La edición de los libros Punk en Chile: Problemáticas y perspectivas de una cultura alternativa

El vacío existente en el mundo editorial respecto a esta temática se arrastró por décadas en nuestro país, siendo superado sólo en los últimos años por algunas publicaciones que han abierto el terreno a nuevas ideas y han convertido a este género en un campo que se explora y explota cada vez más. Pero, ¿a qué se debió este silencio comercial y divulgativo ante el fenómeno punk? Y, ¿a qué se debe que en los últimos años hayan aparecido cada vez más y mejores volúmenes al respecto?

Por Emilio Vilches Pino

Publicado el 28.2.2018

La música punk llegó a Chile de manera tardía y desfasada en relación a casi todo el mundo. Si partimos de este hecho, quizás pareciera innecesario, por lo obvio, decir que los libros acerca de este tipo de música también fueron tardíos. Sin embargo, la demora de la industria editorial al momento de abordar temáticas punk, y de música underground en general, fue mucho más extensa –más de veinte años— que la aparición y explosión de las bandas de música punk a fines de la década de los ochenta.

Antes de entrar en el tema debemos aclarar que el punk no fue sólo un estilo de música que pegó en el mundo a mediados de los años setenta y luego desapareció. Al contrario, fue un género que llegó para quedarse, encontrando adeptos en todo el mundo, con cierta estética e ideología que más que un estilo de música transforman al punk en una contracultura. Efectivamente, el Punk superó hace mucho el sólo tratarse de música o de un tipo de vestimenta para transformarse en una manera de enfrentar la vida, con autonomía, rebeldía, la autogestión. Craig O’Hara señala al respecto en The Philosophy of Punk: More Than Noise:

[El Punk] no es una moda, un estilo particular de vestir, ni una fase pasajera de rebelión contra los padres, ni la última tendencia o forma personal o estilo de música. Es una idea que puede orientar y motivar tu vida. La comunidad Punk existe para mantener y realizar una idea a través de la música, el arte, los fanzines u otras formas de expresar la creatividad personal. Y ¿cuál es la idea? piensa por ti mismo, sé tú mismo, no cojas sólo lo que la sociedad te da, crea tus propias normas, vive tu propia vida. (6-7)

Esta definición tiene mucho que ver con lo que plantearemos como cultura Punk (o contracultura, más bien) durante esta investigación. Más que una escena, se trata de un movimiento cultural alternativo que va mucho más allá del estereotipo del mohicano y el drogadicto semidescerebrado que han promovido los massmedia durante décadas. Se trata más bien de un fenómeno cultural importante que, si bien en lo musical ha aportado al mundo algunos de los discos más exitosos e influyentes de la historia, como el London Calling de The Clash, el primer disco (homónimo) de Ramones y el Nevermind the bollocks de Sex Pistols, es en los aspectos ideológicos y culturales donde tal vez más se note su influencia, con una actitud desafiante y crítica al sistema de mercado, llegando en algunos casos a buscar lo anticomercial, contracultural, que promueve la autogestión y la solidaridad como valores fundamentales. Un movimiento con estas características, desafiante a la oficialidad, crítico, de resistencia, de contracultura, y además tan importante y duradero, merecería ciertamente un lugar en las temáticas que abordan los libros sobre música, lugar que en Chile tradicionalmente no ha tenido, a diferencia de otros géneros de la música tradicional o popular, cuyos títulos abundan en el mercado [1].

El vacío existente en el mundo editorial respecto a esta temática se arrastró por décadas en nuestro país, siendo superado sólo en los últimos años por algunas publicaciones que han abierto el terreno a nuevas ideas y han convertido a este género en un campo que se explora y explota cada vez más. Pero ¿a qué se debió este silencio editorial ante el fenómeno punk? Y ¿a qué se debe que en los últimos años hayan aparecido cada vez más y mejores publicaciones al respecto?

Para responder al cuestionamiento acerca del silencio editorial acerca del mundo punk, es necesario dividir las reflexiones en dos momentos, el primero referido a los años de origen del punk en Chile (fines de los años 80) hasta su apogeo (mediados de los años 90) y un segundo momento, que viene tras sus años de mayor éxito hasta el día de hoy.

Como señalaba anteriormente, el Punk llegó a Chile con casi diez años de desfase, si consideramos que este género dominó al mundo durante la segunda mitad de los años setenta, y la razón es el “apagón cultural” que sufrió Chile desde el Golpe de Estado de 1973 hasta fines de los años ochenta e incluso principio de los noventa. La dictadura militar silenció con exilio, tortura y balas, todas las voces que estaban haciendo música y cultura con un sentido y trasfondo que pudieran incomodar al poder de Pinochet y sus aliados. El punk, desde su surgimiento, planteó la rebeldía, el ruido y la diversión como estandartes, convirtiéndose así es un movimiento censurable y condenable para un régimen autoritario como el que dominaba Chile. Con estos antecedentes resulta evidente por qué bandas que hacían canciones con mensajes tan potentes como, por ejemplo, Washington bullets de The Clash (que habla del rol de Estados Unidos en el Golpe de Estado en Chile y derrocamiento de Salvador Allende) no se escuchaban ni llegaban a un país como Chile, tan lejano de Europa y Estados Unidos y, además, aplastado por la bota militar.

Esta distancia geográfica, política y social entre el Punk y Chile comenzó a quebrarse a través de distintos jóvenes de gustos cercanos al arte y que tenían los medios económicos para viajar a Europa y traer discos –en ocasiones verdaderas colecciones— de música que acá jamás había sido oída. Estos discos comenzaron a circular y para la segunda mitad de los ochenta se habían vuelto conocidos ya no solo en sectores más acomodados, sino también en ambientes más alternativos y populares de Santiago. En esos ambientes fue donde germinaron las bandas que comenzaron a llevar la bandera del Punk en Chile, aunque al principio de una manera imitativa de lo que venía de Europa. Así nacieron bandas como Los Dadá, Los KK, Fiskales Ad-Hok, Políticos Muertos, Anarkía, Los Jorobados, Vandalik, y otras. Estas bandas intentaron, a través del formato canción, dar a conocer su inconformidad con el sistema y disparar críticas ácidas en contra de la Dictadura militar.

En este primer momento es imposible pensar en la aparición de libros relacionados al punk en la temática e incluso en la actitud. No había periodistas ni autores interesados en escribir acerca de un movimiento que recién se estaba gestando y que para muchos no iba a ser más que una moda pasajera, además de que habría sido imposible conseguir un editor. La censura era fuerte y el interés estaba lejos de centrarse en un movimiento cultural juvenil que, a pesar de su apariencia peligrosa, no representaba una real amenaza al poder. Por otro lado, los jóvenes que estaban escribiendo canciones no veían en el libro una posibilidad de expresarse, primero porque para ellos el libro era un objeto alejado de su realidad inmediata. En sus casas muy probablemente no había, y si los había, de seguro no hablaban de música rock ni de denuncia social ni de rebeldía. Los libros para ellos eran imposibles de hacer, y además su interés era la expresión inmediata, urgente, libre de censuras, que ofrecía la canción.

A pesar de este distanciamiento social, económico, cultural y político del libro, en estos años surgieron una cantidad respetable de fanzines y de comics que sirvieron para promover el pensamiento y la cultura punk que se estaba gestando. Algunos de ellos fueron el Enola Gay, De nada sirve, El beso negro, El trauko, Tiro & retiro, Sudacas, entre otros. Esta afinidad que desde un primer momento logró el Punk con el fanzine se debe a que este tipo de publicaciones son muy baratas, se podían hacer a mano y sacando fotocopias, evitando así el control y la censura; el fanzine era de alguna forma similar a la canción: directo, rápido, urgente, autogestionado, fuera del alcance del negocio editorial y, sobre todo, de la bota militar.

En resumen, en este primer momento del Punk en nuestro país, la industria editorial tiene nula relación con este movimiento. No existían las condiciones ni económicas, ni sociales, ni culturales, ni políticas para hacerlo posible. Los caminos preferidos para la difusión del Punk fueron la canción y en cierta medida el fanzine, medios rápidos, directos y libres de entregar un mensaje urgente y crudo, libre y rebelde.

Cuando nuestro país recupera la democracia, comienza una avalancha de artistas de todas las índoles a tomarse el escenario cultural. Músicos, escritores, performistas, compañías de teatro, pintores, etc. que por uno u otro motivo habían sido relegados a la oscuridad en los años de Dictadura, parecían ahora haber encontrado un sitio más reconocido y aceptado. La música ya llegaba de manera mucho más expedita y libre desde el extranjero y bandas importantes comenzaban a presentarse en vivo en Chile. En los años siguientes este fenómeno fue creciendo: los sellos multinacionales comenzaron a firmar con bandas punk hasta entonces ligadas a lo underground, como los Fiskales Ad-Hok, Machuca, Los Miserables o Los Peores de Chile, quienes incluso llegaron a presentarse en vivo en el programa “Martes 13” del canal de la Universidad Católica. El punk estaba en todas partes, en todas las radios, en todas las revistas, pero no en las editoriales.

Entrando en el siglo XX ya eran muchos los libros con temática Rock que estaban en las librerías del país, ya sea a través de sellos editoriales nacionales como internacionales. Si bien este nicho aún era menor en comparación a lo que pasaba en Argentina, España y en el mundo anglosajón, en Chile comenzaba a instalarse esta temática como una alternativa viable comercialmente y, por ende, explotable por las grandes editoriales. Algunos libros incluso llegaron a transformarse en superventas, como La vida mágica de Los Jaivas. Los caminos que se abren, de Freddy Stock (Grijalbo, 2002); Maldito sudaca, Conversaciones con Jorge González, del periodista Emiliano Aguayo (RIL Editores, 2005) y Los Tres: La última canción, de Enrique Symms y Vera Land (Aguilar Chilena, 2002). Del punk aún nada.

Considerando que la censura se había acabado (al menos en su forma más radical) y que el rock demostraba que era un tema de interés editorial e incluso rentable, ¿por qué el punk seguía siendo excluido? Ciertamente la respuesta no apunta hacia la poca importancia de la música y/o de la cultura punk, que ya hemos justificado como digna de interés, sino hacia factores económicos: el punk no era visto como un género que fuera a vender libros.

El discurso marcadamente anticapitalista del punk hacía que sus discos se movieran de manera más pirata que original. La mayoría de la sociedad, de manera maniquea y prejuiciosa, veía que su vestimenta era barata y vieja y que sus intereses no solían incluir a la lectura. Es más, para sectores importante de la población, los punk no eran más que vagos y borrachos, sin una manera de pensar consecuente con ciertos valores y principios. Ante todo esto, ¿por qué la industria editorial pondría sus ojos sobre este movimiento?

Recordemos que la industria editorial chilena estaba –y está—dominada por los grupos transnacionales que han ido comprando y fusionando sellos editoriales, como el grupo alemán Bertelsman, el francés Hachette Livre, y el grupo español Planeta. Estos grupos instalan sellos editoriales que operan a nivel nacional y que están sujetos a estrictos controles de inversión/ganancia que los obligan a publicar solamente éxitos seguros, con importantes campañas publicitarias y de prensa. Las multinacionales y sus filiales en los distintos países tienen una finalidad económica al momento de publicar libros. La calidad de los mismos no corresponde necesariamente con el nivel de ventas que estiman y que realmente consiguen. Lo que buscan y necesitan es vender, dejando relegada la intención de aportar culturalmente o a la bibliodiversidad. Es por eso que en los primeros momentos de los libros de música rock en Chile las temáticas apuntaban hacia “sandías caladas”, es decir, hacia artistas o bandas comercialmente probadas como exitosas: Jorge González y Los Prisioneros, Los Tres, Violeta Parra o Los Jaivas. De esta manera las editoriales podían ir probando el mercado, asegurando una gran venta y difusión, cosas que en ningún caso habrían conseguido editando libros de temática punk.

Como podemos ver, el distanciamiento del punk y el mundo editorial ya no se debía a un asunto de inaccesibilidad o de censura, sino a intereses económicos de las grandes editoriales. Es aquí donde entran en el juego las editoriales independientes, quienes serán las encargadas de comenzar a publicar este tipo de libros. Esto se debe en primer lugar a las pretensiones de este tipo de editoriales, que se apartan de lo puramente comercial y las acerca más a lo cultural y a ser un aporte a la bibliodiversidad. En segundo lugar, lo podemos asociar al espíritu autogestivo de muchas editoriales independientes, acercándolas en gran medida al espíritu independiente y contracultural del punk en sus orígenes. Pero vamos en orden.

Decíamos que las intenciones de las editoriales independientes difieren en su base a las de las grandes empresas multinacionales, tal como lo señala Daniel Valdivieso:

“[Las editoriales independientes son] una alternativa para el público a la literatura oficial que publican las editoriales trasnacionales. Ellas son en gran medida las responsables de haber renovado el panorama literario chileno durante los últimos años, de hacerse cargo de una amplia generación de autores, darles difusión y acercarlos al público, a través de libros más baratos y de un material cercano a la idiosincrasia de ese amplio público por conquistar”(1).

La importancia de las editoriales independientes, tal como lo expresa Valdivieso, ha sido vital para la renovación de la literatura en Chile. El caso de los libros de música es solamente un ejemplo de los tantos que podríamos dar al respecto. Al no tener la urgencia de lograr grandes ganancias económicas, puedes publicar lo que quieran, y así poner los ojos en autores más experimentales, inéditos, rescatados del baúl o simplemente poco comerciales. Bernardo Subercaseaux señala

Son editoriales que se arriesgan publicando géneros y temas que no abordan las editoriales transnacionales (…) pero que sin embargo juegan un rol significativo en la difusión de la creatividad y del pensamiento que se produce en el país, contribuyendo así a la bibliodiversidad (…) Son autogestionadas por colectivos de jóvenes que no sobrepasan los 35 años, jóvenes tanto de Santiago como de provincias (difieren en ello del resto de las editoriales que funcionan solo desde la capital). (…) alimentan su “alternativismo” privilegiando la expresividad estética y social, situándose en las antípodas de la concepción comercial del libro”. (264-265)

Subercaseaux señala una vez más que estas editoriales “se arriesgan”, es decir, se arriesgan a no vender cantidades enormes, al publicar otros géneros y temas, abriendo así el aporte cultural de los libros que hasta hace algunos años se publicaban en Chile. Otros aspectos importantes de este fragmento es el hecho de que estas pequeñas editoriales no estén solamente en el Centro, sino en todo el país, y que privilegian la expresividad estética y social, fuera de lo puramente comercial.

En lo que coinciden todas las editoriales independientes es en su organización, funcionamiento y espíritu de autogestión. Partiendo por la elección de los libros, que no depende del mercado, sino de los intereses y línea editorial de cada grupo. Cada editorial es la encargada desde este primer paso hasta el evento de presentación del libro, incluyendo casi siempre todas las decisiones de edición y de diseño, dejando de lado las fórmulas comerciales estáticas y tradicionales. Muchas veces, incluso, la distribución y difusión de estas editoriales corre por cuenta de los propios miembros del grupo.

Existe también un fuerte espíritu de solidaridad entre estas pequeñas editoriales. Claro ejemplo es la Cooperativa de editores de la Furia, grupo que organiza, entre muchas otras actividades y espacios de difusión, la Furia del libro. Feria que ofrece una real diversidad de autores y propuestas que van más allá del mainstream y que cada año gana fuerza como la más potente expresión de feria independiente.

Todo lo que se ha señalado anteriormente acerca del espíritu de las editoriales independientes pareciera poder resumirse en tres pilares fundamentales: la autogestión, la innovación y la solidaridad. Autogestión en cuanto a que es el mismo grupo de editores quienes deciden qué, cómo, cuándo y cuánto publicar, sin la pesada mochila de las exigencias comerciales y al margen de la gran industria; la innovación, pues se apuesta por la publicación de libros más por su valor cultural que por su posible éxito de ventas; solidaridad, pues se trabaja con una visión de conjunto, con una consciencia colectiva de saber que se está haciendo algo importante, apoyando a los nuevos y atacando en conjunto a los grandes vicios del marcado tradicional del libro.

Ahora bien, estos mismos tres pilares podemos identificarlos en el Punk como movimiento contracultural. Esta afinidad política e ideológica es la que ha llevado a que ciertas editoriales comiencen a arriesgarse a publicar libros con temática Punk en Chile.

Con respecto a la autogestión en el Punk, señala Lorena Aguayo: “Importante, en este sentido, fue la incorporación de la máxima del ‘Hazlo tú mismo’, clave ideológica desarrollada por los primeros movimientos punks internacionales, la que incitaba al establecimiento de una crítica y lucha social, política y cultural desde la base de la autogestión”.(9) Este principio es el que ha acompañado al Punk durante décadas, dejar de lado a la maquinaria comercial y hacer lo que quieras hacer con tus propios medios, desde el margen, desde la independencia. Si bien es cierto que importantes bandas del género han firmado con sellos multinacionales, eso no quiere decir que el Punk como movimiento contracultural haya transado en esta idea fundamental de rechazo del mercado y de proponer una manera distinta de hacerlo.

La innovación, pues el Punk nace como rechazo a las convenciones anteriores, al rock de virtuosos y de dinosaurios. También porque, al estar fuera de las expectativas comerciales, da espacio a que cada banda haga lo que quiera hacer. Y no solo eso, pues ya no solo se habla de bandas de música punk, sino que todo lo que lleve en su misma propuesta la rebeldía, la autonomía y una propuesta diferente –en ocasiones polémica— ya se habla de punk. Es así como en los últimos años se han estado denominando a escritores, poetas y artistas en general como punk [2].

Solidaridad, porque el Punk siempre ha actuado como un movimiento de conciertos donde conviven numerosas bandas y, debido a los bajos recursos económicos que suelen tener sobre todo en los sectores populares, apelan a la solidaridad entre músicos para sacar estos eventos adelante. También porque se han generado muchos sellos discográficos –autogestionados, vale decir [3]— que van apoyando a las bandas emergentes y compartiendo estudios, presupuestos y conciertos con las bandas más experimentadas. También podríamos mencionar los numerosos Centros Culturales, casas Okupa y talleres que funcionan de manera colaborativa en base a los ideales del Punk.

Tenemos, entonces, que las editoriales independientes, al no funcionar bajo objetivos fundamentalmente lucrativos, han ido dando espacio a otras voces muchas veces apartadas del mercado tradicional. El Punk, género que siempre ha sido apartado del mundo editorial, ha encontrado en las editoriales independientes un nicho donde ha comenzado a surgir como alternativa de lectura. Esto, además de mejorar la cada vez más variada propuesta de los libros en Chile, otorga al Punk por fin el reconocimiento como objeto de estudio cultural e histórico, y también como fuente literaria y bibliográfica.

Algunos libros recomendables acerca de la temática Punk son Anarkía y rebelión : una historia de Fiskales Ad Hok, de Andrés Valenzuela (LaFiskalía, 2015), una novela de No Ficción que narra los orígenes y el ascenso de Fiskales Ad-Hok, banda pionera y fundamental de la escena punk chilena desde su formación en 1987 hasta hoy, treinta años más tarde; Rock Paria y lo que en él se dice, de Francisco Mallea (Santiago-Ander, 2017), libro que recoge las mejores líricas, imágenes, material inédito y la historia de la banda de cabecera Políticos Muertos en la voz y puño de su líder y autor de las letras de la banda; Dada: underground en dictadura, de Leonardo Aller (La Calabaza del Diablo, 2009), memorias de Leonardo Aller, fundador de la banda Los Dadá, pionera del movimiento Punk en Chile, quien relata en primera persona esos años en que la música estaba llegando al país, sus protagonistas, cómo se fueron formando las bandas en aquellos años en que la dictadura aún nos golpeaba; La canción Punk de los 80 en Chile, de Jonathan Lukinovic (Ediciones Oxímoron, 2015), investigación en la que se aborda la formación y los primeros años del movimiento Punk en Chile, principalmente a través de la letra de las canciones de bandas representativas, como «Los Dadá», «Pinochet Boys», «Los Jorobados», «Anarkía», «Los KK», «Fiskales Ad Hok», «Vandalik», entre otras; finalmente Los Pinochet Boys. Chile 1984-1987 (Midia comunicación. 2008), libro que retoma los primeros años del Punk en Chile desde un punto de vista personal y sin pretensiones, tal como lo aclara el mismo libro en su presentación: “Todos los textos están escritos por personas directa o indirectamente involucradas. No hay ningún tipo de filtro ni corrección periodística. Muchos datos y anécdotas se contradicen y la memoria resulta fragmentada; pero este hecho, incluso, nos parece interesante como documento crudo, honesto y verdadero”. (8)

A poner ojo con estos textos y con las editoriales que representan este espíritu. Cada vez son más y sus trabajos de mejor calidad. Poco a poco la bibliodiversidad está abarcando a sectores históricamente marginados de las vitrinas y los mesones de novedades. Ya era hora.

 

Portada de «Los Pinochet Boys. Chile 1984-1987» (Midia comunicación, Santiago, 2008), de varios autores

 

 

Bibliografía

Aguayo, Loreto. “No hay futuro: la importancia del Punk como objeto de estudio y la llegada y construcción del Punk a Chile (1981-1989)”. EN. Santiago, Chile.

Hernández, Vicente. “El punk chileno” en Artículos para el Bicentenario de Memoria Chilena.

Lukinovic, Jonathan La canción Punk de los 80 en Chile., Santiago, Chile: Ediciones Oxímoron, 2015. Impreso.

Midia Comunicaciones. Los Pinochet Boys: Chile (1984-1987). Santiago de Chile: Midia, 2008. Impreso.

O’Hara, Graig, The philosophy of punk: more than noise. Los Ángeles. Ak press, 1999.

Subercaseaux, Bernardo. “La industria del libro y el paisaje editorial”. Revista Chilena de Literatura. Santiago, Chile Abril 2014, Número 86, 263-268.

Valdivieso, Daniel (Entrevistas). “Radiografía de las editoriales independientes chilenas: hablan los editores”. En Revista Historiaycultura.cl. Santiago, Chile.

Valenzuela, Andrés. Anarkía y rebelión: una historia de Fiskales Ad Hok. Santiago, Chile: La Fiskalía, 2014.  Impreso.

Aller, Lalo. Dadá, underground en dictadura. Santiago, Chile: La Calabaza del Diablo, 2009. Impreso.

Escárate, Tito. Canción Telepática. Rock en Chile. Santiago, Chile: LOM Ediciones, 1999. Impreso.

Mallea, Francisco. Rock Paria y lo que en él se dice., Santiago, Chile: Santiago-Ander, 2017. Impreso.

Salas, Fabio. Utopía. Antología Lírica del Rock Chileno. (1967-1990). Santiago de Chile. Bravo y Allende Editores, 1993. Impreso.

 

Otras páginas web consultadas

www.oximoron.cl

www.santiagoander.wordpress.com

www.midia.cl

 

Citas

[1] Por nombrar algunos: Utopía, Antología lírica del Rock chileno (Fabio Salas, 1993), Frutos del País. Historia del Rock chileno (Tito Escárate, 1994),  Canción Telepática. Rock en Chile (Tito Escárate, 1999), Prueba de Sonido. Primeras historias del rock en Chile (David Ponce, 2008), Historia social de la música en Chile, 1950-1970 (Juan Pablo González, 2009), Retrospectiva al metal chileno (Andrés Padilla, 2009), Rock entre araucarias (Nelson Zapata, 2009), El libro blanco del rock (Alfredo Lewin, ed., 2009), Mira Niñita: apuntes sobre creación y experiencia cultural de rockeras chilenas (Fabio Salas, 2009), etcétera.

[2] Rodolfo Enrique Fogwill, Patti Smith, Irvine Welsh, Belén Gopegui, Michael Strunge, en la literatura; Jim Jarmusch en el cine, etcétera.

[3] CFA, Masapus, Anarko Proleta Records, etcétera.