«Memento», de Christopher Nolan: El deber de recordar

El escritor y juez chileno realiza su tercera entrega como columnista cinematográfico, en un texto que comienza a dar forma al volumen que durante el próximo año lanzarán en conjunto el Diario «El Heraldo» de Linares y «Cine y Literatura», con la integridad de estos artículos.

Por Víctor Ilich

Publicado el 20.12.2019

Toda manipulación puede comenzar con información incompleta. En el año 2000, Christopher Nolan plasmó en la pantalla grande la historia de un hombre que busca vengar a su esposa, violada y asesinada.

La narración es llamativa, ya que apela a la memoria del protagonista y del espectador mientras se va construyendo la trama. Uno de los aspectos relevantes es cómo se manifiesta la tendencia natural del ser humano de escoger y preferir todos aquellos elementos, antecedentes o pruebas que reafirmen y corroboren nuestra interpretación sobre un hecho o idea. Esto se conoce por los psicólogos como el sesgo de confirmación de Wason.

En otras palabras, el protagonista de Memento encuentra lo que quiere encontrar, al igual que nosotros. El que busca siempre halla. Pero no necesariamente lo que hallemos es lo que debemos encontrar.

Por ende, es necesario considerar que todo lo que vemos abarca lo que dejamos de ver.

Y lograr reafirmar nuestra percepción de la realidad tampoco significa que percibamos toda la realidad o que nuestra percepción sea la adecuada. En efecto, conocemos algo en la medida en que sea susceptible de conocer; y a alguien, en la medida en que se deje conocer, qué tan dispuesto está de mostrar su realidad. Qué aspecto de su realidad: social, económica, moral, intelectual o sexual.

Es así como omitir información con el objetivo de ocultar una mala intención, aquella intención que busca dañar, quitar o destruir algo o a alguien, o su imagen, es la semilla que todo manipulador sabe plantar.

Por eso el protagonista de este filme recopila datos, atesora registros evitando ser manipulado por falta de información. En el mejor de los casos, al igual que nosotros.

Toda manipulación puede implicar tergiversar la verdad. Ya lo dijo Residente, el cantante de Calle 13: “Una noticia mal contada es un asalto a mano armada”. La interpretación errada sobre un hecho afecta nuestro accionar, dejándonos a merced de quien nos quiera influir o derechamente controlar. El controlar algo o a alguien siempre implica imponer una voluntad, y en el ámbito de las personas, toda imposición es ajena a cualquier acuerdo y un vicio a la autonomía que da la libertad.

El protagonista de esta película fue víctima de delincuentes, quienes entraron a su casa de noche y uno de ellos, según nos enteramos, violó a su esposa, la que murió, y al percatarse su marido del asalto fue estrellado contra un mueble, lo que provocó su pérdida de memoria a corto plazo.

En su camino de venganza, la que llamó justicia, descubrió que fue engañado por un policía corrupto, quien paradójicamente le dijo, al parecer, la verdad sobre los acontecimientos vivenciados y cómo murió realmente su esposa.

Advirtió el protagonista que el policía era corrupto y tanto él como nosotros nos enfrentamos a la falacia del argumentum ad hominem, en otras palabras, un argumento contra la persona a fin de desacreditar lo aseverado por esta utilizando como elemento de ataque, para denostar, alguna circunstancia del ámbito personal: el policía era corrupto…, pero pudo haber estado diciendo la verdad en esta ocasión. Esto complejiza la interpretación de un hecho, por ende, habrá que recurrir a otros indicios, elementos o antecedentes para discernir lo real y no dejarse manipular.

El protagonista, al igual que nosotros, conocía el poder de las estadísticas y se transformó en el resultado del margen de error: cometió varios errores. Toda circunstancia (característica accidental de tiempo, lugar y modo) impone límites, y cuando se desatienden estos, el análisis o interpretación adolece de imprecisión y la imprecisión es amiga de la manipulación.

Toda manipulación puede estar construida sobre la base de una mentira: derechamente inventar un hecho inexistente o a partir de un hecho existente interpretarlo erróneamente con la finalidad de engañar. Solo engaña aquel que conoce la verdad.

Y toda verdad también tiene sus límites, la certeza de una ecuación no es igual a la certeza de conocer una montaña, ni a una persona, sea cercana o no.

El protagonista fue manipulado y usado para asesinar, y aun conociendo su propia susceptibilidad agudizada por su padecimiento neurológico, no lo pudo evitar, porque frente a la mentira, ni la soledad ni el aislamiento son buena compañía. Peor aún si se está entre lobos siendo cordero.

Toda manipulación puede distorsionar nuestra percepción de la realidad. Y una percepción errada concatena una interpretación errada, para finalmente desencadenar una acción u omisión inadecuada.

El protagonista, al parecer, mató a su esposa por error.

¿Christopher Nolan nos habrá querido persuadir o manipular?

¿Cuál es, entonces, la diferencia entre persuadir y manipular? El deber de recordar… recordar que el egoísmo ahoga incluso a los peces, ya que el agua de la pecera es solo para uso personal, según refieren.

Todo esto me hizo rememorar que hace unos días una mujer adulta, luego de explicarle en qué consistía un acuerdo reparatorio en materia penal, realizó una de las preguntas más brillantes que he escuchado ante el estrado: ¿Es decir, magistrado, que debo escoger entre lo que me conviene frente a lo que es justo?

Y también recordé que la justicia humana tiene límites, fisuras y paradojas. No respondí a su pregunta cerrada: por una parte, no la podía asesorar; por otra, haberle dicho que eligiera lo que le convenía no se condice con lo que encarna la imagen que representa un juez: la expectativa de justicia. Y aún si decía que buscase lo justo, podría generar falsas expectativas, fue así como solo le dije que había realizado una muy buena pregunta. Ella finalmente eligió lo que le convenía. El mejor medio para su mejor fin: vivir en paz sin la incertidumbre al resultado de un juicio que no sabía si ganaría o si la verdad de los hechos se hubiese logrado demostrar.

Exigir justicia es loable y necesario, pero las circunstancias del caso concreto (su contexto) siempre imponen sus límites, que obligan a la prudencia al actuar. Aunque no siempre actúe, es nuestro deber el recordar: frente a la justicia perfecta, todos somos imperfectos. Y el que esté libre de deudas que lance, entonces, la primera cuota o el primer crédito.

Finalmente, Memento me persuadió a recordar que la justicia y la verdad nunca pueden ser usadas como armas cargadas a tontas y a ciegas, porque cuando la memoria falla, se manifiesta la ceguera.

 

Víctor Ilich (Santiago de Chile, 1978). Egresado del Instituto Nacional «General José Miguel Carrera» y de la escuela de derecho de la Universidad Finis Terrae (Chile), en la cual estudió becado. Es abogado y juez titular de un juzgado de garantía en la Región de O’Higgins.

Es autor de más de una docena de obras literarias, tanto reflexivas como poéticas, entre ellas se pueden destacar La letra mataDisparatesCada día tiene su afán y El silencio de los jueces.

Durante el año 2018 dirigió el taller literario “Ni tan exacto ni tan literal”, impartido a otros jueces penales y como fruto de ese trabajo se editó el libro Duda, un conjunto de relatos breves escritos desde la perspectiva de la duda, que buscan la reflexión en el ámbito judicial.

Actualmente, es columnista en el Diario El Heraldo de Linares, de la Séptima Región del Maule.

 

 

 

Tráiler:

 

 

Imagen destacada: Guy Pearce y Carrie-Anne Moss en Memento (2000).