El autor chileno construye una novela entretenida y contingente, necesaria y actual. Con una prosa rápida, logra cautivar a un lector, que con el correr de las páginas se siente desamparado en su propia identificación, pues el texto nos posiciona en el entorno social y económico de una clase trabajadora que, tristemente, no se rebela ante un sistema salvaje.
Por Joaquín Escobar
Publicado el 11.1.2019
El protagonista de esta novela es un joven trabajador chileno, que una tarde cualquiera ve cómo su padre, de oficio panadero, pierde una mano en su lugar de trabajo. Perseguido por la culpa y la necesidad, sale a buscar una pega que le permite ser el sustento económico de su hogar. Sin ningún título bajo el brazo y amparado solo por la inexperiencia laboral, ingresa a trabajar como panadero de una cadena de supermercados.
Desde el primer día en el supermercado, la realidad lo golpea de frente: el libremercado y la precarización laboral que viven los trabajadores es brutal. Además de ganar un sueldo miserable -que jamás le permitiría, por ejemplo, irse de su casa-, está expuesto a constantes peligros que lo podrían llevar hacia el mismo abismo que su padre. Si a estas dos apocalípticas variables, le sumamos la vigilancia a las que es sometido el proletariado en las dependencias de una empresa (sus bolsos son revisados en forma diaria), el infierno se multiplica. A la manera de un panóptico, se controla todo: desde los tiempos de producción real, los horarios de ingreso y de salida, y la mejor forma de vender la comida que de lo contrario se botará, es decir, hay un proceso de cosificación de la masa trabajadora en una sociedad que es mera economía.
Todo lo que rodea al protagonista es tétrico y real, no hay impostaciones ni dobleces, pues estamos ante una historia-espejo que retrata la realidad de la gran mayoría del pueblo chileno. En la intimidad de esta familia, hallamos la radiografía de un país que consumido por el paradigma capitalista, nos somete a ser esclavos de trabajos inaceptables que se burlan a gritos de nuestra condición de trabajadores, de hecho, es toda la familia la que vive -y seguirá viviendo- esta precarización. La mamá de Willy trabaja ocasionalmente de temporera. En una jornada laboral -al igual que su marido- sufrió un accidente que le impide ir a trabajar, y por ende, generar ingresos: quienes no son asalariados -y se rigen bajo el sistema de boletas- no tienen derecho a enfermarse.
Dentro de este mundo laboral no se habla de política. Hay alguna breve mención a Piñera y Golborne, pero nada que permita observar que el efecto de su condición social está determinada por el perfeccionamiento de la economía liberal del gobierno de turno, en palabras de Gabriel Salazar, al proletariado le hicieron perder su condición de clase, le extirparon sus átomos políticos para construir vidas en los que impere el acostumbramiento.
Dentro del universo del protagonista lo que abunda es el Playstation, la polera de fútbol pirateada y el sobrenombre carente de originalidad pero no de crueldad. Su rutina laboral y familiar resulta demoledora, no obstante, el protagonista no está del todo vencido. Confiesa que le gusta trabajar, que disfruta con las bromas de los otros panaderos, que está siguiendo los pasos de su padre. Pese a su conformación -construida por lo novedoso de una primera vez-, en sus vísceras no hay rebeldía ni furia contra un sistema que se presenta como democracia pero que oprime con una libertad económica barbárica.
Nicolás Meneses construye una novela entretenida y contingente, necesaria y actual. Con una prosa rápida, logra cautivar a un lector, que con el correr de las páginas se siente desamparado en su propia identificación, pues el texto va más allá de un supermercado, más bien, nos posiciona en el entorno social y económico de una clase trabajadora que, tristemente, no se rebela ante un sistema salvaje.
Joaquín Escobar (1986). Escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor del libro de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017). Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Editorial Hueders.