Este filme -inscrita hasta hace poco en la cartelera local- retrata una tragedia real de principios de siglo XX en un argumento que carece de tensión dramática, sin apuntar al morbo ni a los efectismos, y siguiendo la esencia de la prosa y el pensamiento del canónico autor austriaco en planos fijos de sobriedad formal. La joya está en el epílogo.
Por Alejandra M. Boero Serra
Publicado el 21.2.2019
«…TOLSTÓI: No, no estoy cansado en absoluto. A los hombres sólo les cansa una cosa. La vacilación y la incertidumbre. Toda acción libera, incluso la peor es preferible a no hacer nada…».
Stefan Zweig, en Momentos estelares de la humanidad
Un primer largo plano secuencia, en donde la exhuberancia del color de las flores toma la pantalla entera, se va abriendo hasta mostrar una mesa que ocupa casi la totalidad de un salón en el que el invitado estrella es Stefan Zweig, uno de los escritores germano parlantes más famosos del momento. Una escena de ópera, coreográfica y de un rigor formal absoluto. Protocolo y ceremonial sincronizado en sus mínimos detalles.
Y un ambiente cosmopolita que acompaña a una figura que busca, lejos de sus raíces austrohúngaras y europeas, el paraíso perdido de la diversidad y de la tolerancia.
Esta película dirigida y co-guionada por María Schrader, dividida en cuatro capítulos -enmarcados en lujosas tarjetas como una invitación a entrar a una fiesta, a una ceremonia-, no es más ni menos que el derrotero de un escritor judío que escapa del régimen nazi buscando un punto donde anclar su pensamiento y su humanidad.
Lejos de una biopic, lo que acá se desea contar son algunos momentos centrales de los viajes en un exilio forzoso -casi nada de la obra- de Zweig (Josef Hader) y su segunda esposa y secretaria Lotte Altmann (Anne Scwarz) en un período que va desde 1936 hasta 1942 en un Brasil (Río, Bahía, Petrópolis) que lo acoge como a una autoridad moral e intelectual, una Buenos Aires en el contexto de un Congreso de Escritores auspiciado por el Pen Club -se muestra como al sesgo a Victoria Ocampo- y una Nueva York en la que se reencuentra con su ex esposa (la eterna y clásica Barbara Sukowa) que le pide ayuda y recomendaciones para sacar de Alemania a amigos judíos en apuros.
Frente a nosotros, un personaje enigmático, amante de los viajes y de un mundo abierto que ya no es tal: un Hader hierático, con un sufrimiento contenido que estalla en la decisión del final. Para quien desconoce la biografía del escritor, saber qué siente, qué piensa, en fin, quién es este artista se hace difícil. Todo está esbozado. Sólo se explicita su posición frente a lo que ocurre en Europa cuando se niega a dar su opinión frente a la demanda de periodistas en Argentina, sabiendo que sus respuestas pueden ser tergiversadas en pro o en contra de causas y situaciones que son complejas y ameritan una profundidad que no concibe en esas circunstancias. De allí los planteamientos de la función del escritor en tiempos de guerra. Zweig prefiere quedar como un tibio antes de que como un esnob o un simplista.
Las actuaciones -Hader y Sukowa en lo más alto-, la escenografía, la fotografía, la música y el montaje correctos y atentos a las necesidades de la historia.
Una tragedia real de principios del siglo XX en un filme que carece de tensión dramática, sin apuntar al morbo ni a los efectismos, siguiendo la esencia de la prosa y el pensamiento del autor en planos fijos de sobriedad formal. La joya está en el epílogo: una cámara inteligente, sensible y rigurosa que muestra lo que sucede alrededor del nudo y deja fuera de foco una escena que, sin embargo, todos percibimos en su dramatismo y su hondura. El drama no se erige desde la obscenidad sino desde el respeto y el cuidado. Desde el saber dónde poner el ojo y dónde cerrarlo al misterio del otro. Lo mejor de toda la película, lo que justifica llegar al final. Un final que cierra un círculo de angustia y desesperación.
Zweig se despide en una carta: «Saludo a todos mis amigos. Ojalá puedan ver el amanecer después de esta larga noche. Yo, demasiado impaciente, me voy antes de aquí». Como espectadores, la impaciencia, no sería recomendable.
Stefan Zweig: Adiós a Europa (Stefan Zweig: Farewell to Europe, Alemania-Austria-Francia/2016). Dirección: Maria Schrader. Elenco: Josef Hader, Aenne Schwarz, Tómas Lemarquis, Barbara Sukowa, Nicolau Breyner, Charly Hübner y Lenn Kudrjawizki. Guión: Maria Schrader y Jan Schomburg. Fotografía: Wolfgang Thaler. Edición: Hansjörg Weißbrich. Música: Cornelius Renz y Tobias Wagner.
Alejandra M. Boero Serra (1968). De Rafaela, Provincia de Santa Fe, Argentina, por causalidad. Peregrina y extranjera, por opción. Lectora hedónica por pasión y reflexión. De profesión comerciante, por mandato y comodidad. Profesora de lengua y de literatura por tozudez y masoquismo. Escribidora, de a ratos, por diversión (también por esa inimputabilidad en la que los argentinos nos posicionamos, tan infantiles a veces, tan y sin tanto, siempre).
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