La escritora y presentadora de televisión catalana —de ascendencia india— escribió en 2004 este bello relato en torno al descubrimiento de las raíces familiares gracias al encuentro con su hermana Asha. Dos Ashas que se abrazan y se descubren, un descubrir con implicaciones más allá de sus propias historias.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 26.5.2020
«Asha y yo recorremos gran parte del trayecto cogidas de la mano, como si no quisiéramos vivir por separado estos nuevos sentimientos. Es como si cogidas de la mano nos hablásemos, y pudiésemos transmitirnos lo que siente cada una. Hay momentos en la vida en que las palabras están de más».
Asha occidental sobre su encuentro con Asha oriental
Co-razón
Hay libros escritos desde la razón y libros escritos desde el Co-razón o la razón que nos une, el Amor. Este es el caso de esta humilde obra, de este diario de viaje a los orígenes de una muchacha india que fue adoptada siendo niña por una pareja de Barcelona. Emociona cómo expresa todas sus vivencias al regresar a su tierra natal.
Anteriormente Asha Miró (1967) había escrito La hija del Ganges en el que nos relataba su primer viaje a la India. Las dos caras de la luna es su segundo libro y su segundo viaje a los orígenes. Y tal y como nos confiesa, este segundo relato supone un mayor ahondamiento en sus raíces familiares.
Asha y Asha
Asha encuentra a su hermana Asha y logra saber toda su verdad, toda la verdad. Dos Ashas, de ahí el título; esa peculiar duplicidad se debe a que el padre quiso intercambiar el nombre de sus hijas en la creencia de que la que se iba de la India necesitaba apoyo, el nombre Asha significa esperanza, el buen hombre quiso en ese cambio darle esperanza a esa niña que entregaba a otro mundo.
En realidad Asha se llamaba Usha que significa “Sol naciente”, un nombre hermosísimo que perdió por esa mudanza. Nuestra Asha conoce por qué su padre la entregó a un orfanato, por qué aceptó que la adoptaran y en ese conocer se da cuenta que él hizo lo mejor que podía hacer, que la amó tanto como a su hermana mayor con la que convivió. El buen hombre se quedó viudo y no tenía medios para criar a un bebé, las suyas fueron duras decisiones que tomó muy a su pesar porque la supervivencia de Asha peligraba. Su padre no la abandonó y eso la reconforta muchísimo.
Así describe la Asha oriental al padre que la Asha occidental no tuvo la suerte de conocer: “Baba Radhu era un hombre de paz. Conmigo no se enfadó nunca. Se ocupó mucho de mí, casi como lo haría una madre. Es el único hombre al que he visto ocuparse de una niña. Aquí no es nada habitual”. Grande Baba Radhu, grande ser padre de este modo, más aún en un entorno como el suyo.
Y más historias entrecruzadas de las dos Ashas hermanas que la barcelonesa relata con la maestría de un poeta. Especialmente el bello encuentro entre Asha y Sakubai su hermanastra que le fue nodriza —la joven tenía un bebé y prometió a su madre que la amantaría y la cuidaría— hasta que su intolerante suegro la obligó a dejar de hacerlo. Afortunadamente la mujer junto a Hari —su esposo— consiguieron que Asha pudiera ser acogida en el orfanato. Esa amorosa pareja fue decisiva en su vida.
India, otro mundo
Leyendo la obra uno se transporta a la India, ese mundo tan radicalmente distinto al nuestro, ese mundo pobre en lo material pero rico en humanidad, ese mundo en el que el compartir —entre las personas de una comunidad— es afortunadamente habitual. Para un foráneo puede resultar incluso agobiante, así describe Asha la reacción de las personas de la localidad de su hermana en su encuentro:
“La intimidad es escasa, ya que prácticamente todo el pueblo nos está mirando. Entiendo que no puedan evitarlo, pero hubiera preferido que no hubiera tanta gente. El pueblo entero está viviendo estos momentos como si también fuesen parte de su historia. Lloran y ríen con nosotras; los sentimientos se viven en comunidad: la historia de Asha también la sienten suya”.
Entiendo bello ese sentir común, esa gente que se sabe unida, hay grandeza en ese sentir de Co-razón.
Pero también ese mundo tiene sus sombras. India es un país con grandes desigualdades sociales, minorías muy minoritarias disfrutan de todo tipo de ventajas frente a la pobreza generalizada de millones de personas que tiene en los niños de la calle su más dolorosa expresión. Niños de la calle que a menudo sólo tienen como “salida” la prostitución, muy triste sombra esta.
Por eso Asha se sabe afortunada, ella ha tenido una buena vida, ha vivido en España, es ahora hija de una familia catalana, ha estudiado, tiene medios, puede viajar… Así, aunque se encuentra a gusto con su hermana y toda la familia, no se siente capaz de vivir en ese mundo, ella se siente occidental y muy a su pesar no encaja allí. No está cómoda comiendo con las manos como es su costumbre y sería incapaz de vivir en espacios como esos: “Todo es tan reducido y escaso que hasta duele describirlo”, explica con sentida empatía.
Y ante esa realidad, Asha quiere “hacer algo” para mejorar esas condiciones pero se da cuenta de que sus ideas/proyectos son occidentales y que no deja de ser una intromisión el ofrecer soluciones que no son las propias de ese mundo. Sabio pensar y sentir el de la joven barcelonesa.
Destinos, elecciones
Asha imagina cómo hubiera sido su vida de haber permanecido en la India, de haber sido su hermana la adoptada: “Seguramente sería muy parecida a la que ha vivido Asha. Tan parecida que quizás hubiera sido la misma. Y la vida de Asha habría podido ser muy similar a la mía. En todas las historias de adopción existe este punto de magia, de azar, de camino predestinado, de elección, según las creencias de cada uno, que las hace a todas especiales y únicas”.
Y el llorar sentido de Hari al darse cuenta de que lo que creyera negativo fue una bendición para su queridísima Asha, así lo expresa: “Si no hubiese sido por mi padre, ahora vivirías así, como nosotros. Tú seguro que vives mucho mejor, y ahora estoy contento”. El amor de otro gran hombre que siendo esposo de su hermanastra nodriza la quiso y la quiere como si fuera su hija, bello.
Reflexiones todas ellas sobre el a menudo extraño papel de los acontecimientos “fortuitos” en nuestras vidas, de la relatividad de lo que calificamos como “bueno” o “malo”. También consideraciones en torno a la sensación que algunos tenemos de que todo estaba escrito y sin embargo había que vivenciarlo; que era “necesario” reescribirlo, reinterpretarlo, regenerarlo. Percepciones —especialmente estas últimas— que emanan del Co-razón que nos une más allá de las apariencias.
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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: La escritora Asha Miró.