación ausente de la escenografía; brindándonos interludios musicales entre las escenas de gran precisión y eficacia. En el dúo de Katerina y Boris, por ejemplo, acompañó adecuadamente el diálogo, resaltando la atmósfera opresiva.
El director mostró, así, una conducción impecable con dominio total de la partitura, lo que permitía el lucimiento del conjunto potenciando el gran sonido de los distintos grupos orquestales. Logrados dúos del trombón con el arpa al finalizar el primer acto, y en la escena de despedida de los amantes se percibieron reminiscencias al adagietto de la quinta sinfonía de Gustav Mahler. Se acompañó adecuadamente el monólogo final de Katerina en su marcha hacia las grandes olas negras.
El coro lució equilibrado, con un bello y rejuvenecido sonido, con las distintas voces aportando su respectivo color al conjunto y destacando en el cierre. En algunas escenas se les notó incomodos y perdidos en cuanto a sus movimientos presumiblemente por la falta de escenografía y de ensayo sin la misma.
Tráiler:
Funciones: Desde el jueves 12 de octubre hasta el jueves 19 de octubre de 2017
Imagen destacada: La soprano rusa Elena Mikhailenko, quien interpreta al personaje de Katerina Ismailova, en el montaje internacional de «Lady Macbeth de Mtsensk», en el Municipal de Santiago, Ópera Nacional de Chile