“Proyecto Florida”, el resplandor inalcanzable del oeste

El largometraje de Sean Baker competía por el último Premio Oscar a mejor actor de reparto, debido a la participación de Willem Dafoe en el elenco estelar. Pero la verdad es que, además de la inclusión del talentoso intérprete norteamericano entre su reparto, la obra en cuestión exhibe una serie de aspectos estéticos y artísticos para destacar: el uso de los planos en contrapicado (a fin de realzar la humanidad de sus marginales personajes), la calidad lumínica de la fotografía, la complejidad literaria de su argumento, y la reflexión audiovisual en torno a los postergados por el sueño de la prosperidad estadounidense.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 12.3.2018

“Si ha existido alguna vez el paraíso, habría podido situarse en esta costa sublime donde, desde la cima de una playa de arena inmaculada, se divisaban hasta el horizonte los pinares mediterráneos, discretos guardianes curvados hacia la orilla, manojos de palmeras, un mar opalino y el silencio atenuado, el viento ligero como cachemir: allí se percibía el comienzo del mundo en absoluta soledad”.
Jean-Michel Guenassia, en La vida soñada de Ernesto G.

La pobreza y la exclusión arrecian, y nadie parece quejarse en el hondo sur de los Estados Unidos, aún cuando se esté al lado de la abundancia turística de Disney World y de su altiva cultura hotelera, o situados en un lugar muy secundario, al interior del archipiélago de moteles que igualmente la conforman (a ese submundo), en centros habitacionales de paso que luego de la crisis bursátil e hipotecaria de la década pasada, han llegado a transformarse en verdaderos guetos urbanos donde permanecen insertos -en una transitoriedad eterna-, una serie de familias incapaces de buscar otra solución a su problema, el de poder aspirar a otro tipo de vivienda más permanente y confortable.

Y los niños de esas familias monoparentales, casi siempre, hacinadas y hambrientas corren al borde de las carreteras que cobijan los helipuertos que transportan a los empresarios dueños de aquellos condominios vacíos y de la cercana industria del entretenimiento infantil. Entonces, el ruido de esos vehículos aéreos, al igual que en el filme “La noche” (1961), de Michelangelo Antonioni dictan las posibilidades estéticas y simbólicas de la precariedad espiritual y sentimental frente al agobio de la técnica y de una sociedad moderna que no se detiene jamás (el tiempo en versión actual), y que nunca espera a nadie, menos a los seres incapaces de triunfar en esos ritmos propios y vertiginosos.

La cámara se sitúa en una posición de contrapicado a fin de recalcar la humanidad inocente y grandilocuente de unos personajes víctimas de una sociabilidad cotidiana agresiva y carente, solidaria entre ellos, y de una pobreza cultural amiga de la televisión, del vagabundeo, y del uso constante de los aparatos de telefonía celular como única gratificación de una existencia sostenida a duras penas, dentro de la fragilidad y de la transitoriedad fugaz que significan alojar a perpetuidad en la habitación de un motel, sin saber ni menos tener siquiera la certeza, de que podrán pagar la renta de la misma, durante los días siguientes o bien en los días de la próxima semana.

El gerente del motel en el cual viven la niña Moonee (la joven y excepcional actriz Brooklynn Prince), y su madre veinteañera y procaz (interpretada en nota alta por una realistamente grosera Bria Vinaite), es el personaje encarnado por Willem Dafoe (en el rol de Bobby): quien aparece así como una suerte de intermitente figura paterna para el rostro protagónico (Moonee), la cual recorre las afueras del motel -cuyo nombre evoca a un castillo de fantasía-, respirando la frágil libertad que ofrecen la inconsciencia y la inocencia propias de la infancia, y donde la pobreza tiene la equivalencia de un estado normal, y las risas y la expansión se valoran en gestos tan triviales como escupir encima de un vehículo estacionado o simplemente por discurrir velozmente a través de esos parajes atestados de lugares de paso que se convierten en moradas permanentes, y de condominios colosales, abandonados a su suerte, porque sus antiguos propietarios, desconocidos, anónimos, fueron incapaces de cancelar, de pagar, las respectivas hipotecas.

Con su personificación de Bobby, Willem Dafoe entrega un nuevo registro de la gran variedad de matices que posee como cualidad de su composición actoral, celebrada y vitoreada desde fines de la década de 1980, por el público y por la crítica: generoso y comprensivo, tampoco se obnubila frente a la complicidad que podrían demandarle la condición de pertenencia a una misma clase social con los desvalidos protagonistas de “Proyecto Florida” (2017), ante una situación, por parte de éstos, que podría merecer una conducta sancionatoria o de absoluta reprobación ética y hasta legal.

El realizador y guionista Sean Baker (New York, 1971) se explaya mediante la retórica estética de la autopista, la plasticidad del vacío, la precariedad del Estado y de los servicios sociales, con el propósito de retratar los contrapuntos de un modus vivendi acosado por un micro cosmos urbano lleno de soledad y de apremios tanto físicos como morales: sólo basta con sobrevivir, pensar nada más que en el instante, en el duro y arduo presente, en una crítica social, política y ética de semántica audiovisual, que emparenta a este filme con otras obras recientes del cine “independiente” norteamericano, por citar: con “La habitación” (2015), de Lenny Abrahamson, “Hell or High Water” (2016), de David Mackenzie, “Suburbicon” (2017), de George Clooney, “Good Time: Viviendo al límite” (2017), de Benny Safdie y de Josh Safdie, o con “El castillo de cristal” (2017), de Destin Daniel Cretton.

“Proyecto Florida” exhibe, de esta forma, un sueño de bienestar trunco, frustrado, pero que como anotábamos al inicio de este texto, soportado sin mayores cuestionamientos por una realidad y comunidad bullentes, a un segundo de estallar en gritos, insultos, violencia callejera, impotencia o rebelión instantánea en torno a la ineficaz presencia policial o ante la torpe acción de los obtusos y a veces irracionales servicios sociales estadounidenses. Y como después de la crisis de 1929, las convicciones del gigante norteamericano se renuevan a sí mismas, y sus ciudadanos creen hasta morir, aunque no les rocen sus beneficios jamás, que son parte de una idea de nación e imperio poderosos, que son la sangre y la forja de un destino y de un proyecto glorioso.

Así, el sur antaño derrotado es el mejor escenario por excelencia para subvertir la estructura del sueño americano y de sus contrapuntos de miseria y de abandono civilizatorio. Entonces, la banda sonora pop del filme, los movimientos de la cámara de Sean Baker (contrapicados, planos frontales y cerrados, a veces bellamente a contraluz en el atardecer), el montaje que construye un relato coral en torno a un grupo de mujeres solas y de sus niños, protegidas por ese hombre y guardián sustituto (Bobby), y que sobreviven a cuadras, esquinas de la magnificencia lúdica de Disney World, a breves kilómetros de ese mundo de magia, de fantasía, de diversión y de irrealidad, padecen el revés de ese paraíso del placer, situado a pasos de sus sensitivas narices, en una marginalidad que también cede y tiene espacios e interludios con el fin de cultivar la amistad y una amistosa fraternidad surgida desde la postergación y del dolor como simple y pura forma de hábitat natural.

Con evocaciones al ya citado Antonioni (la preferencia por los parajes amplios y baldíos de Baker para situar sus historias son otra referencia al maestro italiano), y al cineasta galo Francois Truffaut (a su mítica “Los 400 golpes”, de 1959), “Proyecto Florida” (“The Florida Project”) se añade a la lista de fabulosos títulos actuales que indagan el presente de la principal potencia del mundo, mirando melancólica y dolorosamente hacia el resplandor del crepúsculo, del oeste, en la luz de un mar que nunca se divisa.

 

Por su actuación en «Proyecto Florida» (2017), Willem Dafoe (en primer plano) estuvo nominado al Oscar a mejor actor de reparto, en la reciente entrega de la Academia norteamericana

 

Tráiler: