Al igual que en otras novelas suyas como «Pura pasión» o «El acontecimiento», en esta obra la autora francesa analiza literariamente la fragilidad de una intimidad, a partir de un hecho de violencia intrafamiliar, que fractura la vida de una niña de doce años: quizás, ella misma.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 15.7.2020
Con La vergüenza (Tusquets 2020), Annie Ernaux afianza su proyecto narrativo, armado por la autobiografía y la reflexión sobre la escritura como (in)válido instrumento para plasmar la experiencia en un texto escrito. Esta última publicación, traducida delicadamente por Mercedes y Berta Corral, se abre con una cita de Paul Auster: “El lenguaje no es la verdad. Es nuestra forma de existir en el universo”. Esta cita nos da una idea de cómo concibe Ernaux su propuesta.
Tal como en Pura pasión o El acontecimiento, en La vergüenza Ernaux nos muestra la fragilidad de la intimidad, a partir de un hecho de violencia intrafamiliar, que marca la vida de una chica de doce años. Las primeras páginas nos comparten el acto de violencia, de manera retrospectiva, cuando la voz narrativa ya la ha aceptado como material, y nos lleva a la mujer adulta reflexionando en torno a esta confesión frente a la sociedad, frente a otros hombres. Una confesión como esta —una confesión que busca “empatía”— se tuerce en su intencionalidad. La sobrepasa: “… les he dicho a varios hombres: ‘Cuando yo estaba a punto de cumplir doce años, mi padre intentó matar a mi madre’ […] todos se quedaron en silencio después de oírlo”.
La peculiar e ineludible relación que uno tiene como miembro de un trasfondo histórico es otro de los focos de denuncia que Ernaux disecciona. Ese desfase entre lo que nos ocurre en nuestras vidas privadas y el registro histórico–social (sociopolítico), es apuntado: “Aunque conocía la mayor parte de los acontecimientos de los que se hablaba, la guerra de Indochina, la de Corea, los motines de Orléansville, el plan Pinay, no sabía que hubieran ocurrido precisamente en 1952”. Lo más íntimo no puedo sino ser traspasado por el implacable torrente histórico, que tiñe nuestro acontecer arbitrariamente, dejando huellas difíciles de rastrear, de improbable rescate: “Pero la mujer que soy en 1995 es incapaz de penetrar en aquella niña de 1952 que lo único que conocía era su pequeña ciudad, su familia y su colegio, y que solo tenía a su disposición un léxico muy reducido. Y, ante ella, la inmensidad del tiempo por vivir. No existe una auténtica memoria de uno mismo”.
El acontecer social es otra marca que sitúa a cada individuo en su escalafón correspondiente. En el pueblo “todo el mundo vigilaba a todo el mundo” y la expectativa cívica se cursaba a través de un manual burgués de buenas costumbres. Aquí también ingresa la religión, el rol de la oración en la familia. Tenemos a la madre arribista (de hecho, el ataque hacia ella resulta de sus quejas por la situación económica y social en la que viven), una mujer religiosa (“mi madre era la religión”), cuyas lecturas transfiere a la hija con el propósito de traspasar un mensaje claro. En uno de estos textos, la niña lee: “La auténtica mujer francesa es y continuará siendo una mujer amante de su hogar y de su país. Y, sobre todo, una mujer que reza”. Cualquiera diría que estamos en la Edad Media y no en la Francia de posguerra, pocos años antes de la (supuestamente/¿superficialmente?) liberada década de los 60.
Con su característico sello reflexivo e indagatorio respecto al misterio de la escritura, Ernaux se posiciona en la tradición literaria. Recordando a Proust, dialoga con las nociones de memoria e historia. Proust, dice ella, sostiene que: “nuestra memoria se encuentra fuera de nosotros, en una ráfaga de lluvia o en el olor de la primera fogata del otoño…”. E, interviene: “la memoria no me aporta ninguna prueba de mi permanencia o de mi identidad. Al contrario, me hace sentir y me confirma mi fragmentación e historicidad”.
En La vergüenza, la voz autorial camina paralela a su propio descubrimiento narrativo. Se sorprende, se emociona y conversa con su propio exorcismo, reconociendo, con un tono que es más honestidad que resignación: “por mucha vergüenza que pueda producirme el escribir un libro, nunca estará a la altura de la que experimenté cuando tenía doce años”.
También puedes publicar:
—El acontecimiento, de Annie Ernaux: La conciencia del aborto.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro; y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island. Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Annie Ernaux (1940).