Bastante antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, los nazis alemanes enviaron al norte de Europa importantes equipos de detección de ondas de radio. Una vez instalados, apuntaron sus antenas hacia el cielo con el fin de espiar las transmisiones secretas británicas. ¿Por qué hacia el cielo? Porque Inglaterra estaba allá arriba, detrás de una suerte de niebla espesa de color celeste al que habíamos llamado cielo por miles de años.
Por Horacio Ramírez
Publicado el 12.4.2019
Hace unas semanas se llevó adelante en la localidad de Colón, en la provincia de Santa Fe, Argentina, un simposio de terraplaneros: cierta bienintencionada gente que afirma que la tierra es plana, redonda -circular- y no esférica y que está quieta en el centro del Universo. Más allá de la ironía entre el postulado y el nombre de la localidad elegida para la reunión, les voy a contar una historia relacionada con este cónclave y que increíblemente sucedió.
Bastante antes de terminar la Segunda Guerra Mundial, los nazis alemanes enviaron al norte de Europa importantes equipos de detección de ondas de radio. Una vez instalados, apuntaron sus antenas hacia el cielo con el fin de espiar las transmisiones secretas británicas.
¿Por qué hacia el cielo? Porque Inglaterra estaba allá arriba, detrás de una suerte de niebla espesa de color celeste al que hemos llamado cielo por miles de años. Y si Inglaterra estaba allá arriba, los EE. UU. estaban más arriba todavía… y esto era posible porque la tierra no era una esfera que nos tenía en su superficie exterior, sino que era una esfera que nos albergaba en su cara interior, con el sol y la luna y las estrellas en ese gigantesco espacio hueco que quedaba dentro de la Tierra.
Explicaban la noche y el día por movimientos del sol que nos dejaban a oscuras periódicamente y afirmaban que debajo de la superficie de la Tierra sólo habían rocas y más rocas que se extendían hasta el infinito… Lo de la Tierra esférica flotando en el espacio alrededor del sol era un cuento de los enemigos al régimen Nacional Socialista (1933 – 1945), una salvajada científica que las Ciencias Naturales nazis habían logrado desentrañar para desengañar a la Humanidad…
Ahora, con esto de los terraplaneros, la historia se repite de otra forma, con otras variantes y radicalmente en otros contextos.
Son patologías psicosociales instaladas que vuelta a vuelta reaparecen… Es como una especie de voluntad poética sin guía (poética) que aflora espontáneamente en el ser humano y que por no tener un target poético, pero siendo de naturaleza poética (y de poesía romántica, más que nada), toma la forma de ideología ciega o de simpática farsa científica.
Éstos, los terraplaneros -a diferencia de los nazis- son inofensivos… hasta simpáticos, diría, y fomentan el turismo allí donde se reúnen…
Ahora, me pregunto: ¿habrá otras de estas alucinaciones poéticas (que no son ni buenas ni malas, que sólo son emergentes psicosociales) que busquen forzar la realidad hacia sus intereses e ideologías y que lo hagan arrastrando a multitudes?
Estas patologías sociales -verdaderos fantasmas existenciales y en el fondo, aterradores- pueden ser simpáticas (juntan números democráticos) y violentas al mismo tiempo, y si son violentas siempre son contagiosas como reguero de pólvora y por lo tanto, muy peligrosas… Generalmente son prometedoras de paraísos y debemos aprender a identificarlas rápidamente, antes de que los muertos reales, que son su natural consecuencia, comiencen a cubrir las calles…
Horacio Carlos Ramírez (1956) nació en la ciudad de Bernal, Partido de Quilmes, en la provincia de Buenos Aires, República Argentina. Tras terminar sus estudios secundarios comenzó a estudiar Ecología en la Facultad y Museo de Ciencias Naturales de La Plata, pero al cabo de algunos años: “reconocí que estudiaba la vida no por ella, sino por la estética de la vida. Fue una época de duras decisiones, hasta que me encontré con una serie de autores y un antropólogo de la Facultad -el Dr. Héctor Blas Lahitte- que me orientaron hacia un ámbito donde la ciencia instrumental se daba la mano con el pensamiento estético en sus facetas más abstractas y a la vez encantadoras… pero ese entrelazamiento tenía un precio, que era reencausarlo todo de nuevo… y así comencé a estudiar por mi cuenta estética, antropología y simbología, cine, poética. Todo conducía a todas partes, todo se abría a una red de conocimientos que se transformaban en saberes que se autopromovían y autojustificaban”.
“La religión -el mal llamado ‘mormonismo’- terminó de darle un cierre espiritual al asunto que encajaba con una perfección que ya me resultaba sin retorno… La práctica de la pintura -realicé varias exposiciones colectivas e individuales- me terminaron arrojando a las playas de la poesía. Hoy escribo poesía y teorizo sobre poesía, tanto occidental como en el ámbito del haiku japonés. Doy charlas sobre la simbólica humana y aspectos diversos de la estética en general y de estética de la vida, donde trato de mostrar cómo una mosca y un ángel de piedra tienen más elementos en común que mutuas segregaciones, y para ayudar a desentrañar el enredo sin sentido al que se somete a nuestra civilización con una deficiente visión de la ciencia que nos hace entrar en un permanente conflicto ambiental y social… La humana parece ser una especie que, de puro rica y a la vez desorientada, está en permanente conflicto con todo lo que la rodea y consigo misma…”.
“He escrito cuatro libros de poesía, el último con algunos relatos y una serie de reflexiones, y estoy terminando dos textos que quizás algún día vean la luz: uno sobre simbología universal y otro sobre teoría poética…”.
Horacio Ramírez actualmente vive con su familia en la localidad de Reta, también de la provincia de Buenos Aires, en el partido de Tres Arroyos, sobre la costa atlántica (a unos 600 kilómetros de su lugar natal), dando charlas guiadas sobre ecología, epistemología y paseos nocturnos para apreciar el cielo y su sistema de símbolos astrológicos y las historias que le dieron origen en las diferentes tradiciones antiguas.
Este artículo fue escrito para ser publicado exclusivamente por el Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Fotomontaje que ilustraría una forma de concebir al planeta Tierra, plano.