La nueva entrega del autor chileno (Provincianos Editores, 2020) puede ser leída como un volumen de fotografías y de postales urbanas, pero también al modo de un poemario que contiene una voz familiar y cotidiana en torno a asuntos que a la mayoría pasan desapercibidos.
Por Katherine Hoch
Publicado el 27.11.2020
Lo básico: las luminarias son mecanismos que tienen como objetivo alumbrar espacios. Usualmente estos espacios son físicos y exteriores. Digo usualmente, porque entendemos que no todos los lugares son necesariamente materiales: existen también, espacios subjetivos, íntimos y personales que nada tienen que ver con descripciones.
Hay olores, sensaciones y reacciones que no pueden ser descritas de manera objetiva, o no del todo al menos, ya que siempre aparecerá el toque de lo emocional en ello. Como bien dice el poema “El imperio de los sentidos” en el nuevo libro de Gastón Carrasco (1988), Luminarias (2020), publicado por Provincianos Editores:
“Para ciertas personas conocer
no se trata de mirar, sino del tacto:
el objeto de su curiosidad
entre las manos”. (p. 36)
Y esta es la discusión que, para mí, en lo personal, generó la lectura de Luminarias.
Lo más simple, sería decir que este poemario da cuenta de situaciones y acciones que observa el hablante en determinados espacios geográficos. Si quisiera ser más específica: el poemario trata la construcción de estos espacios en un acontecer santiaguino.
Lugares por los que todos hemos transitado: la Catedral Metropolitana de Santiago, Plaza de Armas, la Biblioteca Nacional, la Alameda, la calle San Antonio. Suponemos entonces, que algunos de los poemas son postales que describen y muestran un escenario o acontecimiento que queda detenido en el tiempo. Como una fotografía.
Sin embargo, estas Luminarias no siempre dan cuenta solo de exterioridades. Existe también un detalle más sutil y desapercibido, y es que la etimología de iluminar proviene del verbo latín luminare y el verbo in. Luminare significa “luz” e in “hacia el interior”.
¿Son capaces entonces, estas luminarias, de iluminar espacios que están más bien dentro, que fuera?
Hago esta pregunta y pienso instantáneamente en los vitrales. Cuenta la leyenda que estas vidrieras policromadas tienen su origen en el Imperio Romano, pero fue en el siglo XIII, pleno apogeo de la arquitectura gótica en las iglesias, que se masificó la creación de vitrales. Principalmente para contar historias y escenas religiosas.
Si bien los vitrales cumplen una función descriptiva y decorativa, me atrevo a decir que su figura ronda la sensación de lo místico, y no necesariamente porque muestren a Jesús o pasajes de la Biblia, sino que más bien porque tienen la capacidad de hipnotizarnos e incluso, de reflejarnos en esos pequeños rayitos de color que irradia la mezcla que se crea entre la luz y el vidrio: “Los vitrales —fijación para devotos y niños curiosos— / filtran un sol tibio que apenas templa el alma”. (p. 12)
Con la sensación que dejan los vitrales en cada persona, se suma la aparición de una voz subjetiva, en tono confesional, que escapa de todas las descripciones fotográficas que contiene Luminarias. Esta voz cuenta cómo se siente, a qué le teme, por dónde moverse. Es gracias a ella que se conforma un subrelato poético. Si tomo un par de versos de distintos poemas para ejemplificar esto, el orden quedaría así:
“Creía mirar más allá de las personas”. (p. 18)
“Estamos cansados, hundidos/ mi cabeza hinchada”. (p. 32)
“Un cuarto oscuro parece ser/ un buen lugar para esconderse”. (p. 34)
Y así es como en realidad, Luminarias de Gastón Carrasco, puede ser leído como un libro de fotografías y postales santiaguinas, pero también como un poemario que contiene una voz de intimidad y asuntos que pasan desapercibidos.
Terminar de leer este libro genera una sensación similar a la que nos deja ver los colores y la luz de los vitrales en el piso.
Un reseteo, un pequeño segundo meditativo, en blanco, en el que entendemos que algo se movió desde el exterior al interior.
Es luego de ese momento, cuando sentimos que al fin “es hora de verlo todo por primera vez”. (p. 15)
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Katherine Hoch (Santiago, 1991). Estudió letras y ciencias del lenguaje en la Universidad Finis Terrae (Chile). Ha participado de los talleres «Poetizar y pensar» de Nadia Prado (2017) y «Ensayo literario» de Matías Rivas Undurraga (2018).
Actualmente es editora del colectivo Pantógrafas, que indaga sobre la figura femenina en el cine.
Imagen destacada: Gastón Carrasco Aguilar.