No existe lo crucial sin la cruz. La crucialidad se da con la cruz. Pero hoy la cruz ha perdido su antiguo valor. Ya no es maldita, ahora es linda, bendice, es el centro de lindas fiestas religiosas, festeja las instituciones fundamentales de la sociedad, los nacimientos, los casorios, las idas al cielo bello, ya nadie es maldito por colgarse un madero en el cuello. Aquí, recogemos opiniones acerca del volumen de fotopoemas publicado a dueto por los artistas chilenos Pablo Gutiérrez y Marcelo Gatica (Ortiga Ediciones, Chillán, 2015), en torno al fenómeno estético referido, un teaser y dos obras pertenecientes al mismo texto.
Por Cine y Literatura
Publicado el 30.3.2018
I
Lo crucial no existe sin la cruz. Quizás la cruz como lo crucial nunca necesitó tanta elocuencia. La locura de la cruz se juega en las derrotas del judío perdido y solo, abandonado por Dios; no en la gloria de la predicación condenatoria, esa cruz como venganza, a esa gente que le gusta la cruz para vengarse del mundo, como a Tomás de Aquino diciendo: “Los bienaventurados verán en el reino celestial las penas de los condenados para que bienaventuranza les satisfaga más”. No, nosotros queremos la cruz del Dios que no teme identificarse con nuestra mierda, el Dios que se identifica con la mierda humana. El Dios de barro. De barro.
No existe lo crucial sin la cruz. La crucialidad se da con la cruz. Pero hoy la cruz ha perdido su antiguo valor. Ya no es maldita ahora es linda, bendice, es el centro de lindas fiestas religiosas, festeja las instituciones fundamentales de la sociedad, los nacimientos, los casorios, las idas al cielo bello, ya nadie es maldito por colgarse un madero en el cuello. La cruz ya no nos recuerda la muerte, ni siquiera recuerda cursilerías de vieja, dos palos cruzados porque el cristianismo ya no ofende a nadie,a menos que se trate del pastor Soto que habla desde el poto, el poto de otros, no el suyo propio, de ahí que tengamos los evangélicos fama de pretenciosos administradores del poto de los demás.
Pablo Pavez, Santiago de Chile.
II
Acepto con sumo placer la amable invitación por parte de los autores a abrir una pequeña puerta de entrada a su hermosa publicación. (…) El lugar central de la Cruz, que ellos detectan en lo cotidiano, el «eco de la presencia de Dios en las cosas», la «señal latente del movimiento “silente” de Dios», que inspira su «poética del asombro», y que ha informado mi propia incursión en el campo de la hermenéutica bíblica a lo largo de muchos años; y sobre todo, el texto de Job, colocado como pórtico de esta exposición, ya que aquel libro iluminó mi propio camino en momentos de extrema necesidad. Eco y señal: la impronta de Cristo en toda la Escritura, como el propio Maestro explicó a los dos discípulos en el camino de Emaús, y que se asoma a la realidad de la vida diaria si tenemos oídos para oír, y ojos para ver. Se producen, de vez en cuando, estos «cruces de caminos», tan providenciales como inesperados, y son muy de agradecer (…).
Al margen de su proyección teológica, Job ofrece otros muchos alicientes al lector. Su vehículo expresivo es el diálogo; su esencia, la poesía; y el libro constituye un bello monumento al valor de las palabras. Se producen, por tanto, no pocas afinidades conceptuales entre Crucial y el libro de Job. La belleza de sus aforismos y reflexiones, su adentramiento en los intersticios de las cosas, la intrahistoria que desvela, las imágenes que evocan una realidad trascendente, más elevada, la que inspiró a Teresa de Ávila a cantar: ¿Ves la gloria del mundo? / Es sombra vana. /Nada tiene de estable, / Todo se pasa. Todo, menos la Palabra de la Cruz que reverbera a través de toda la Escritura, que se asoma a lo diario, y se puede discernir en lo aparentemente trivial. Cristo no buscó su propia gloria. Murió en medio de la oscuridad, en la soledad de su alma; «y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos» (Isaías 53:3). A través de Crucial se nos invita a descubrir nuestro rostro, levantar nuestra vista, y estimarle a Él en todas las facetas de nuestra vida, ahora, y en la eternidad.
Stuart Park, Valladolid.
II
He aquí a dos que miran (y sienten) el perfecto legado del Traspasado. Y más que cielo o tierra, más que imagen o verso, lo suyo es Pasión que alumbra la órbita sombreada de la Cruz, aquella que muchos realmente no perciben, más atentos a los ayes y amenes. Sí, escriben y captan aquello que marcan sus ojos o el Espíritu, pero en realidad son dos luciérnagas al servicio del Ojo y del Hijo. (…) Todo se entrecruza en lo extenso del Misterio, en lo profundo de la Cruz: Marcelo de Cauquenes y Pablo de Temuco enlazan arte y amistad, Evangelio y vida de ahora mismo. Celebro su propuesta y simbología. Y lo hago porque no están rezagadas del Verbo.
Alfredo Pérez Alencart, Universidad de Salamanca.
Tráiler:
Crédito de las fotografías: Marcelo Gatica Bravo