En cierto modo, una lectura apresurada del filme puede llevar a la idea de que su protagonista es el producto de la explotación liberal, el clasismo y la invisibilidad de los pobres y de los perdedores. Pero en verdad, ni tiene ideología, ni representa otra cosa que su exasperación (y la colectiva), frente a un discurso que tiene en la violencia la marca de sus ideas.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 7.10.2019
La impecable interpretación de Phoenix quizás deprime un guion y dirección que hace de esta historia del Guasón (Joker) una obra maestra. Es de las raras ocasiones en que un filme parece hecho a la medida del protagonista (Phoenix) y en realidad no lo es. Una película que tiene reminiscencias anti liberales, en un discurso oportunista y confluyente con las protestas mundiales. Aunque Gotham sea ficticia, resume la naturaleza de Nueva York, Chicago y Pennsylvania. Una identidad conflictiva, azotada por las crisis sociales, la miseria (sin recolección de basura) y los problemas de la delincuencia del Estados Unidos profundo. Con una mirada crítica acerca del papel de la prensa, representada en el personaje de Robert DeNiro, como presentador de un programa televisivo, la película muestra la degradación del personaje central, Arthur Fleck (Joaquin Phoenix) encerrado entre su madre y la soledad, que parece que viviera y no lo saben los demás. Personaje mínimo, sufriente, y cuyas sucesivas derrotas y humillaciones van acentuando sus rasgos psiquiátricos hasta dejar de sentir pena y abrirse totalmente a la indolencia de sus actos como equilibrio del mal exterior.
El quiebre sicológico de quien se sabe enfermo y quiere que los demás lo aprecien, es un proceso gradual que recuerda el mejor filme de Scorcese, más que los excesos (y raccontos) de Tarantino. Aquí el relato es lineal y en cierto modo ineluctable, toda vez que las humillaciones son producto de las propias debilidades del personaje, pero potencian su desvalidamiento. La presencia de una psicóloga no logra reducir la ansiedad, mientras la ausencia de una compañera va siendo llenada por una vecina, cuyos gestos y actitudes parecen tender al lado oscuro de las fuerzas mentales que le atormentan.
A través de una cuidada fotografía (Lawrence Sher) y dirección (Todd Phillips), Gotham es reflejada como un contraste absoluto de posibilidades. Si en otras películas Estados Unidos ha sido reflejado como una historia de oportunidades, en esta es una tierra sombría donde ricos y pobres disputan sus vidas, unas como pletóricas de éxito, y otros como un mar de ínfimas conquistas. Y en esto, Arthur sortea la adultez viviendo con su madre (cuestión muy fuera de la norma en ese país), fracasado, y con aspiraciones a cómico que no fructifican en ninguna ocasión.
En la trama no es el quien esté mal, sino el mundo que lo rodea. En un cuaderno escrito en castellano va dejando constancia de su incomodidad en el mundo. Su odio está contenido, pero está a flor de piel en su trabajo, en su vecindario, en su relación con su madre y su alter ego que es el presentador de televisión. Ante ello, cada oportunidad perdida es una progresión hacia la locura y la venganza contra el mundo. La asistente social, que le comenta que habrá reducción de presupuesto y fin de su atención; la vecina, que desparece en la película después de una visita; y el locutor que le ningunea en vez de apoyarlo, son los eslabones de su perdición, que está prefigurada en su locura previa.
La trama deja ver esta caída libre. Anticipada por los abusos de todo tipo contra él, y la invención de una mentira de su madre que lleva hasta Bruce Wayne, el futuro Batman. En todo ello, la vida mínima, invisible, del personaje salta cualitativamente cuando en un acto de autodefensa asesina a tres muchachos acomodados que le están dando una paliza. A partir de ahí, es cuando el Guasón recobra la sensación de estar vivo y empieza su serie de crímenes.
En cierto modo, una lectura apresurada del filme puede llevar a la idea que el Guasón es el producto de la explotación liberal, el clasismo y la invisibilidad de los pobres y perdedores. Su discurso final, habiendo negado connotaciones políticas, converge con las explosiones sociales en la calle y la idea de que el justiciero que ha asesinado a tres ejecutivos es un vengador de la sociedad, es oportunista pero efectivo. Al fin y al cabo, sus asesinatos lo han transformado en un retrato de la resistencia al sistema. Pero en verdad, ni tiene ideología, ni representa otra cosa que su exasperación y la colectiva a un discurso que tiene en la violencia la marca de sus ideas. A los abusos personales, el Guasón al transformarse ha añadido una dimensión mayor. Ahora sus crímenes tendrán esos rasgos colectivos, que hacen de su demencia algo explicable y comunitario. Es, sin duda, el pórtico de Batman mejor pensado, debido a Phillips, que recuerda aquella frase de su mayordomo: “a algunos les gusta ver el mundo en llamas”.
Guasón (The Joker). Dirección: Todd Phillips. Fotografía: Lawrence Sher. Elenco: Joaquin Pohenix, Robert DeNiro. Estados Unidos, 2019. 118 minutos.
También puedes leer:
–Guasón, de Todd Phillips: Las claves del filme que remece la cartelera mundial.
–Debate: Joker: Un largometraje controversial y de múltiples interpretaciones.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Joaquin Phoenix en Joker (2019).