El filme del director brasileño -que se exhibe a través de la plataforma Netflix- retrata con gran credibilidad audiovisual y dramática los hechos que habrían antecedido a la renuncia del alemán Benedicto XVI como Pontífice Romano en ejercicio, a principios de 2013, en un acontecimiento que precipitó la elección en el cargo supremo de la Iglesia, del entonces arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio.
Por Cristián Garay Vera
Publicado el 13.1.2020
La pulcra dirección de Fernando Meirelles acompañada de una fotografía ad hoc de César Charlone, son el complemento al guion de Antohny McCarten, autor del libro The Pope, hace de las conversaciones entre Benedicto XVI, Papa entonces, y el cardenal Francisco Bergolio, un material de improbable interés masivo, un interesante relato sobre las conversaciones suscitadas en 2012 entre ambos. Una película que retrata con maestría las personalidades de ambos, iniciadas con un dialogo áspero y franco, lleno de disensiones, hasta transformarse en confianza sobre el papel de cada cual para salvar a la Iglesia Católica en momentos de turbación. El humor de Bergolio hace un buen contraste con la rotundidad de Benedicto XVI.
Hay que agradecer el esfuerzo del guionista, Antohny McCarten, autor del libro The Pope, en que se basa esta película, que transforma contiendas teológicas y pastorales en un material de interesantes reflexiones, en un ambiente donde la tensión se manifiesta en sordina a través de dos delicados episodios, el apoyo al Padre Maciel de los Legionarios de Cristo, en el caso de Benedicto, y la complacencia de Bergolio en los años de la dictadura militar argentina.
Pero, además, tiene la presencia de dos grandes actores, un contundente Anthony Hopkins como Benedicto XVI y un Francisco Bergolio interpretado por Anthony Price, de sorprendente parecido físico. El guionista capta los caracteres, y el espíritu argentino de Bergolio que futbolero y locuaz se tropieza con un teólogo seco, sin ánimo de bromas, y que se considera el perro guardián de la Iglesia.
La tensión entre un pastor y un contemplativo, a duras penas a cargo de la Iglesia, tiene que ver también con cierta mirada menos complaciente en uno que en otro, acerca de los lujos y prebendas del cargo. Una reforma que Benedicto intuye que no hará él, y que en búsqueda de una señal superior encuentra en Bergolio como candidato a efectuarla. Aunque hay temas muy en soslayo, el Banco Vaticano y los deslices de un oficial de la seguridad pontificia, es indudable que el cuadro de zozobra institucional está de fondo. Los abusos a menores también están sobre una contienda en que uno pone más el acento en el perdón y el otro en la reparación a las victimas. Tensiones que en el argentino son puestos de modo más práctico, y en el Papa alemán encuentran muchas sutilezas útiles para la disquisición, pero menos aceptables en un mundo con masas de opinión publica y de medios informativos.
La captura del periodo de transición entre un Papa que va a renunciar y otro que no quiere asumir el liderazgo del proceso de renovación, es bien trabajada por el director. Ambos personajes son duros, graníticos y aparentemente no conciliables. La edad no tiene nada que ver son su férrea voluntad de disputar sobre lo sagrado en su esencia más pura. No se trata de dos adultos mayores en el seno de su decadencia, sino todo lo contrario, de su lucidez y poder para entenderse portadores de Cristo pero también seres vulnerables y falibles. En la película se retratan con atención los sinsabores de Bergolio con la Compañía de Jesús, los cuales están bien retratados, versus la ninguna mención (salvo críticas al aire) del pasado como soldado alemán en la II Guerra Mundial de Benedicto XVI.
¿Hay arrepentimiento en sus descripciones? Al parecer sí, y mientras ello ocurre la película gana en sutilezas. Filmada de modo calmo, en un ambiente que se evidencia cortesano, quizás en las antípodas de un mundo cada vez más plebeyo, laico y ciudadano, la película prende de modo gradual y envuelve para un episodio como el de la renuncia del Papa y la elección de Bergolio como Francisco I.
Sorprende, por otro lado, una banda musical (Bryce Dressner) tan disonante, ex profeso, para los episodios descritos. Aunque los mejores giros son para el tango, contrastan las letanías atávicas del ora pro nobis, con el tango como telón litúrgico del nuevo Papa. Quizás, son las lecciones que Meirelles aplica para llegar al pueblo litúrgico y a esta masa comunicacional y que se reflejan en que a pesar de lo excesivo del Papa “argentino”, no pierda cierta frescura como voluntad de cambio para una institución, dos veces milenaria.
Los dos Papas. Dirección: Fernando Meirelles. Guión: Antohny McCarten. Música: Bryce Dressner. Fotografía: César Charlone. Elenco: Anthony Hopkins, Jonathan Pryce, Sidney Cole, Lisandro Fisk, Juan Miguel Arias, Thomas D. Williams. 2019, Netflix. Basado en The Pope de Anthony McCarten. 125 minutos.
También puedes leer:
–Los dos Papas, de Fernando Meirelles: La Iglesia caduca.
–Los dos Papas: No fuimos valientes.
Cristián Garay Vera es el director del magíster en Política Exterior que imparte el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios de la cual además es profesor titular.
Asimismo es asesor editorial del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Anthony Hopkins y Jonathan Pryce en Los dos papas (2019).