Todavía en la cartelera local, la cinta del realizador Daniel Auteuil, quien además es el protagonista de la cinta, se acompaña por una luminosa fotografía, que hace del filme, basado en la novela de Florian Zeller, un relato audiovisual acerca de las emociones que un marido culposo sufre respecto de la infidelidad. Un verdadero homenaje a la sentencia aquella de: «no pecarás ni con el pensamiento».
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 7.5.2019
No pecarás, ni con el pensamiento. Hay una particular tendencia de la cinematografía francesa por la comedia. En este caso, estamos ante un marido culposo, Daniel (Daniel Auteuil, director y protagonista del filme) editor prestigioso, se encuentra con un amigo Patrick (Gerard Depardieu), y cede a sus presiones para presentarle a su nueva novia, que resulta ser una hermosa española, 25 años menor, llamada Emma (Adriana Ugarte, El amor entre costuras).
Daniel, quien ya sobrepasa los 60, es trastornado por esta mujer, dando pábulo a una desbordada imaginación, con escenas ficticias donde suele sustituir a su mujer, Isabelle (Sanrdine Kiberlain) por Emma.
En una extraordinaria actuación Auteuil va mostrando un mundo paralelo de afectos y de pasiones. Y todo empieza porque Patrick, su amigo, tiene necesidad de validar su nueva novia ante sus amigos Daniel e Isabelle, lo que se torna en un problema para la vida marital del matrimonio receptor, toda vez que la anterior mujer, Laurennce es una querida amiga, y ello se presta para odiosas comparaciones.
Estando centrada las locaciones del rodaje en París, la pasión se desborda a Venecia, y la locura a Barcelona. Para entonces, el relato de la mujer que trata de cómo se conocieron, Daniel lo transforma en otra historia de amor, la suya, ensoñaciones despierto, mientras la interminable cena se va desarrollando.
Hilarantemente, Daniel, anfitrión esa noche, se torna más y más torpe frente a la belleza de Emma. Algo que parece nacer de la simple diferencia de edad, pero que se potencia por su erotismo y espontaneidad. En su visión, Emma representa el estereotipo de la “española”, dado que ella es de Barcelona, y él se la imagina (¡) con una familia exuberante, notas de flamenco, en un contexto andaluz, no catalán, que se debe más a la Carmen de Bizet que a la realidad. Un conjunto de imágenes que afloran naturalmente, frente a la contención de su mujer, elegante y más fría.
Daniel no solo tiene cómicos olvidos, sino que termina derramando chocolate sobre el elegante vestido de la amiga de Patrick. Pero, ello es consecuencia del proceso en que la ha desnudado con la mirada, y perdido toda conexión con sus visitas y su mujer. Para entonces, de esa relación imaginaria, Daniel ya no distingue la realidad de su ensoñación.
Así, mientras su imaginación se desboca, Daniel viaja, con su imaginación, por una actuación de teatro, un encuentro y fuga al aeropuerto, y una estadía en Venecia, que obedece al precepto central de la película: “Solo tienes una vida, hay que disfrútala” (Patrick). Que es repetido luego por Emma en el viaje ficticio al aeropuerto de Orly para su “fuga”.
Emma va siendo una atracción ineludible, mientras la confusión se va apoderando de Daniel. Tanto, que sus dudas conforman un rico mundo interior, un relato paralelo, jocoso y erótico, que se desenvuelve con total autonomía del mundo real cotidiano. Así, una referencia a las aspiraciones de actriz de Emma, se transforma en una cita de Tío Vania de Chejov, y en una construcción de su éxito como intérprete en la cual Daniel se ve participando.
Para entonces, la aventura ha logrado tener entidad para Daniel, mientras Ema confiesa que lo hace reír con sus lapsus en la cena. Finalmente, Daniel se arrepiente, porque ve la consecuencia de su atracción, volviendo a amar a su mujer y transfiriendo las experiencias imaginarias con Emma a su propia mujer, llevándola a Venecia.
Lo interesante de este largometraje son las secuencias narrativas. Así, mientras se tiene un tono de comedia con la primera y dominante, la segunda en cambio es culposa y dramática. Si una es comedia, la otra es drama.
El tono festivo del director, Daniel Auteuil, quien además es el protagonista del filme, se acompaña por una luminosa fotografía, que hace de la cinta, basada en la obra de Florian Zeller, un relato acerca de lo que un marido culposo sufre respecto de la infidelidad. Un verdadero homenaje a la sentencia aquella de: «no pecarás ni con el pensamiento».
Enamorado de mi mujer (Aumoureux de ma femme). Director: Daniel Auteuil. Musica: Thomas Dutronc. Fotografía: Jean Francois Ribin. Elenco: Sandrine Kiberlain, Adriana Ugarte, Gerard Depardieu, Daniel Auteuil y Bigitte Audry. Francia, 2018 1 hora, 25 minutos.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Tráiler:
Imagen destacada: Los actores Adriana Ugarte y Daniel Auteuil, en una escena de Enamorado de mi mujer (2018).