Presentación del ensayo «Acuarios y fantasmas. Imaginarios de espacio y de sujeto en la narrativa argentina, chilena y mexicana reciente»

La autora es periodista, licenciada, magíster y doctora en Literatura por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Ha publicado alrededor de cincuenta artículos en revistas especializadas y en volúmenes de ensayo sobre narrativa chilena e hispanoamericana del siglo XX y reciente, en particular sobre la obra de Roberto Bolaño y de otros autores chilenos de los últimos años, y sobre ciencia ficción. Ha organizado y participado en diversos encuentros académicos nacionales e internacionales y ha liderado cuatro proyectos de investigación sobre estos temas. Actualmente es profesora asociada de la Facultad de Letras de la PUC de Chile y Directora del Centro UC de Estudios de Literatura Chilena (CELICH). Es autora del libro «Cartografía de la novela chilena reciente» (2015). El presente texto se lanza hoy, a las 19:00 horas, en el Campus Oriente de dicha Casa de Estudios.

Por Macarena Areco

Publicado el 16.10.2017

En la saturación y confusión de las noticias cotidianas –de la televisión, la radio, los diarios, internet y las redes sociales– es muy difícil hacerse alguna idea sobre lo que está verdaderamente pasando; todo es intensidad y muy poco de experiencia o comprensión. Los hechos –sea la elección de un presidente en Estados Unidos, las catástrofes naturales en Chile, las vicisitudes del peronismo en Argentina o las del narcotráfico en México, la muerte de miles de migrantes que intentan pasar desde África a Europa–, en la medida en que cada vez son más directos, instantáneos y emocionantes, se vuelven más inciertos y opacos, de alto impacto e incomprensibles.

No estoy segura de que postverdad, la palabra de moda en estos días, permita percibir el sentido general de lo que está sucediendo, menos aún el clásico concepto de objetividad que manejan los medios de prensa, que hace agua por todas partes. Sí pienso que es necesario encontrar, más que palabras únicas o eslóganes publicitarios, mapas cognitivos (Jameson), es decir orientaciones de sentido que nos permitan ir reconociendo huellas, senderos, caminos, aunque sea de modo parcial y precario, respecto del modo en que, desde nuestras individualidades, imaginamos nuestras condiciones reales de existencia (Althusser).

Como una guía en esta búsqueda encuentro el concepto de imaginario social (Castoriadis), que explica cómo la subjetividad es una construcción colectiva criada dentro de la ideología, y que no es, salvo de una manera muy estrecha, algo personal, como la ideología neoliberal nos lo hace creer. Por el contrario: siempre está encarnada en una historia y en una política, en una lucha de varias versiones, tácticas y estrategias, que tienen que ver de modo tan central con la clase y con el género como con la construcción de los discursos .

Lo que ocurre, por más nítido que pueda parecer en un televisor de la más alta definición con dolby digital, se nos confunde, se nos enreda y se nos pierde. La realidad como algo que en el significado no es nunca algo directo, pues está siempre mediada a través de la imaginación, que no es la creatividad entendida en un sentido laxo, sino la ineluctable necesidad, ligada a la emancipación y a la sobrevivencia, de imaginar los lugares que ocupamos y las posibilidades que tenemos; de interpretar nuestras biografías, darles causalidad, espesor, sentido y razón. La realidad como un laberinto para cuya comprensión nos llevamos en la mano el hilo conceptual que es el imaginario social, que nos permite mirar fuera de la cárcel de la subjetividad, como si se tratase de un medidor externo de ideologías.

Quizás no esté demás decir que lo que he llamado condiciones reales de existencia pueden comprenderse, muy generalmente, a partir del concepto de capitalismo tardío, neoliberal, además de informatizado, espectacularizado y globalizado, el que, como ha dicho Jameson, tiene como lógica cultural, es decir como modalidad estética hegemónica, el posmodernismo. Este es el infierno, a veces gozoso, de lo real, entendiéndolo más bien como lo no asible de manera directa que como lo verdadero; es en este cronotopo, en el cual “[t]odo lo que una vez fue vivido directamente se ha alejado en una representación” (Debord, Página 8), en el que tratamos de orientarnos.

Mi idea es que una manera de visualizar la ideología es a partir de la literatura; más específicamente, a través de ciertas figuras que se repiten de manera insistente en las obras ficcionales en un territorio y en un periodo, en este caso, en algunas zonas de Latinoamérica en los finales del siglo XX y en los comienzos del XXI, y que establecen una relación metafórica con lo que piensan los sujetos respecto a las condiciones de su existencia. Se trata de figuras como acuarios, laberintos, fantasmas, imbunches, que aparecen insistentemente en los textos de los autores estudiados en este libro: César Aira, Roberto Brodsky, Jorge Baradit, Mario Bellatin, Roberto Bolaño, Gonzalo Contreras, Ileana Elordi, Nona Fernández, Carlos Gamerro, Marcelo Leonart, Valeria Luiselli, Pedro Mairal, Guadalupe Nettel, Darío Oses, Alan Pauls, Rodrigo Ramos Bañados, Cynthia Rimsky, Cristina Rivera Garza, Samanta Schweblin, Alejandro Zambra y Diego Zúñiga. La elección de estos nombres no responde a listados previos ni estuvo determinada por intenciones canonizantes; de hecho, los niveles de conocimiento y consagración con los que cuentan estos escritores son muy dispares. Tampoco he analizado sus obras porque las considere especialmente valiosas ni porque se trate de mis autores favoritos –aunque en muchos casos ambas cosas ocurren–, sino por la importancia que en ellas tienen las figuras imaginarias que en el contexto de mi investigación se han ido perfilando como repetitivas y significativas.

Al examinar esta selección se percibe una mayor proporción de autores chilenos y de relatos de ciencia ficción. Esto se debe a mi cercanía y a mi mayor conocimiento de estas tradiciones. No obstante, muchas veces, establezco vínculos entre narraciones de los tres países mencionados, las cuales, por cierto, desarrollan distintas modalidades escriturales . La forma en que doy cuenta de estas narraciones es diversa: mientras de algunas hago solo una mención, seguida de un breve comentario, dedico a otras un ensayo completo, en el que hago un análisis detallado; en tanto, otras integran un capítulo comparativo en que construyo una serie con varias obras. Este último caso se encuentra especialmente en el artículo sobre el acuario; el primero, en la novela de Ramos Bañados y en un cuento de Samanta Schweblin; y el segundo, en Ygdrasil de Jorge Baradit, entre otros.

La elección de las figuras imaginarias estudiadas obedece a una táctica inductiva. Es decir, no es que me haya planteado previamente un catálogo de formas, con una idea anticipada de lo que estas podrían significar, y que eso me haya llevado después a buscar y analizar obras que me permitirían sustentar mi hipótesis. Lo que ha ocurrido ha sido lo contrario: la constatación casual de una recurrencia (la presencia de laberintos, la insistencia de los acuarios, la ubicuidad de los escritores y de los fantasmas) ha incitado la elección de los textos, la atención a sus formas, así como el intento de interpretación en un marco social más general.

Los acuarios, figuras heterotópicas (Foucault) por excelencia en la narrativa del tercer estadio del capitalismo, inundan nuestras imaginaciones. Varias películas («La vida de los peces», «Closer», «Aquarius»), algunos dibujos animados («Los padrinos mágicos»), ciertas canciones (el álbum homónimo de Manuel García), sin contar las novelas analizadas en este libro, además de muchas que quedaron fuera, son solo algunas muestras. La idea subyacente de estar dentro de una pecera cerrada, pero transparente, expuesta pero protegida, estrecha pero con visión panorámica –o más bien con la imagen que se tiene en un espejo convexo o de “ojo de pescado”, la cual es, según he leído en internet, virtual, junto con la sensación de estar encerrados entre paredes y relaciones familiares estrechas, pero conectados y visualizando todo lo que ocurre en el mundo, sin olvidar la paranoia de que nos vigilan–, parece ser tan productiva que prolifera en las formas más diversas en los relatos que se cuentan en el presente .

Para poder abordar con un cierto orden las figuras estudiadas, las he dividido en imágenes de espacio y de sujeto, aunque en términos estrictos una representación espacial siempre incluye subjetividades que ocupan ese espacio y viceversa. El acuario, el desierto, el laberinto, el edificio posmoderno, los espacios de la intimidad y las “japonerías”, por una parte; el sujeto descentrado y fragmentado, el fantasma, el imbunche, el escritor y la prostituta, por la otra; son las figuraciones imaginarias que analizaré en este libro, el cual se cerrará con un último apartado en el que considero una serie de novelas chilenas publicadas en los dos mil según la noción suplementaria de trayecto, una suerte de tercer término mediador que hace posible cruzar el espacio y el sujeto y ponerlos en movimiento, dándole aire a la dicotomía, a veces imbricada o traslapada, a veces demasiado estrecha, espacio/sujeto. Se trata de trayectos centrípetos y centrífugos, de ida y de regreso, de huida y de enclaustramiento, así como de movimientos circulares, que normalmente no llevan a nada nuevo y que solo repiten el trauma. En todos estos casos los relatos exploran las posibilidades de emancipación y de sujeción, realizables o utópicas en el ordenamiento geopolítico y de clase y de género del capitalismo globalizado, espectacularizado e informatizado de las últimas décadas.

Si se consideran las figuraciones que he mencionado se percibe que se trata de formas con niveles dispares de abstracción o de referencialidad. Así, no pertenece a un marco similar una representación como el imbunche, definida por un relato mitológico ancestral, que se inserta, desde la mirada de un lector occidentalizado, en el estudio antropológico y en el ámbito de lo fantástico, que una figura como la del escritor, subjetividad definida por un oficio directamente observable en el mundo de la referencialidad del presente, cuyos inicios podemos rastrear en la temprana modernidad. Si entendemos el mito, al modo en que lo define Barthes en «Mitologías», como la ideología burguesa, no habría mayor problema en construir esta serie. No obstante, y más allá de las disimilitudes de verosímil, sigue habiendo una distancia en cuanto al carácter más sintético y figural de una y el más concreto e historizado de la otra. Esta disparidad ha sido posible de abarcar gracias a la noción más amplia de “figuraciones imaginarias sociales”, la cual me ha permitido no utilizar conceptos más precisos como símbolos, metáforas o alegorías, pues mi intención no ha sido elucidar la dimensión constructiva interna o retórica de las figuras, sino que su vínculo con la imaginación social.

Por último, es necesario hacer notar que las figuraciones imaginarias son significantes móviles. Así, si bien el acuario y el laberinto se constituyen principalmente como espacios de los que no se puede salir y el imbunche o el fantasma son subjetividades que han perdido toda posibilidad de vitalidad o de acción, no faltan los ejemplos en que la imaginación hegemónica es subvertida, invertida, “pervertida”, como ocurre en las obras de Mario Bellatin y Roberto Bolaño, a cuyas transgresiones pongo especial atención en los análisis que se desarrollan más adelante.

Doble operación imaginaria: el escritor imagina lo que imagina la imaginación social que construyen los individuos de su sociedad; a veces expresando las figuras hegemónicas, a veces dando cuenta de las fisuras o incluso oponiéndoseles; pero siempre, al poner en exhibición esas imágenes, las ubica como formas visibles, sujetas a la crítica. Por eso, pienso, no se puede afirmar que el artista reproduce la ideología y sí puede decirse lo contrario: que siempre de alguna manera –aunque sea al sesgo, inconsciente o implícita, o a contrapelo– aporta a corroerla, a pesar de que la superficie del texto parezca estar sometida. E incluso habrá casos en que esas representaciones serán reconfiguradas completamente, que es lo que hace Bolaño con el acuario en «Monsieur Pain».

Es así como, la explicación de figuras imaginarias –a diferencia de lo que puede aportarnos, por ejemplo, un diccionario de símbolos, que entrega significados históricos ya establecidos– aparece como una posibilidad de ir elaborando mapas cognitivos que nos permitan lograr un cierto nivel de conciencia en el presente neuromántico.

Finalmente se trata de un intento, quizás idealista, quizás alucinado, de hacerse parte en lo que Auxilio Lacouture ha llamado, dickeneanamente, “la contienda entre la Ilustración y la Sombra o el Imperio o el Reino del Orden, que de todas esas maneras puede y debe ser llamada la mancha irracional que pretende convertirnos en bestias o en robots y que lucha contra la Ilustración desde el principio de los tiempos” (Bolaño, «Amuleto», Página 79). De un intento por hacer conciencia, de una búsqueda de un microscopio infinito, de una persecución por la claridad perdida.

 

Obras citadas

Althusser, Louis. 1970. “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan. Trad. José Sazbón y Alberto J. Pla. Buenos Aires: Nueva Visión: 2005. 7-66.

Areco, Macarena. «Cartografía de la narrativa chilena reciente». Santiago: Ceibo, 2015.

Barthes, Roland. «Mitologías». 1957. México: Siglo XXI, 1997.

___. “Introducción al análisis estructural de los relatos”. Análisis estructural del relato. Puebla: Premiá, 1982.

Bolaño, Roberto. «Amuleto». Barcelona: Anagrama, 1999.

Castoriadis, Cornelius. «La institución imaginaria de la sociedad». Buenos Aires: Tusquets, 2007.

Debord, Guy. 1967. «La sociedad del espectáculo». Santiago de Chile: Ediciones del Naufragio, 1995.

Drucaroff, Elsa. «Otro logos. Signos, discursos, política». Buenos Aires: Edhasa, 2015.

Foucault, Michel. “De los espacios otros”. http://yoochel.org/wp-content/uploads/2011/03/foucalt_de-los-espacios-otros.pdf.

Jameson, Frederic. 1984. «El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado». Trad. José Luis Pardo. Barcelona: Paidós, 1991.

 

El ensayo «Acuarios y fantasmas» (Ceibo Ediciones, 2017)