En esta extraordinaria novela, la escritora argentina logra tomarle el pulso a un lenguaje lírico y popular, un efecto de hibridez en donde el texto cobra su mayor potencia, pues esta historia que podría ser negra o policial (pero sin los convencionalismos propios del género) alcanza su máxima ebullición política en los giros de un lenguaje que nunca alcanzará para registrar todo el horror de un Buenos Aires espectral.
Por Joaquín Escobar
Publicado el 19.12.2019
Cometierra (Editorial Sigilo) se está erigiendo como una de las mejores novelas argentinas del 2019. Lo que partió como un secreto a voces entre pequeños círculos de lectores, terminó masificándose, acaparando la atención de especialista y escritores que aseguran que estamos ante un ejercicio único en el que los fantasmas se fusionan con la tierra en busca de respuestas olvidadas.
Escrita en primera persona, Cometierra narra la vida de una adolescente que posee algo así como un don. Lo que a primera vista podría parecer una charlatanería propia de las sociedades occidentales adeptas al misticismo, es absolutamente todo lo contrario, pues Dolores Reyes (Buenos Aires, 1978) en su debut literario, construye un relato tan dulce como brutal en el que la ternura de la protagonista contrasta con la brutalidad en la que está inmersa.
Cada vez que Cometierra se pone a comer tierra tiene visiones de mujeres asesinadas. Al engullir pedazos de piedras puede saber dónde está una persona, y si se encuentra viva o muerta, es una especie de oráculo en medio de una Buenos Aires poseída por las neo-desapariciones.
Antes de abandonar el colegio por voluntad propia, Cometierra hizo un dibujo que retrataba el lugar exacto en el que Ana, una profesora que estaba desaparecida, había sido mutilada. La policía acude al lugar y encuentra exactamente el mismo escenario que la niña había descrito. Un par de días después, mientras su vida se debate entre cervezas y videos juegos, una desconocida toca su puerta. Es una mujer burguesa que está desesperada, y que con un fajo de billetes bajo el brazo le pide a Cometierra que la ayude a encontrar a su hijo desaparecido. Las búsquedas crecen y se multiplican, desde la ruralidad de la periferia hasta un viaje al Tigre, todo está inmerso en un Apocalípsis brutal dentro del cual el Estado no tiene interés en inmiscuirse.
A medio camino entre Pedro Páramo y la parte de los «Crímenes» en 2666, de Roberto Bolaño, la novela es una capa de violencia sobre más violencia. Mujeres muertas, niños desaparecidos y policías cómplices y corruptos, sirven de coro para tratar y retratar un tema terrible sin llenarlo de lugares comunes.
Dolores Reyes en esta extraordinaria novela, logra tomarle el pulso a un lenguaje lírico y popular, un efecto de hibridez en donde el texto cobra su mayor potencia, pues esta historia que podría ser negra o policial (pero sin los convencionalismos propios del género) alcanza su máxima ebullición política en los giros de un lenguaje que nunca alcanzará a registrar todo el horror.
Joaquín Escobar Cataldo (1986) es escritor, sociólogo y magíster en literatura latinoamericana. Reseñista del diario La Estrella de Valparaíso y de diversos medios digitales, es también autor de los libros de cuentos Se vende humo (Narrativa Punto Aparte, 2017) y Cotillón en el capitalismo tardío(Narrativa Punto Aparte, 2019).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Editorial Sigilo.