Proyectada en el Festival de Cine de Las Condes 2020, la cinta de época del realizador italiano Lars Kraume -se encuentra ambientada en el Berlín Oriental de la década de 1950-, es nada más que correcta en su formulación técnica, y su espectador echa en falta más audacia artística y dramática a la hora de conjugar su factura literaria.

Por Felipe Stark Bittencourt

Publicado el 10.1.2020

Cinco años antes de la construcción del Muro de Berlín, en un colegio de Alemania del Este, una clase que está por graduarse vota por guardar dos minutos de silencio en honor a las víctimas que dejó la Unión Soviética en la Revolución de Hungría (1956). El gesto por su aparente traición al socialismo irá escalando hasta que ponga en jaque a toda la comunidad estudiantil.

Los jóvenes que propusieron el homenaje son Theo (Leonard Scheicher) y Kurt (Tom Gramenz), dos buenos amigos que suelen viajar al lado occidental para colarse a los cines, visitar la tumba de un abuelo y vivir un momento de libertad frente a las restricciones que padecen en su propio contexto.

Basándose en una historia real a partir de un libro de Dietrich Garstka, el director Lars Kraume da cuenta de este difícil período en la historia alemana a través de un relato cuya principal fortaleza es el juego de lealtades y traiciones entre alumnos y familiares. Abre así la reflexión a la libertad de expresión, el interés colectivo por una causa en común y la lucha por las convicciones personales, pero despachando cada idea con celeridad y sin muchos miramientos.

Los personajes, pues, están en función de un guion de ideas claras y evidentes, aunque a veces algo esquemáticas en su presentación. Ninguno es blanco como el papel y tampoco tienen un desarrollo más allá que el ofrecido por el guion. De este modo, el debate que la película levanta se ve más complejo de lo que es, pero no alcanza a ser más; la situación en la que se han metido los alumnos es peligrosa y pone en riesgo no solo el futuro de cada uno, sino el de sus propias familias. En Alemania del Este si no estás con el Partido, estás contra él y cualquier acción sospechosa puede derivar en el ostracismo.

Por lo mismo, La revolución silenciosa (2018) es también un thriller que busca conjugar el relato individual con el social. Tratándose de una época difícil, uno pensaría que la película evitaría las salidas fáciles. Eso en cierta forma sí lo consigue al separar las aguas decididamente entre un bando y otro, pero manteniendo un grado de humanidad en todos los personajes, incluyendo a los antagonistas de turno, sean políticos o los padres de algún alumno.

Esto, porque Kraume entiende que está frente a un material delicado y por eso es precavido. Su largometraje, entonces, es correcto y de ejecución pulcra, lo cual equivale a decir a que cada departamento —fotografía, música, sonido, etcétera— funciona adecuadamente para transmitir lo mejor posible la historia de esta comunidad hecha a partir de mentiras y traiciones. Y, aunque su relato histórico resulta novedoso, no parece aspirar a más. En ese sentido, si bien impacta y entretiene, La revolución silenciosa también es convencional y trivial en su confección.

La revolución silenciosa fue proyectada en Chile en el contexto del Festival de Cine de Las Condes 2020, el cual se presentará hasta el próximo domingo 12 de enero en el rosedal del Parque Araucano de la citada comuna.

Felipe Stark Bittencourt (1993) es licenciado en literatura por la Universidad de los Andes (Chile) y magíster en estudios de cine por el Instituto de Estética de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Actualmente se dedica al fomento de la lectura en escolares y a la adaptación de guiones para teatro juvenil. Es, además, editor freelance. Sus áreas de interés son las aproximaciones interdisciplinarias entre la literatura y el cine, el guionismo y la ciencia ficción. También es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.

«La revolución silenciosa» (2018)

Tráiler:

Imagen destacada: La revolución silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer, 2018).