La potencia de este montaje teatral se haya en la riqueza de su texto, el cual adquiere una fuerza impresionante en la interpretación de Natalie Nicloux (en la imagen destacada), quien toca distintas notas dramáticas en una performance del cuerpo y de la voz que evidencian su calidad interpretativa y actoral, acompañadas por una dirección que promueve la partitura del actor y que, pese al carácter minimalista de la puesta en escena, complejiza y vitaliza mediante elementos sencillos pero significativos, cada uno de los encuadres que componen la realización.
Por Jessenia Chamorro Salas
Publicado el 5.8.2019
Recientemente, en el marco del Ciclo de Nuevas Directoras, se presentó en el Teatro Camilo Henríquez la pieza Recuerdos incompletos de un reloj, una realización de “La Máquina Teatro”, interpretada por Natalie Nicloux, escrita por Cristián Ruiz, dirigida por Coca Duarte, y producida por Bastián Panades.
Se trata de una pieza reflexiva, que ahonda en al menos tres aspectos que resultan trascendentales a mi modo de ver. Por un lado, aborda la llamada “memoria de los hijos”, es decir, se enmarca en una serie de escrituras que tratan el tema de la reconstrucción de la memoria – histórica, colectiva y personal – a partir del proceso rememorativo que realiza la generación de los hijos, hijos e hijas que vivieron su infancia en dictadura (1973 – 1990), y que miraron, como diría la académica de la PUC Lorena Amaro, “desde el asiento de atrás”, todos los sucesos ocurridos durante dicho período y el siguiente, es decir, el período de la llamada Transición, durante la década de los 90. En Chile y en Argentina hay una clara línea de estudios al respecto, tanto en narrativa, como en el ámbito teatral, baste a modo de ejemplo las obras El año en que nací y Mi vida después de Lola Arias.
Por otro lado, otro de los aspectos a destacar que aborda la obra, y en vínculo con el anterior, es el relato de los hijos de victimarios, hijos de partícipes de la dictadura o de hechos de violencia, representando la vergüenza de los hijos frente al legado y herencia de sus padres, ante la conciencia de los actos que estos cometieron y sus consecuencias. En este sentido, el montaje se vincula con otras creaciones que tratan el tema de la vergüenza de los hijos de victimarios, por ejemplo, la película chilena Los perros (Marcela Said), y el libro Los rendidos del peruano José Carlos Agüero. Relatos que reflexionan en torno a la experiencia de ser hijo o hija de un victimario, cuya “herencia pestilente”, sostiene Casandra – la protagonista del montaje – ha marcado su vida.
En tercer lugar, relacionados con los puntos antes mencionados, Recuerdos incompletos de un reloj aborda también el vínculo filial padre e hija y la figura del padre ausente, tópico recurrente tanto en la literatura como en el teatro. Casandra, tras décadas de ausencia de su padre, debe cumplir su última voluntad y realizar un acto reparatorio con una de sus víctimas. En este contexto, debe realizar un viaje hacia el lugar en donde él decidió huir y mantener distancia tanto con sus responsabilidades como con su madre y con ella misma. Este viaje significará para Casandra un intento por reconstruir los fragmentos que dejó su padre, a la vez que reconstruir su propia historia, ante una necesidad de resolver sus traumas y poder continuar.
Según el dramaturgo Cristián Ruiz, el personaje del padre de Casandra fue inspirado por Andrés Valenzuela, alias “Papudo”, reconocido torturador de la dictadura y miembro de la CNI, llamado “El hombre que olía a muerte”, por Andrea Inzunza y Javier Ortega [1], y que escapó a Francia sin recibir castigo por los delitos cometidos contra los DD.HH. Desde una perspectiva dramatúrgica, Ruiz reconstruye su legado a través del personaje de Casandra, hija que revive la experiencia de ser hija de un victimario y haber sufrido el odio de las víctimas, el miedo de su apellido, los recurrentes cambios de casa por los constantes piedrazos, la incertidumbre sobre la existencia de su padre, y el desconocimiento en que vivía sobre los actos que él había cometido.
En este sentido, resulta interesante que Casandra sea actriz, ya que, genera un contrapunto ideológico que relativiza los polos asociados a los estereotipos de facho y comunista, pues ella, siendo hija de un miembro de la CNI y con toda la carga ideológica que aquello conlleva, decidió ser actriz, profesión asociada comúnmente a la rebeldía, el comunismo y a la lucha social. Además, su profesión le permite representar con propiedad voces de figuras de la tragedia griega, como Orestes, Clitemnestra y Electra, personajes de la Orestíada (Esquilo), intertexto con el que juega Recuerdos incompletos de un reloj, trilogía que trata, en su primera parte, sobre la venganza de Clitemnestra, quien mata a su esposo Agamenón por el sacrificio de su hija Ifigenia en la Guerra de Troya; luego, en la segunda parte, son los hijos de ambos, Electra y Orestes, quienes planean la venganza por la muerte de su padre, siendo éste último quien asesina a su madre y es perseguido por las Furias, enviadas por ésta como castigo; finalmente, la tercera parte se refiere al juicio de Orestes, en donde se decide que es inocente del tormento que se le ha infringido. El nombre de Casandra, personaje de la pieza en cuestión, también tiene inspiración griega, ya que en el mito representa a una profetiza cuyo don fue castigado con la incredulidad, es decir, sus profecías no eran creídas, lo cual queda en evidencia cuando ella le avisa a Agamenón (su amante) que Clitemnestra le ha tendido una trampa fatal, pero éste no le cree y finalmente muere.
Resulta interesante el cruce de referencias que realiza Recuerdos incompletos de un reloj, puesto que actualiza el intertexto de una tragedia griega en el relato personal de la hija de un victimario de la dictadura, dotándolo de una profundidad y solemnidad que va más allá de la experiencia de vida y de la confesión.
Teniendo como metáfora el reloj del padre, que siempre llamó la atención de Casandra y que le ha sido entregado para cumplir con la última voluntad de su padre; el reloj adquiere un simbolismo fundamental, no solo por ser el hilo que conecta el relato, la memoria, la verdad y la Historia; sino también, por ser una metáfora sobre la fragmentariedad del tiempo y sobre la (in) completitud de éste.
Otra de las metáforas que elabora la pieza está en la figura del padre, esta presencia ausente que ha mantenido oculta la verdad y que aún está en deuda con la reparación de las víctimas, representaría al Estado Chileno –en palabras del dramaturgo Cristián Ruiz y de la directora Coca Duarte– un Estado que aún debe develar la verdad y reparar la deuda que mantiene tanto con las víctimas como con la Historia, porque como dice la carta que el padre envía a Casandra: “Para olvidar primero hay que conocer”.
Finalmente, aunque la potencia de Recuerdos de un reloj se haya en la riqueza de su texto, éste adquiere una fuerza impresionante en la interpretación de Natalie Nicloux, quien toca distintas notas dramáticas en una performance del cuerpo y de la voz que evidencian su calidad interpretativa y actoral, potenciados por una dirección que promueve la partitura del actor y que, pese al carácter minimalista de la puesta en escena, complejiza y vitaliza mediante elementos sencillos pero significativos, cada una de las escenas que componen la realización escénica: una maleta, una banca, un abrigo, un reloj; lo que junto a un excelente trabajo de iluminación y de musicalización, hacen de Recuerdos incompletos de un reloj un montaje necesario, interesante y reflexivo.
Citas:
[1] Investigación sobre los archivos de la Vicaría de la Solidaridad. En: http://www.casosvicaria.cl/temporada-uno/el-hombre-que-olia-a-muerte/
Jessenia Chamorro Salas es licenciada en lengua y literatura hispánica de la Universidad de Chile, profesora de lenguaje y comunicación de la Pontificia Universidad Católica de Chile, magíster en literatura latinoamericana de la Universidad de Santiago de Chile, y doctora (c) en literatura de la Universidad de Chile. Igualmente es redactora estable del Diario Cine y Literatura.
Ficha artística:
Directora: Coca Duarte
Dramaturgia: Cristian Ruiz
Elenco: Nathalie Nicloux
Producción: Bastian Panades
Diseño integral: Natalia Morales
Universo sonoro: Tomas Gonzalez
Voz en off: Rodrigo Pérez
Funciones: Desde el 25 de julio hasta el 3 de agosto de 2019.
Crédito de las fotografías utilizadas: Teatro Camilo Henríquez.