El estreno del quinto título lírico de la temporada 2019 del coliseo de calle Agustinas ofreció a su público una versión internacional estéticamente lograda, que ambientada en la políticamente convulsa Italia de la década de 1970, exhibió en su interpretación un notable desempeño de la Orquesta Filarmónica de Santiago, la cual estuvo dirigida por el maestro español José Miguel Pérez-Sierra. Las funciones se extenderán hasta el próximo viernes 11 de octubre.
Por Deysha Poyser
Publicado el 7.10.2019
Este sábado 5 de octubre, después de diez años y en el mismo lugar, fue el estreno del elenco internacional de la ópera buffa La italiana en Argel de Rossini en el Teatro Municipal de Santiago. Un drama gioccoso en dos actos que dura dos horas y media en total y que será exhibido en su versión internacional y estelar los cinco días de esta semana que comienza.
Fue estrenada en mayo de 1813 en el Teatro San Benedetto por un jovencísimo pero ya reconocido Rossini. Tenía 21 años en el entonces Reino de Italia por orden napoleónica. Escrita en tiempo récord, esta pieza cuenta la historia de una hermosa mujer italiana que dejando atrás su amada patria, va al rescate de un amor capturado por las costas africanas, liberando en el camino a esclavos y mujeres del yugo de un bruto con tretas tan ridículas como efectivas.
Se ve que la ligereza y el humor característico de las óperas que llegan de Rossini a nuestros días es el resultado de una serie de innovaciones musicales que, contrario al sentido común, reforzaron el carácter dramático y emotivo de sus pasajes. En este sentido, un rasgo notable es la presencia y personalidad del coro, ejecutado con mucha gracia bajo la batuta de Jorge Klastornick, una presencia infrecuente para el género que nos recuerda en sus funciones a los coros griegos que darían una suerte de participación al público con sus propios juicios y acciones. El coro de esclavos italianos es probablemente uno de los cuadros más solemnes y sorprendentemente políticos, anhelantes de su patria se entregan a Isabella, reconociendo en ella el coraje y el arrojo necesario cuando la fuerza es una desventaja.
A sólo meses de estrenar su exitoso Tancredo, para el cual pidió expresamente reemplazar el típico final feliz por el final originalmente trágico de Voltaire, Rossini asumió el trabajo de La italiana… donde la protagonista (para contralto), Isabella (la talentosa mezzosoprano Victoria Yarovaya) es vertebral en esta historia cómica de rescate invertido: la mujer no es liberada sino la que libera y así, determinante del destino de todos a su alrededor. Sus seis arias y dos duetos son de enorme presencia, ofrecen momentos de quiebres dramáticos que gatillan nuevas acciones en la historia, exigiendo de la cantante versatilidad: amplio rango vocal y una actuación emotiva capaz del contraste entre humor y drama. Este tratamiento es novedoso para la estructura tradicional de las buffas; más rápidas y de emociones sencillas cuyos cuadros solistas lucen un virtuosismo aislado y a la espera del enmarque de aplausos.
El resto de los personajes, en particular los varones, contrastan con Isabella. Encarnados por el estentóreo y carismático bajo barítono Pietro Spagnoli como el bey Mustafá, el difícil por agudo registro que exige Lindoro en voz de Anton Rositskiy y el cobarde de Taddeo, en la voz de Orhan Yildiz son cómicas representaciones que exageran la ineptitud de modelos masculinos fallidos. Los roles secundarios de las mujeres tiene una dramaturgia más bien plana; la dama otomana Elvira por la soprano Patricia Cifuentes y Zulma, su esclava por la mezzosoprano Cecilia Pastawski, si acaso evolucionan, lo hacen muy sutilmente y en este sentido cabe destacar el trabajo de montaje, en particular el vestuario por Monse Catalá que permite apreciar mejor la influencia que Isabella ejerce en estas tiranizadas mujeres. Toda la moda de los 70, remisión directa a la segunda oleada del feminismo que nos recuerda a la Italia que gana en los referéndums en favor del divorcio, es de a poco adoptado por estas sometidas mujeres; nuevos ademanes y tacones vistosos.
A su vez, un escenario limpio y dinámico en su coreografía, fue sucesivamente subdivido en planos y sectores que terminan contando sus propias historias, induciéndonos una sensación voyeurista que refuerza la individualidad de sus personajes, en particular los femeninos que gozan de mayor intimidad. En este sentido las decisiones del regisseur, el chileno Rodrigo Navarrete parecen ir en concordancia con el carácter actual y crítico que él ve en esta obra; la parodia de enfrentar lo masculino y lo femenino como oportunidad de representar situaciones reales.
Sin dudas, uno de los aspectos más llamativos de esta pieza es el trabajo de orquesta. De gran fuerza psicológica, logra en pasajes claves como el final del primer acto, incorporar la voz humana como un instrumento más, donde es posible apreciar y al unísono las cualidades de cada cantante; sin palabras ni narrativa más que la confusión que esta bella mujer suscita, un esquizofrénico diálogo surge como una marea que aunque breve en escena hacen más de cien páginas de partitura.
Estéticamente lograda; para experiencia del que ve y oye, puede captar el contraste, la buena sombra que todo buen o mal chiste intenta hacer. La sencillez del libreto y sus caricaturas, nos ayuda a ver y sin mayores pretensiones esa distancia que el humor precisa para hacer de crítica. Ya se ha dicho o se dirá que Isabella es un arquetipo feminista, pero si acaso puede tener algún filo crítico su rol, lo tiene en complicidad de un público que asiste al théatron, ese antiguo espacio de visión que incita antes que al juicio, a la propia identificación en la siempre más grande trama del destino.
Deysha Poyser es licenciada en ciencias biológicas de la Pontificia Universidad Católica de Chile, y actualmente es tesista de la misma casa de estudios a través de su programa de licenciatura en estética. Sus intereses e investigaciones académicas y personales se enmarcan en una preocupación por una reflexión fenomenológica consistente sobre lo vivo, la vida, la subjetividad y la experiencia. Cultiva su amor por las artes en su tiempo libre.
Crédito de las imágenes utilizadas: Teatro Municipal de Santiago.