Esta magnífica película de ciencia ficción muestra la odisea del astronauta Roy McBride (espléndido Brad Pitt) quien afronta un proyecto espacial cuyo objetivo es salvar a la humanidad. La misión le va a enfrentar a su doloroso pasado y supondrá una auto-exploración liberadora. Del reparto cabe resaltar la participación de dos grandes actores ya veteranos: Tommy Lee Jones (H.Clifford McBride) y Donald Sutherland (Pruit).
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 10.10.2019
«No corras. Ve despacio, que donde tienes que ir es a ti mismo».
Juan Ramón Jiménez
Preliminar
Para aquellos lectores que no hayan visto este filme y quieran hacerlo: quizás sea mejor leer este artículo tras su visionado dado que en él se explican detalles esenciales de su argumento (incluido el final).
Hijo del padre
Clifford McBride es un prestigioso astronauta muy interesado en investigar la existencia de vida inteligente extraterrestre. Cuando surge la oportunidad encabeza una expedición al lejano Neptuno con ese objetivo dejando atrás a su mujer y a Roy, su único hijo. A este le promete que regresará, que regresará a por él para que le acompañe en sus investigaciones al espacio exterior. Pero nunca regresa, oficialmente la misión ha fracasado y Clifford es dado por muerto siendo considerado un héroe nacional.
Ha pasado mucho tiempo, ahora Roy también es un reputado astronauta como lo fue su padre. Se nos muestra a un hombre equilibrado, valiente y con muchos recursos que está considerado el mejor de su generación. En una de las constantes evaluaciones psicológicas a las que le someten afirma: “Estoy concentrado en lo esencial, sólo tomaré decisiones pragmáticas, no me permito ninguna distracción, no le permito a mi mente pensar en lo que no importa. No voy a depender de nada ni de nadie, no voy a ser vulnerable a los errores”. Y por ser el mejor es elegido para una expedición secreta a Neptuno para averiguar dónde se ubica la nave de su padre a quién él -y la gente en general- creía muerto. Algo ocurrió allí cuyas consecuencias sufren ahora en la Tierra en forma de amenazantes descargas electromagnéticas.
Tras el Roy equilibrado está el Roy con problemas, el hijo abandonado por el padre y que vio morir muy pronto a la madre, el hijo que por el padre ha sido astronauta, el hijo que como su padre tiene serias dificultades en sus relaciones (su mujer Eve le ha abandonado por su actitud distante). Así se define: “Siempre quise ser astronauta por el futuro de la humanidad. Me veo a mí mismo desde fuera. Sonrío, pongo buena cara, es una actuación”. O la carga heredada del padre, el buen hijo que busca agradar-emular al padre. Y el verse desde fuera que entiendo como imagen del alejamiento de sí mismo en el que “vive” fruto de esa carga, de ese mimetismo en el cual se encuentra atrapado. En este sentido resulta simbólica la imagen del astronauta con su traje aislante que le impide-dificulta el contacto directo, el sentir íntimo.
Roy -como Clifford en su día- va a emprender un viaje-exploración a lo más lejano de la Tierra, y esa exploración del espacio exterior va a ser paralelamente una exploración de su propio espacio interior, de él mismo. Gray remarca esa auto-exploración utilizando brillantemente el recurso de su voz en off o los pensamientos que continuamente afloran en Roy durante tan largo viaje. Y el realizador también nos muestra la artificialidad de las colonias humanas en la Luna y Marte (en las que se encuentra a faltar la biodiversidad terrestre), lo cual entiendo como un modo de reflejar que ese alejamiento de la naturaleza Tierra favorece el alejamiento de la propia naturaleza humana de esas personas.
Descubriéndose
Antes de iniciar la misión Roy tiene que grabar un mensaje para alguien próximo. Lo dirige a Eve pero en su bloqueo emocional tiene muchas dificultades para expresarse, sólo le sale un: “Quería decirte que no quería que te fueras”, que seguidamente decide borrar. Y le vienen a la mente imágenes con su amada: “He metido la pata muchas veces en mi vida, hablé cuando debí escuchar, fui duro cuando debí ser amable. Hice la promesa de siempre ser honesto pero no lo fui”, se dice consciente de sus errores. Eve es la encarnación del amor que hay en él, ella está siempre presente, ese amor es el que le anima y le animará a superarse.
En pleno viaje se ven obligados a atender una nave que pide auxilio, allí un primate de laboratorio ha atacado a la tripulación causándoles la muerte y hace lo mismo con un miembro de la expedición. Roy resulta ileso pero la furia del animal le despierta el recuerdo de la propia rabia vivenciada. Así dice: “El ataque estuvo lleno de ira, entiendo esa ira, he visto esa ira en mi padre y he visto esa ira en mí porque estoy enojado, él nos dejó. Pero cuando yo veo esa ira la aparto, la suprimo, lo único que veo es dolor y sufrimiento. Creo que eso me bloquea de toda relación, de unirme con los demás, de relacionarme con alguien, y no sé cómo superar esto, cómo arreglarlo. Me preocupa y no me gusta ser así, no quiero ser mi papá”. En Roy está el darse cuenta de su bloqueo, el darse cuenta es el necesario primer paso para el cambio que tanto desea.
Ya en una base en Marte, vemos como Roy graba mensajes para enviar a su padre con el objetivo de localizar su posición. Ante las no respuestas, él decide improvisar uno hablándole desde el corazón recordándole momentos vividos juntos y le habla de que eligió una carrera que él hubiera aprobado: ha dedicado su vida a la exploración del espacio. Ahora sí que el padre responde, ya lo tienen localizado.
Pero la agencia espacial no cuenta con él para ir a Neptuno, creen –así es- que está implicado emocionalmente. No obstante gracias a Helen -una mujer que conoce toda la verdad de lo ocurrido- sabrá que Clifford mató a todos los demás tripulantes (ellos querían regresar a la Tierra contra su empecinada voluntad de seguir hasta encontrar señales de vida extraterrestre). Y ella le ayudará a colarse en la nave cuyo objetivo es explosionar la del padre para acabar con la amenaza que desde ella se genera.
Debido a esa irrupción, Roy -muy a su pesar- provoca la muerte de los tripulantes de la nave hacia Neptuno, hace lo mismo que hiciera el padre en la suya. Hijo y padre comandando naves solitarias, hijo y padre en sus soledades, hijo y padre que se van a reencontrar. Y la elocuente voz en off: “Al final el hijo sufre los pecados del padre”.
Se encuentran, Roy accede a la nave del padre y allí está él con rostro de anciano cansado. Pero a pesar de ello se muestra arrogante, diciéndole: “El capitán siempre se hunde con el barco”. Roy le propone solucionar el problema de la descarga electromagnética y volver a casa. Pero Clifford le responde que él está en casa y le habla con frialdad sobre que en ningún momento ha pensado en su familia, que sabía que la madre no lo resistiría y él acabaría huérfano, que ellos no le importaron para nada.“Ni vuestras pequeñas ideas”, remata con engreimiento. Clifford se cree superior a todos, en este sentido resulta muy simbólica la imagen del diálogo en la que el padre está situado en un piso más elevado que el hijo. Roy roto y entero a la vez afirma que ya lo sabe y sube hacia él para -mirándolo fijamente- decirle un sentido: “Aún así te amo”, al cual el padre responde apartando la mirada.
Clifford no quiere regresar, inicialmente rechaza la mano que le ofrece su hijo. Finalmente accede aunque intenta seducirle hablándole de su valor y de lo bien que trabajarían los dos allí en su proyecto. “Debemos de encontrar juntos lo que la ciencia dice que no existe, no me dejes fracasar Roy”, le dice en su ceguera egoísta. Y el hijo amorosamente -“a pesar de” tanto desamor paterno- le comenta y se comenta: “Papá no lo has hecho, ahora sabemos que estamos solos”. La respuesta entiendo que es una inteligente forma de ver las cosas desde otra perspectiva para intentar lograr que el padre sienta el éxito que tanto anhela y a la vez es una metáfora de la soledad en que ambos se encuentran.
Pero aunque Roy logra sacar al padre de la nave, este se deja ir arrastrándole en su caída. Padre e hijo simbólicamente atados hacia la muerte, no obstante Clifford no quiere que Roy siga atado a su suerte y le pide que le suelte. Roy -muy a su pesar- lo permite y ya definitivamente sin padre grita desesperado, la voz de su pensar se pregunta: “¿Por qué continuar?, ¿por qué seguir intentando?”, mientras observa –observamos- la belleza y la grandiosidad del espacio con el imponente Neptuno y su fulgor azulado. O la inmensidad de Todo versus la pequeñez de uno que tanto puede ayudarnos a relativizar nuestras heridas.
Y decide regresar recordando a su padre: “captó mundos sublimes pero sólo veía lo que no estaba ahí, ciego a lo que tenía enfrente”, se dice entendiéndolo, se dice perdonándolo, se dice liberándose mientras simbólicamente aprovecha la explosión de la nave paterna para salir impulsado de regreso al hogar.
Renaciéndose
Roy ha cumplido con su misión –la de la humanidad global amenazada y la de su propia humanidad adormecida por la alargada sombra paterna- y regresa a la Tierra. La cápsula cae en el agua y allí van a buscarlo, le alargan una mano como él hizo con su padre, pero Roy sí la acepta de buen grado, sonríe al saberse de nuevo en casa. Todo como imagen de que para nuestro protagonista este regreso a la Tierra es un renacimiento liberador, una nueva oportunidad de vida tras entender aquello que le impedía ser, que le impedía relacionarse plenamente. Ahora ya no es hijo del padre, ahora puede ser él mismo puesto que ha entendido la carga heredada, ha visto la verdad de quién era su padre y aunque no ha podido salvarle de su ceguera –él escogió no regresar, no afrontar todo lo que este regresar le supondría- sí que ha podido entenderle y entenderse. Y ese entender le da la oportunidad de renacer siendo él mismo, no una sombra del padre que eligió buscar vida fuera antes que compartir la vida dentro con su familia.
Así lo expresa Roy al final: “Estoy consciente de mi entorno y de aquellas personas que me rodean, estoy alerta, me concentro en lo esencial excluyendo todo lo demás. No tengo idea de qué deparará el futuro y eso no me inquieta. Me apoyaré en los más cercanos a mí (mientras vemos a Eve) compartiré sus cargas y ellos las mías. Viviré y amaré”. Toda una declaración de principios de un hombre renovado que está dispuesto a vivir sin las comillas del pasado.
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–Ad Astra: Hacia las estrellas: La soledad del cosmos.
Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Un fotograma de Ad Astra (2019), de James Gray.