Fue defensor de la cultura, se animó a bajar del podio para obsequiar sus libros en televisión, a cambio de preguntas culturales. Hizo la crítica de la sociedad del consumismo y de lo inmediato. Fue pesado, atrevido, luminoso, y audaz. Rompió lanzas por la cultura y la lectura, en un mundo que transitaba a lo digital y lo visual. Fue un personaje que tuvo en Marta Blanco su musa y antagonista, y que animó no solo a sus amigos y colegas sino a todo Chile con su prosa acerada.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 29.7.2019
A los 91 años murió el escritor Enrique Lafourcade. Lo conocí en una cena en su casa, invitado por mi amigo Carlos Iturra, cuando estaba todavía casado con Marta Blanco. La potente tensión instalada entre ambos, choque de cultura e inteligencia hizo parecer a los demás, y por cierto a mi mismo, personajes menores de la ocasión y así fue. Sus ademanes enérgicos, su forma sentenciosa, nos hacían cómplices de una de las figuras de nuestra vida intelectual durante varias décadas. Quizás el Alzhéimer no le hizo justicia a su poderosa cabeza, pues desde 2010 se mantuvo en ese ostracismo que genera esta dolencia en su casa de Coquimbo. Su retiro en cierto modo fue bueno, porque a ojos del publico masivo retiene la imagen del escritor y participe del ¿Cuánto vale el show? (1994-1995 y 2002) con Leo Caprile, en la televisión chilena, con su defensa de la cultura y del pensamiento.
Como no soy escritor sino historiador, quisiera detenerme en dos libros de sus 45 obras. Primero La fiesta del rey Acab (1959) texto sobre Rafael Trujillo en República Dominicana, a través de su ficticio cumpleaños, donde se desnudan los excesos de poder. Ahora, que décadas después Mario Vargas Llosa escribió La fiesta del chivo, su obra fue pionera y reveladora de esa otra América Latina.
La segunda es Palomita blanca (1971). Para quienes la leímos casi contemporáneamente resulta ser reflejo de un Chile provinciano y pobre, cuyas clases sociales parecían más estamentos que otra cosa. También resulta impactante ver el concurso para la película dirigida por Raúl Ruiz y que se rescató hace poco, el cual muestra las distintas percepciones de los aspirantes a protagonistas. El juego entre niña pobre y muchacho rico, en el marco del hippismo, Fiducia y los comunistas, resulta paradigmático de un Chile que se fue.
Palomita blanca fue para algunos un folletín, tenía estructura de telenovela, que volvió famoso a su autor. Para mi es un documento histórico de una realidad, que va entre el gobierno de Jorge Alessandri al de Allende. Rememora la aspiración al orden y al cambio al mismo tiempo, y los estertores de un grupo dirigente que no sabe si ser el fiel reflejo del Sagrado Corazones de Alameda o su equivalente, o ser parte de Silo, participar del festival de Piedra Roja, y abrirse a otros códigos de conducta como la sexual. El ardor juvenil, las posturas entre pacatas y liberales, quedaron como un tapiz imborrable.
Su fina descripción del escenario político, religioso y social no se quedo ahí. En las décadas sucesivas fue defensor de la cultura, se animó a bajar del podio para obsequiar sus libros en televisión, a cambio de preguntas culturales. Hizo la crítica de la sociedad del consumismo y de lo inmediato, y plasmó ello en Crónicas de combate (1996) publicado por Lom Editores. Fue pesado, atrevido, luminoso, y audaz. Rompió lanzas por la cultura y la lectura, en un mundo que transitaba a lo digital y lo visual. Fue un personaje que tuvo en Marta Blanco su musa y antagonista, y que animó no solo a sus amigos y colegas sino a todo Chile con su prosa acerada. Mil recuerdo maravillosos del escritor Enrique Lafourcade.
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–Palomita blanca: En homenaje a Enrique Lafourcade y a Raúl Ruiz.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: El escritor chileno Enrique Lafourcade Valdenegro.