Valiéndose del segundo largometraje de ficción debido a su genial autoría —un título que revolucionó la cinematografía de comienzos del siglo XXI— el realizador inglés inició su peculiar reflexión audiovisual en torno a la esencia de la espacialidad habitada por el ser humano y de su avance inexorable a través del paso de las horas, de los días y de los años.
Por Jordi Mat Amorós i Navarro
Publicado el 3.11.2020
Hay días en que la Luz azul del cielo
recuerda la parada del fuego del tiempo
ese preciso momento cuando te levantas
en el que la piel prometida del sueño tiembla
Y veo el tiempo al revés
la Vida se vuelve transparente
mi pelo neto de espacio
aguanta la respiración de la memoria.
Élaine Audet
Mente y espacio-tiempo
El genial realizador británico nos ofrece un brillante thriller que muestra influencias de grandes clásicos del séptimo arte y asimismo recrea las formas y los fondos que le definen como creador excepcional entre los que destacan la exploración de la mente y del espacio–tiempo.
Una historia explicada de forma un tanto enrevesada que —como es habitual en su filmografía— requiere la máxima atención por parte del espectador. Una historia explicada en desordenado bucle en el que poco a poco se desvelan matices que van ayudando a entender, una forma de narrar que recuerda a la mítica El año pasado en Marienbad de Alain Resnais. Y una historia en la que día a día se repiten situaciones en una localidad concreta evocando otro filme de culto: Groundhog Day, de Harold Ramis
Todo es así porque Leonard el protagonista de la obra —Guy Pearce en una extraordinaria interpretación— sufre una peculiar amnesia traumática en la que olvida de inmediato el presente, el hombre sólo recuerda el pasado antes del shock producido por el asesinato de su esposa.
Nolan nos muestra cómo ocurrió en una escena simbólica. Leonard sorprende a un hombre que está asfixiando a su mujer enrollada en la cortina de la bañera, armado con su pistola lo abate pero al atenderla alguien lo golpea por la espalda en la cabeza. Vemos a los esposos encarados inversamente sin poder moverse, el charco de sangre que mana de él y las últimas respiraciones de ella. Y el suelo a modo de enjambre hexagonal que el director funde en el Leonard presente que recuerda esa última certeza.
Nuestro protagonista está atrapado en ese momento de inflexión, ese momento en el que pierde la capacidad memorística y la vida plena simbolizada en esa sangre derramada. Todo vira —las caras invertidas—, él tendrá que aprender a “vivir” de otra manera. “Vivir” entre comillas porque el vivir pleno quedó asfixiado en la asfixia de su mujer.
Ahora la vida para Leonard sólo tiene sentido en el vengar esa muerte, se dedica de lleno a investigar quién es ese hombre que nunca vio y participó en el asesinato de su mujer. Idea un sistema para superar su limitación, para vencer su desconcierto por el continuo desvanecimiento de lo que ocurre en su presente: anota todo lo que considera esencial en fotografías polaroid que él mismo toma, en notas y murales e incluso en su propia piel mediante tatuajes. Hace suyo el poder de la escritura como conservador de la memoria.
Como expresa Irene Vallejo en su excelente ensayo El infinito en un junco a propósito de la palabra escrita en los libros —y también para cualquier otro sustrato— estos son «extensiones de la memoria —imperfectos, ambiguos pero insustituibles— de los tiempos y lugares a donde no llega el recuerdo vivo».
Significados trascendentes
La historia de ese hombre desconcertado que investiga la verdad de lo que ocurrió ese traumático día contiene significados que pueden extrapolarse a nuestra vida ahora y aquí en este cada vez más desconcertante mundo global en el que transitamos.
Antes de proseguir debo advertir de los inevitables spoilers en el análisis que sigue en torno a esos significados:
La dificultad de saber la verdad con mayúsculas en un mundo de engaños
Esta realidad a la que nos enfrentamos todos desde la noche de los tiempos y que parece crecer en nuestro mundo de la sobreinformación queda retratada en el microcosmos de la obra.
Leonard investiga ese asesinato a pesar de su gran limitación. Y en su investigación hay dos personajes que le aconsejan: Natalie (Carrie-Anne Moss) y Teddy (Joe Pantoliano), como ambos no forman parte del pasado reconocido cada encuentro es novedad para él. Los dos le aconsejan pero a menudo de forma opuesta y cada uno le asegura que desconfíe del otro.
Ante esa disparidad y la voraz amnesia, Leonard confía en su intuición creyendo que mirándolos a los ojos puede saber si lo que dicen es verdad o mentira. Pero los dos saben cómo manejarlo, no es tan fácil llegar a la verdad. Se lo advierte Natalie en uno de sus encuentros: “Puedes cuestionarlo todo porque nada es seguro”.
Nada es seguro para él en ese desconcierto amnésico y nada es seguro para todos nosotros en este mundo cada vez más desconcertante.
El tiempo como factor para alcanzar un objetivo
La vida puede entenderse como un proceso en el que el tiempo es factor principal para lograr los objetivos. Sabido es que a Nolan le gusta investigar los límites del tiempo, de cómo tergiversándolo se pueden favorecer o truncar objetivos ya sean personales o grupales (este aspecto lo desarrolla brillantemente en su última película Tennet).
Leonard quiere encontrar al asesino que truncó su vida para vengarse y de esta manera —es su sentir— cerrar la herida. Pero está tan limitado que no puede “aprovechar” el tiempo, así expresa su impotencia a Natalie: “¿Cómo se supone que voy a sanar si no puedo sentir el tiempo?”.
Y el tiempo también es protagonista en el nombre del establecimiento hotelero en el que Leonard se hospeda: Motel Descuento. Descuento que puede interpretarse como un limitado tiempo añadido en el juego de la vida, el juego en el que Leonard se encuentra atrapado desde aquel funesto día.
Y des-cuento que evoca un deshago el cuento en el que me encuentro (y en el que nos encontramos todos en este cada vez más extraño mundo) porque en él —y entiendo que en todos— está la capacidad de salir del bucle.
La memoria propia como algo frágil que podemos distorsionar
De forma más o menos consciente, para no sentir o no ver, y para auto protegernos de la a menudo dolorosa verdad, porque suele ser común manipular los hechos pasados en los que nuestro actuar no nos satisface, a nadie le gusta verse como responsable o co-responsable de sucesos desagradables.
Pocos son los valientes que afrontan los errores propios para aprender —la caída como potencial regenerador— y enmendar en lo posible los destrozos ocasionados. Mucho de esto descubrimos en Leonard al final del relato.
Descubrimos que más allá de las mentiras de los demás él decide mentirse en un instante previo al no recuerdo. Decide mentirse —entiendo— cómo forma de seguir aferrándose al pasado y dar sentido “fácil” a su presente en la interminable búsqueda de la verdad que en conciencia rechaza.
Como desafortunadamente suele suceder a tantos es él mismo el principal mentiroso, es él quien prefiere engañarse a afrontar la dolorosa verdad. Y sin asumir la verdad de uno mismo no hay salida posible al bucle vital.
De colores, impresiones y decisiones
Nolan utiliza el recurso de la alternancia entre la fotografía a color y el blanco y negro para dar mayor relieve a su estudio de la memoria y del tiempo.
El blanco y negro que emplea en los descolocados despertares de Leonard y en los recuerdos menos fiables vinculados a su empleo y un supuesto caso que le impactó. Los grises son pues los del desconcierto y la inseguridad de un hombre cuya vida ha perdido color.
Así el color queda reservado al pasado con su esposa que es la vida que le robaron y al difuso presente de su investigación que le liga a ella en ese simbólico enjambre del trauma del que no quiere zafarse. El realizador británico potencia los azules en el Leonard investigador, dominan los azules en el motel donde se aloja, en sus anotaciones y en su vestimenta.
Los azules de la disolución total del que todo lo recibe y lo incorpora (cual efecto croma de superposición de imágenes) con mermada capacidad para discernir.
Y los azules del que busca luz a esa confusión en su investigación y en su vida (“la luz a” que es la inversión del vocablo azul). Porque para Leonard todo está al revés, se lo dice el recepcionista del motel en uno de esos días bucle: “Está todo como al revés. Sabes lo que quieres hacer a continuación pero no recuerdas lo que acabas de hacer”.
Leonard está perdido en su investigación amnésica. No quiere recordar que ya vengó la muerte de su mujer, prefiere que dejar que se le nuble la memoria cuando alcanza la verdad y así seguir en la eterna búsqueda. No tiene el valor de enderezar su vida, de darle la vuelta a su mentira, de aceptar la verdad y recomenzar fuera de ese absurdo bucle. Triste.
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Jordi Mat Amorós i Navarro es pedagogo terapeuta por la Universitat de Barcelona, España, además de zahorí, poeta, y redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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Imagen destacada: Memento (2000).