La última entrega del escritor español (Tusquets Editores de Planeta, 2021) es una novela que se afirma en el género thriller político, y que logra emocionar, atrapar y entretener, aun cuando los conflictos sociales que trae a colación resultan duros, urgentes y hasta deprimentes.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 15.3.2021
Independencia es la última novela de Javier Cercas (1962). En ella Melchor Marín, el policía o, en catalán, mosso d’esquadra, quien debutó en Terra Alta (Premio Planeta 2019), regresa para hacerse cargo de la investigación en torno a la extorsión que está sufriendo la alcaldesa de Barcelona.
La fachada de Melchor es la de un héroe incomparable: es considerado como tal por su intervención en un ataque terrorista, donde mata a varios hombres. Ese episodio, así como los trayectos que nos llevan en diversos paseos por parajes catalanes, hasta llegar a Andorra, son narrados con urgente concatenación, y el tono de thriller se mantiene durante toda la novela.
Cercas tiende hilos narrativos que luego une convincentemente, gracias a la arquitectura con la cual organiza la novela, que comienza con un macabro relato-testimonio, y en el que nos enteramos de otros dramas sociales que pueblan la narración, como el tráfico humano, la fatídica situación de los inmigrantes, y el costo de la salud mental que implica el trabajo policial (el retrato del sargento Vàzquez, con la descripción de un ataque de pánico resulta escalofriante).
Cercas incluso se las arregla para incluir la llegada del covid en su novela, y su efecto en tierras catalanas.
Aunque escéptico y renuente, Melchor finalmente acepta el reto de volver a su cancha, puesto que hay una espina en su psique que no ha logrado extirpar: El asesinato de su madre, “el recuerdo de su madre prostituyéndose en los alrededores del Camp Nou… el recuerdo del cadáver de su madre encontrado al amanecer del día siguiente en un descampado de la Sagrera, en Sant Andreu, con el cráneo destrozado a pedradas”.
Este no es ningún spoiler, ocurre en la página 36 de las casi 400 de la novela.
Al final del texto la madre sigue penando porque, intuyo, el máximo misterio no es el que ronda el chantaje protagonizado por la alcaldesa de Barcelona, sino el enigma que significa la relación con la madre, que resulta insondable y decisivo, agudizado por el fantasma de un padre desconocido:
“[P]odría hablarle a Vivales de lo que nunca le ha hablado, piensa Melchor, de su madre y su infancia de huérfano e hijo de prostituta en el barrio de Sant Roc y de todos los padres espectrales que, igual que fantasmas o platillos volantes, inquietaron las madrugadas de su infancia…”.
El background de Melchor está fuertemente marcado por la muerte de su esposa, Olga, bibliotecaria, cuyo trabajo es contemplado por Melchor como herencia y posibilidad de proyección post jubilación policial.
Cosette es la hija chica, a la cual Melchor lee pasajes de Miguel Strogoff, novela de Julio Verne, y le inculca el placer de la lectura. Hay muchas referencias también a Víctor Hugo, específicamente a Los miserables.
Este es un policía culto, se alimenta de novelas decimonónicas, es jurado para un concurso literario y se permite inspiradoras reflexiones en torno a la literatura: “Quiero decir que no es muy habitual que los policías leamos novelas, seguramente porque mis compañeros piensan que es más útil y más entretenido leer sobre cosas reales que sobre cosas inventadas”.
En un sentido discurso final, en la sala de actos del Instituto Terra Alta, Melchor concluye que: “las novelas no sirven para nada, excepto para salvar vidas”.
Pero el conflicto más evidente gira en torno a la alcaldesa, una mujer oportunista y chaquetera. Su discurso camaleónico cambia de color político según la economía de las agendas:
“Y eso que ahora predica la castidad, el retorno a la familia tradicional y la necesidad de tener hijos para preservar la civilización cristiana y que los musulmanes no nos invadan y toda esa mierda xenófoba”, comenta uno de los amigos.
Otro, agrega: “Igual que cuando era activista predicaba el amor libre y alardeaba de sus experiencias homosexuales… Esta mujer ha hecho de su propia vida un argumento político”.
Cercas aventura un juego posmoderno que puede resultar desagradable para algunos. En varias entradas hace su aparición a lo Hitchcock, y se presenta con una distancia desconcertante.
Dentro de la novela, es el mismo Cercas quien ha escrito Terra Alta, y hay mucha habladuría sobre si su novela es realista, alarmista, manipuladora, etcétera, mientras que el mismo protagonista, Melchor, reconoce no haber leído la novela que trata de su propia vida: “¿No me digas que no has leído la última novela de Javier Cercas?”, se sorprende el personaje de Verónica en una conversación. En otro dialogo: “En cambio, nosotros tenemos que conformarnos con la novelita de Javier Cercas”.
Este juego de auto-referencialidad, como digo, puede resultar impostado, pero no entorpece la lectura de Independencia, una novela que se afirma en el género thriller político, y que logra emocionar, atrapar y entretener, aun cuando los conflictos sociales que trae a colación resultan duros, urgentes y hasta deprimentes.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Crédito de la imagen destacada: Daniel Mordzinski.