Exclusivo: «Atentado final», de Fernando Sáez: Un golpe a la Dictadura

Compartimos un adelanto del nuevo título de ficción del escritor chileno Fernando Sáez, la que fue definida por Carmen Balcells al leer su manuscrito como: «Una novela excepcional singular, premonitoria, oportuna e importante». ¿Qué habría pasado si Augusto Pinochet hubiese muerto en el atentado del año 1986? Esta obra publicada por Ediciones de la Cópula Verbal nos enfrenta a esa realidad y acá presentamos un fragmento de manera exclusiva.

Por Ediciones de la Cópula Verbal

Publicado el 2.7.2019

«En la ciudad, los rumores de la noticia cunden provocando un desbande. Lo sigue el inmediato acuartelamiento de todos los militares. Las patrullas de investigaciones y de carabineros dan vueltas sin rumbo, a velocidades peligrosas, con toda la parafernalia de sus sirenas, lo que hace huir corriendo a los transeúntes. Los cines interrumpen sus funciones. Los canales de televisión se van a negro y a los pocos minutos aparece en todas las pantallas la bandera nacional. Todo está bajo sospecha. Las radios han ido silenciándose una a una y muy luego en todas se escuchan marchas militares.

¿Dónde estaba ahora el poder? Era la pregunta que daba vueltas por todas las cabezas, ¿quién se hacía cargo del descalabro? El poder, volátil, parece hacer cosquillas a todos. El Palacio de La Moneda comenzaba a agitarse en esa tarde de domingo, sacando a todos de la placidez del descanso. Nadie parecía dudar de que se trataba de un gran complot, que era ingenuo pensar que fuese solamente un acto del Partido Comunista y su brazo armado. Eso se desechó a los dos minutos. Acá había otras fuerzas que se habían coludido para desestabilizar al país. Exageradas o no tales conjeturas, igual se tomaron todas las medidas de urgencia. Los llamados de alarma y los teléfonos no habían cesado de convulsionar a todos los que estaban investidos de alguna autoridad. Uno a uno, los primeros en llegar fueron los generales que formaban el Alto Mando del Ejército. Reuniones urgentes para decisiones trascendentales, una vez que hubo la seguridad de que el Capitán General había sido asesinado. La primera medida fue encomendar al General Gordon a que diera la cara para anunciar a la ciudadanía las medidas de Estado de Sitio. En los televisores y radios que permanecían mudos se escucha el himno nacional y luego la voz y la imagen del General Gordon, jefe de la CNI, anunciaba, sin más explicaciones, que desde ese instante se inicia el toque de queda y se declara el Estado de Sitio, que los habitantes que se encuentran en las calles vuelvan a sus domicilios, con los brazos en alto, y que los demás permanezcan donde se encuentran. Que cualquier sospechoso será de inmediato diezmado. Agrega que quedan suspendidos y cerrados todos los aeropuertos y pasos fronterizos. No dice que también las embajadas han sido rodeadas por tropas para impedir lo ocurrido en el golpe del 73, cuando se asilaron allí los enemigos, creando graves problemas internacionales.

A los pocos minutos de conocido el suceso Santiago fue sitiado por un despliegue de fuerzas especiales armadas hasta los dientes. Unos ochenta  helicópteros comenzaron a patrullar la ciudad, especialmente las poblaciones periféricas, rozando los techos, iluminando con potentes focos y alertando a la población de permanecer en sus hogares mediante poderosos altoparlantes que la gente escuchaba encima de ellos. Los puentes y caminos fueron copados y enormes colas de automóviles permanecían atascadas en las afueras de la ciudad, provenientes de los lugares donde habían pasado el fin de semana. Eran uno a uno cuidadosamente revisados; aquellos individuos que no portaban papeles de identidad o parecían sospechosos eran trasladados a camiones para ser llevados a regimientos cercanos y sometidos a interrogatorios. La oscuridad hacía mucho más tenebroso, si era posible, el ambiente de tensión provocado por el desconocimiento de lo ocurrido y las medidas extremas asumidas, que parecían más una locura que la realidad. Sin informaciones y entregados a su suerte, los habitantes que aún daban vueltas por las calles quedaron petrificados cuando el alumbrado público dejó de funcionar. El apagón, estratégicamente concebido, convirtió la noche en pánico y terror, más cuando las únicas luces provenían de tanques y jeeps repletos de militares que circulaban por la ciudad tratándolos a todos como los viles asesinos del Capitán General».

 

Fernando Sáez es un escritor chileno, que fue integrante del taller literario de José Donoso. Como biógrafo es autor de Todo debe ser demasiado (1998), sobre Delia del Carril, y de La vida intranquila (1999), una deslumbrante biografía de Violeta Parra. Como narrador ha publicado Aire visible (1993), La novela de Amanda Romo (2000) y la colección de relatos Guantes amarillos (2013).

Cuenta, asimismo, con una destacada carrera en el mundo de la gestión cultural. Actualmente es director de la Fundación Pablo Neruda.

 

«Atentado Final» (Ediciones de la Cópula Verbal, 2019)

 

 

Fernando Sáez

 

 

Imagen destacada: Una imagen de archivo de prensa al atentado en contra de la comitiva presidencial de Augusto Pinochet Ugarte en septiembre de 1986.