Entepach 2018: Una instancia dramática y regional que trasciende las fronteras locales

El principal escenario Municipal de Chillán ha sido remodelado, obteniéndose como resultado un recinto que en capacidad técnica alcanza un primer nivel, con la posibilidad de contener a un público cercano a las mil 200 personas, y provisto de un foso para orquesta y una parrilla de luces envidiable, lo cual comprende un gran cambio para el edificio en cuanto a la calidad que puede ofrecer para sus espectáculos. Ese fue el contexto de renovación urbana en que se desarrolló la vigésimo tercera versión del tradicional Encuentro Internacional de Teatro de la ciudad, y que se llevó a cabo entre el 18 y el 23 del reciente mes de enero.

Por Faiz Mashini

Publicado el 3.2.2018

Este año se homenajeó a Claudio Arredondo, con justa razón, un año después del reconocimiento a Gabriela Medina, su madre, dando cuenta de la labor que esta familia ha ejercido en el ámbito teatral y cultural de Chillán. El mismo Claudio Arredondo recalcó que Entepach (Encuentro Internacional de Teatro en Chillán) no era un mero Festival, sino un “encuentro”, lo que se traduce en un espacio de diálogo, de reflexión y de acercamiento del teatro a la comunidad y también propicio para crear vínculos entre las distintas compañías locales y extranjeras presentes en el evento.

Justamente, celebrando los 23 años de aniversario, se albergaron en la ciudad de la Octava Región las compañías locales de Santiago, Talca, Temuco, Concepción y Chillán, e internacionales de Argentina, Australia, Colombia, Ecuador, México y Uruguay.

Pero esta instancia no fue solo de encuentro: se celebraba una conmemoración. Se saluda por parte de Entepach a Marcos Morales, tras su fallecimiento el pasado año, quien ha participado llevando a la compañía de teatro El Riel al encuentro durante varias temporadas consecutivas, pasando a ser una compañía de presencia constante en dicho espacio, saludado también por los cuadros de La Calaca antes de su función. Sumado a ello el fallecimiento de Nicanor Parra, oriundo de la ciudad, a quien no se le deja de homenajear.

El espectáculo lo abren los locales, la compañía de teatro Temachi, con la obra de Juan Radrigán, “Esperpentos, rabiosamente inmortales”, demostrando un gran avance en lo que a puesta en escena significa.

La preocupación por la comunidad lleva a que se interactúe además con el taller de teatro del Centro de Cumplimiento Penitenciario de Chillán con la obra “Instantes”, una pieza que no puede ser evaluada desde lo técnico ni lo académico, puesto que es un grupo de internos que exploran en la verdad de sus propias historias, con una capacidad discursiva que explota en emotividad, así, vemos un trabajo lleno de verdad, una real catarsis que rompe la barrera de la ilusión hacia la intimidad que nos ofrecen estos actores en un inevitable llanto por lo que se expone, por una verdad sin remedio, por la búsqueda de comprender la situación social, por entender el perdón y la aceptación, por llevar a cabo un proceso de reivindicación a partir del relato que se expresa discursivo y directo al público.

Otro aspecto de gran interés es el rescate educativo que se genera con la muestra del documental “El imaginario de Remberto Latorre” en la sala Claudio Arrau, además de el obsequio de algunos libros del mismo protagonista del documental para las compañías y el público, justamente por la necesidad de conocer la importancia en la historia del teatro nacional de dicho escenógrafo, además de su trabajo como historiador teatral.

La actriz Elida Contreras desarrolla su monólogo “Muchos rostros la misma mujer”, en una capacidad por interpretar diferentes personajes que son la voz atragantada en busca de escucha, por una justicia inclusiva y de preocupación social. El gesto modifica en la actriz al personaje, y demuestra gran alcance con la técnica vocal.

La compañía Santobordel de Concepción, insiste con la nota que vienen trabajando desde hace muchos años, con la obra “NOSS” indagan en un teatro de personajes delirantes y frenéticos, alcanzando un grado de comicidad para luego torcer su rumbo hacia el melodrama, pasando por el romanticismo en que se ven inmersos los roles.

Teatro-pella, de Temuco, nos sorprende con su propia comicidad. Con una actuación necesariamente simple y justa, y la aparición de los personajes entre religiosos y populares envuelve a la audiencia. La muerte entra en escena como un marihuanero que se reviste de carcajadas para hacer trato con el personaje principal, el “Miseria”, quien se burla no solo de la Muerte sino también del Diablo, causando gran alboroto en el destino de la humanidad por salirse con la suya, en la picardía de un popular “Verdejo” o roto chileno. No se puede dejar de mencionar la escenografía: un gran lienzo rajado e iluminado presenta todo un espacio para el imaginario en que entran y salen los personajes de Cristo, la Muerte y el Diablo.

El Riel vuelve a montar su obra La Catalina después de treinta años, con un elenco que se conforma por actores nuevos y antiguos, dirigida por Ana María López. La obra toca el tema de las caletas de pescadores artesanales, escrita en 1983 por Juan Vera Aldunce, escritor, actor y director, quien funda dicha compañía como barricada cultural en contestación a la dictadura cívico-militar, y expone los problemas que se empiezan a vislumbrar en dicha época con el abuso de los dueños de las embarcaciones y que pronto terminarían siendo las grandes pesqueras.

Expedición Teatral nuevamente demuestra un teatro de escuela enraizado en “La Mancha”, una gran capacidad física y manipulación coordinada de objetos sobre el proscenio.

Destaca “El canto del Cabrón” de la compañía de teatro La Calaca, escrita y dirigida por Franco Beghelli, la cual es realmente una obra irreverente, de gran discurso político, llena de rompimientos, donde la actuación es interrumpida por la voz del director que quiebra la ilusión, entra en escena, y tensiona los ánimos con sus actores que a la vez repiten el ejercicio para el público, establecen coreografías elaboradas que se entremezclan con un discurso denso y directo sobre el libre-mercado en una situación ridícula de auto-censura. Todo esto para terminar con la aparición de “el cabrón”, “el macho cabrío”, “el cordero de Dios”, destruyendo todo a su paso con poderes mentales semejantes a los de Darth Vader.

«Modus Vivendi de Argentina» expone el ridículo de dos personajes, el sicólogo perverso frente a su paciente, o cliente… o víctima, estableciendo un discurso ético a partir del abuso de poder entre empleado y empleador, deber y dadivosidad, confundiendo al jefe con un desgraciado explotador, hacia un generoso hombre de poder al que se le debe todo.

El festival es coronado con la participación de la compañía Amigos del Teatro, en una muestra infantil que revela realmente lo que es el teatro comunitario e inventivo, demostrando que el uso de los recursos nos puede ambientar en la ilusión de un relato onírico propio de la infancia.

Más tarde, comienza la compañía Walymai, con un genial relato interpretando un texto de Jorge Díaz. Llama la atención la sencillez con que aparece un tren en escena, solo con la irrupción de un foco frontal, una luz que parpadea, y una escalera que da la sensación de la perspectiva del riel.

Abi Quito y Oscar Vangelis de Ecuador entregaron un espectáculo que sacó lágrimas de la gran mayoría, sobretodo de sus colegas actores. Una obra sencilla presentada entre rumas de papeles de diario, encima del escenario y entre el público, con dos personajes de clown establecen la problemática del vagabundo, escarban en dicha realidad desde lo existencial, generando en ese micro-mundo la posibilidad de la creación artística; que dentro de la basura aparezcan los elementos para hacer arte, ya sea danza o pintura, y más tarde, incluso, la magia de un muñeco, en una interacción directa con el público, quienes hasta en su participación, sacan la estética del plano del escenario. El rompimiento no es un quiebre de la ilusión hacia el distanciamiento, sino una extrapolación de la ilusión hacia las butacas, y la audiencia se ve inmersa en la congoja de ser partícipe del espectáculo.

Temuco trae “El Casorio” con Teatro la Frontera, en una obra interesantísima para la revisión de nuestra identidad, desde el conflicto del Estado con el pueblo mapuche, hasta la conformación de nación, pueblo o idiosincracia del “ser chileno” en una obra compleja, pero a su vez en una actuación completa y acertiva por parte de sus integrantes. Gran desempeño de escenografía e indumentarias, El Casorio forma parte de una trilogía de la compañía direccionada hacia los rituales populares de “El Velorio” y “El Bautizo”.

 

La puesta en escena de la obra «La Catalina», que se exhibió en el reciente Encuentro Internacional de Teatro en Chillán, Entepach 2018

 

Una postal de «Eva», pieza dramática de la Compañía Caballo de Bronce, y que estuvo en cartelera en el Encuentro Internacional de Teatro en Chillán 2018

 

Imagen destacada: Montaje «El canto del cabrón» de la compañía La Calaca, obra presentada en el último Entepach 2018

 

Crédito de las fotografías: Faiz Mashini Parada