Desde su cuarentena obligada por la pandemia que tiene confinada a media humanidad, una de las principales candidatas al galardón estatal que se dirime durante las próximas semanas, se dio tiempo para hablar de sus competidores en esta instancia, de lo que significaría para ella obtener el reconocimiento, y también acerca de la grave crisis política y cultural por la cual atraviesa el país.
Por Enrique Morales Lastra
Publicado el 16.7.2020
En su fortín de los emblemáticos edificios Turri, a un costado de la Plaza de la Dignidad —un refugio que cambia a veces, algunos días, por una casa que recibe la brisa marina de Las Cruces en el Litoral Central— Carmen Berenguer (Santiago, 1946), también conocida como «La Emperatriz de la Poesía Chilena», deja en claro que no le quita el sueño recibir el Premio Nacional de Literatura versión 2020, pero que igualmente sería un triunfo político para el arte feminista ser reconocida con ese estímulo otorgado por el Estado.
Por eso, generosa y segura de sí misma como es, Berenguer no escatima elogios a quien considera también un justo merecedor del reconocimiento, de no ser premiada ella: al poeta y periodista Hernán Miranda Casanova.
Y lejos del temor a represalias leguleyas ni gubernamentales —como la artista combativa que simboliza a través de sus creaciones poéticas—, la escritora confronta a los grandes responsables de la crisis institucional e histórica por la cual atraviesa el país: a la conducción política del Presidente Sebastián Piñera y a su sostén partidario e ideológico, la colectividad neoliberal Evópoli.
Sin complejos, sin miedo, dice la autora festejada con el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2008, sobre el país que ha vivido y visto, desde el estallido social del 18 de octubre de 2019, con el encierro extendido hasta las jornadas de la pandemia sanitaria: «hacen evocar las noches de la dictadura con cautiverio nacional, toques de queda y militares en la calle. Así lo viví. Sobretodo la muerte sin nombres», confiesa.
—Tu nombre suena como uno de los favoritos para quedarse con el Premio Nacional de Literatura 2020, ¿lo ves como un hecho posible?, ¿piensas que esta es tu gran oportunidad?
—Es difícil pensarlo siquiera y es obvio en su contraparte que me sea otorgado.
—¿A quiénes de tus competidores en esta instancia, ya sean hombres o mujeres, admiras por su obra poética?, y además, ¿por qué razón artística, humana y creativa?
—A Hernán Miranda Casanova, es un poeta importante desde su primer libro Arte de vaticinar en los años 70 y me gustó mucho. Es una persona antes que poeta en su vida cotidiana, es una persona muy humana.
—¿Qué visión tienes de la actual política cultural llevada a cabo por el Gobierno de Chile, y conducida por el partido Evópoli, cuyo presidente es Hernán Larraín Matte?
—La política cultural del gobierno está orientada más hacia un sesgo económico y poco estímulo a la creación. Evópoli proviene del sector alto de la burguesía de apellidos de papis, su concepto de la cultura resume la herencia que observamos espantados cuando su papi censuraba al teatro chileno, pensando en su representación de lo que debíamos ver y escuchar en aquellos tiempos oscuros de la República, que no es tan diferente hoy, con los cedazos que pasan por sus bien estructuradas instancias culturales, vías alcaldías, municipios, Ministerio de las Culturas.
—¿Tu triunfo sería el de la poesía chilena feminista, haciendo un paralelo con el logro obtenido por la narrativa de Diamela Eltit hace dos años, y considerada la gran exponente del género en lo referido a esa corriente estética?
—Yo creo que al margen de postulaciones, de paralelos, son obras distintas que alcanzan un rasgo común en obras de excelencia en un país que dada sus limitaciones, han estado en forma aberrante silenciadas en la historia de la literatura. De tal forma obtenerlo es un triunfo político del lugar de la mujer escritora.
—¿Qué juicio tienes acerca de la crisis política, institucional y sanitaria sin precedentes que vive el país?
—La política del gobierno desde el ¡Estallido! mostró su rostro real, desde donde vienen a quienes representan y su formación en la dictadura. Lo extraño es pensar que sería distinto, su palabra ‘democracia’ se resignifica de acuerdo a su camaleónica conducta. Por ello siempre se conduce entre el simulacro y el castigo. Tiene a jóvenes presos, en tiempos de dolor y angustia de familias, especialmente madres, mujeres. Y en tiempos de Pandemia viene el teatro de la justicia aplicando Castigo. Luego el espacio del terror narrado en la televisión a diario desde sus inicios en y por la televisión fue un escenario articulado por medios artificiosos en una inventiva del terror. Asustando a la teleaudiencia de forma magistral, mientras tanto nos hacían evocar las noches de la dictadura con cautiverio nacional, toques de queda y militares en la calle. Así lo viví. Sobretodo la muerte sin nombres.
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Crédito de la imagen destacada: Urbe Salvaje.