En la sección Maestros del Cine del Santiago Festival Internacional de esta temporada se proyecta el largometraje de ficción del realizador polaco Jan Komasa, y el cual compitió hasta el final —en representación de la industria de su país—, durante la codiciada entrega del Premio Oscar 2020 destinado a la Mejor Película Extranjera.
Por Carlos Pavez Montt
Publicado el 19.8.2020
La película del director polaco brilla por la calidad y la composición de sus imágenes. La fotografía, intensa en cuanto a contraste y a saturación, nos expresa o nos provoca una sensación relacionada con los temas que se están tratando en el devenir narrativo.
Con un ritmo a veces frenético, el filme se constituye como una especie de viaje que tiene a su protagonista en el centro del foco. A través de la experiencia que provoca la marginalidad, el castigo le ha entregado al joven una dicción, un discurso que poco tiene que ver con la institución que oficializa lo religioso.
Desde la marginalidad al poder de expresión, desde la nulidad hasta la cosecha, en la mente del otro, de los frutos que nos entrega el perdón. Así, se construye una suerte de dicotomía que se va desarrollando en la medida en que la ficcionalidad va hundiéndose en su propia complejidad abstracta.
La comunidad, constituida en los fundamentos del ‘prójimo’, se divide por un accidente etéreo. Pero la ubicuidad del espíritu, el perdón como la mecánica que permite la significación desde y hacia otro, se postula en una condición elemental para lograr un grupo coherentemente unido.
El juicio, tan instalado en nuestro inconsciente por la condena a la exhibición y al deseo de trascendencia del mundo de hoy, se sobrepone a la experiencia de conocer al objeto mismo. La realidad, fragmentada y escondida a través de las subjetividades, no es una justificación para actuar de tal modo.
Sin una distinción explícita, el tema del saber institucionalizado se coloca en una función reguladora, posibilitadora de la acción. La autoridad que emite la escritura en la permanente exclusión, a partir del error o de la alteridad intencionada respecto a los principios fundamentales, es un vicio establecido.
Con un desarrollo individual y subjetivo, el director polaco nos muestra la discriminación que sufre la marginalidad y la prioridad que se establece en el poder de la institución. Además, nos propone un perdón, una aceptación del otro que supone o que se predispone a la constitución de un ente colectivo.
Corpus Christi se configura, entonces, como una estética de los contrastes, tanto de la marginalidad y el poder, como de la comunidad y el perdón. Una aproximación artística que nos invita a cuestionar sobre los alcances de la decisión humana respecto al devenir de su mundo.
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Carlos Pavez Montt (1997) es licenciado en literatura hispánica de la Universidad de Chile, y sus intereses están relacionados con ella (con la literatura en lengua romance), utilizándola como una herramienta de constante destrucción y reconstrucción, por la reflexión que, el arte en general, provoca entre los individuos.
Tráiler:
Imagen destacada: El actor Bartosz Bielenia en Corpus Christi (2019).