La obra audiovisual en comento —debido a los realizadores Bretaigne Windust y Raoul Walsh—, más que un «noir» en estricto rigor, es un «police procedural» con un notable estilo documental, contado a partir de un flashback que a su vez deriva en otras técnicas de ese tipo, tal como lo hiciera Orson Welles diez años antes en su monumental «Ciudadano Kane».
Por Gabriel Anich Sfeir
Publicado el 21.10.2020
Un guión original de Martin Rackin basado en el proceso Murder Inc., un sindicato del crimen organizado en EE. UU. responsables de centenares de homicidios a sueldo en los años 30 y 40, fue el eje de este poco conocido filme estrenado en enero de 1951.
Producido por Milton Sperling y distribuido por la Warner Bros., en un principio iba a ser dirigido por Bretaigne Windust (1906-1960), un cineasta norteamericano nacido en París, pero recordado sobre todo por sus éxitos como director de teatro en Broadway. No obstante, apenas iniciado el rodaje, Windust tuvo que retirarse por una grave enfermedad, siendo reemplazado por Raoul Walsh (1887-1980).
Walsh fue un respetado autor de la era clásica de Hollywood, habiendo comenzado como actor en El nacimiento de una nación (The Birth of a Nation, 1915) de D.W. Griffith, en la cual interpretó a John Wilkes Booth, el asesino de Abraham Lincoln.
Durante su carrera dirigió más de 100 películas en varios géneros, destacando westerns como Murieron con las botas puestas (They Died with Their Boots On, 1941) y noirs como Altas sierras (High Sierra, 1941) y Alma negra (White Heat, 1949). Si bien Walsh rodó la mayor parte de la que película que hoy comentamos, Sin conciencia (The Enforcer, 1951), éste optó por no incluir su nombre en los créditos como señal de respeto a su colega Windust.
Sin conciencia sigue al fiscal de distrito Martin Ferguson (Humphrey Bogart), quien lleva adelante la persecución contra una banda de sicarios encabezada por el amoral Albert Mendoza (Everett Sloane) en una desconocida ciudad estadounidense. La noche anterior a la apertura del juicio, Ferguson lleva al tribunal al gánster Joe Rico (Ted de Corsia), un testigo clave en la acusación contra Mendoza.
El aterrorizado Rico sólo quiere huir del lugar mientras es acosado por sus antiguos compañeros en el crimen, y al tratar de fugarse del edificio donde funciona el tribunal, muere tras caer al vacío desde un piso en altura. Sin su principal testigo, Ferguson tendrá lo que resta de la madrugada para revisar el expediente en busca de una prueba que le permita encarcelar a los criminales liderados por Mendoza.
El filme en comento, más que un noir en estricto rigor, es un police procedural con un notable estilo documental, contado a partir de un flashback que a su vez deriva a otros flashbacks, tal como lo hiciera Orson Welles diez años antes en su monumental Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941).
Las investigaciones del fiscal Ferguson lo llevan a los testimonios de los miembros de la organización, que nos remiten al modus operandi de este ejército de homicidas a sueldo. Walsh presenta una película entretenida con escenas bien logradas, sobre todo en el clímax, donde Ferguson debe proteger a una potencial víctima de los mafiosos, aunque sea recurriendo a los altavoces de una tienda de música.
Esto es meritorio en un filme rodado en estudios y con presupuesto de la entonces serie B. La fotografía es de Robert Burks, quien fue el responsable de varias obras maestras de Hitchcock, como La ventana indiscreta (Rear Window, 1954) y Vértigo (Vertigo, 1958); aquí captura los clásicos escenarios del crimen como calles oscuras o muelles brumosos.
Protagoniza esta obra Humphrey Bogart, uno de los grandes nombres del Hollywood clásico. Este fue el último filme de Bogart para la Warner, pues al igual que otros actores en el contexto del fin del rígido studio-system, fundó su propia compañía, la Santana Productions, para producir sus propias películas de manera independiente.
Pero Sin conciencia no es el típico rol de Bogart, caracterizado por detectives enamorados de femmes fatales ni inspirado en la literatura hardboiled como es el caso de El halcón maltés (The Maltese Falcon, 1941) de John Huston y El sueño eterno (The Big Sleep, 1946) de Howard Hawks.
Aquí, Bogart interpreta a un hombre de la ley que persigue el castigo para los jerarcas del hampa, aunque ello le implique incurrir en abusos de poder como amenazar a un sicario bobalicón (encarnado por el mítico comediante Zero Mostel) con encarcelar a su mujer e internar a su hijo pequeño con tal que entregue información sobre Mendoza y sus secuaces.
Sin conciencia fue una de las primeras películas de Hollywood en internarse en el mundo del homicidio a sueldo, a partir del bullado caso Murder Inc. Introdujo al público americano conceptos de este macabro negocio como “contract” (el encargo de matar), “hit” (la víctima) y “finger man” (quien encomiendo el asesinato).
El título original de la película, The Enforcer, puede traducirse como “el ejecutor”, entendido como el que procura la observancia de la ley (en el caso de Ferguson) o como un slang para aludir al sicario en sí: el encargado por contrato para eliminar físicamente a otro.
La maestría con la que Walsh realizó esta película influiría en otras películas posteriores, como El padrino (The Godfather, 1972) de Coppola o Los sospechosos de siempre (The Usual Suspects, 1995) de Bryan Singer, sobre todo en la forma de contar la historia o de cómo operan los miembros del crimen organizado, especialmente si se trata de matar por dinero.
Disponible en Qubit TV.
*Reseña autorizada para ser publicada exclusivamente en el Diario Cine y Literatura.
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Gabriel Anich Sfeir (Rancagua, 1995) es egresado de Derecho de la Universidad de Chile y ayudante en las cátedras de Derecho Internacional Público y Derecho Comunitario en la misma Casa de Estudios. Sus principales aficiones son la literatura policial y el cine de autor.
Tráiler:
Imagen destacada: Sin conciencia (1951).