Como nunca antes, el Ministerio de las Culturas financió y apoyó a un filme producido en el país para conseguir premios y galardones en el circuito mayor de la cinematografía internacional, de la forma entusiasta en que lo hizo con el largometraje documental de la realizadora Maite Alberdi. Pero el fracaso de la millonaria apuesta fue rotundo (no se ganó en los Oscar ni en los Goya, y tampoco en ningún otro certamen de importancia) y las razones de fondo, antes que cualquier otra consideración, se deben a la intervención de un actor inédito en el proceso de marketing y de difusión mediática, propios de una campaña de tales magnitudes: el debut en estas lides, de la misteriosa Academia de Cine de Chile.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 28.4.2021
El equipo de El agente topo accedió a importantes fondos públicos para financiar su película, provenientes de la Corfo, el Consejo Nacional de Televisión y el Fondo de Fomento Audiovisual.
¿Será importante saber los montos que aportó cada repartición pública en específico?
No es un tema menor, si en palabras de la productora Marcela Santibáñez Gómez el presupuesto de realización se aproximó al US$ 1,5 millones. Son contribuciones cuantiosas que habría que contrastar con el apoyo recibido por el resto de la industria cinematográfica nacional durante estos últimos dos años.
No se trata de un largometraje cualquiera, su costo triplicó el presupuesto destinado a la mayoría de las cintas nacionales (según lo expresado por la misma Santibáñez).
Ese dato supondría que el estándar audiovisual del largometraje documental de Maite Alberdi Soto sería más profesional que el de otras obras nacionales, pero esto no ocurre necesariamente: existen cintas de mayor riqueza artística y audiovisual, como por ejemplo Matar a Pinochet (2020), de Juan Ignacio Sabatini.
El resto del financiamiento de El agente topo fue complementado con aportes internacionales (un 19% de EE. UU., Alemania, Países Bajos y España). La productora a su vez menciona que en la promoción del filme se gastaron otros US$ 250 mil, gracias a los aportes del Banco Chile, la Caja Los Andes y la Fundación Las Rosas.
¿Serán los únicos aportes para la mayor promoción que se recuerde dentro del cine chileno?
Podría ser interesante saber si la Academia de Cine de Chile destinó recursos propios a la difusión de El agente topo (o si el equipo de Maite Alberdi le traspasó dineros con ese fin) y si acaso esos aportes provenían desde otro estamento público, desconocido hasta el momento.
Recordemos que la mencionada Academia se encargó de publicitar en forma exhaustiva el documental, participando de entrevistas y reportajes a diversos medios escritos, digitales y televisivos.
Tomemos como ejemplo una interesante apuesta audiovisual: Algunas bestias (2019), del director Jorge Riquelme Serrano. Esta cinta fue galardonada en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián 2019 con el premio a los nuevos realizadores.
Este reconocimiento pareciera superar en importancia al premio otorgado por el público del mismo certamen a El agente topo. Por lo demás, Algunas bestias fue estrenada en salas de cine españolas durante el año pasado, lo que hubiera sido una interesante carta para representarnos en los Goya.
Jorge Riquelme domina el lenguaje cinematográfico, cada tiro de la cámara y cada plano tiene una intención artística, en definitiva, sabe cómo contarnos una historia de roles trastocados dispuestas como un estudio de clases sociales. Es muy superior técnicamente y en términos estéticos a El agente topo, sin embargo, no tuvo un respaldo por parte de la industria fílmica chilena.
Habría que comparar los emolumentos del Estado que fueron destinados a Algunas bestias, pero casi con seguridad no serían aportados por tres entidades públicas diferentes y probablemente los montos dispensados no guardan relación con los otorgados a la cinta de Maite Alberdi.
¿Por qué apostar, la totalidad de los recursos monetarios, siempre escasos, a la misma canasta?
La Academia de Cine de Chile: Un intermediario innecesario
Si la Academia de Cine de Chile hubiera postulado a Algunas bestias a los Goya (en los Oscar no podía por fecha de estreno) y a El agente topo a los Oscar, hubiera sido más transparente, es sólo un ejemplo, hay otras producciones nacionales que al parecer tampoco tuvieron oportunidad.
Algunas bestias realizó un periplo acotado por cuatro festivales de cine. Además del premio en San Sebastián, fue doblemente galardonado en el Festival Internacional de Cine de La Habana (2019): mejor director y premio especial del jurado.
Con esos tres premios, el largometraje de Riquelme Serrano ya supera el palmarés que obtuvo El agente topo con su grandilocuente y prolongada campaña publicitaria de cara a los premios Oscar.
La cinta de Maite Alberdi, en cambio, participó de veinte certámenes internacionales: cinco veces más que los de Algunas bestias. ¿Dónde obtuvieron los recursos para ese robusto apoyo de difusión?
No será demasiado mezquino obtener apenas dos premios internacionales para toda esa maquinaria de promoción desplegada durante meses. A saber: premio del público en San Sebastián y ser parte del listado de mejores películas extranjeras del National Board of Review.
Habría que revisar cuál es el reglamento en Chile para entregar fondos públicos a los proyectos fílmicos. No es de cauce normal que varios estamentos fiscales otorguen recursos a un solo proyecto.
ProChile (en este caso a través de su controvertida y mixta marca, por la injerencia de esfuerzos privados en su funcionamiento, CinemaChile) es la institución pública encargada de la promoción de la oferta exportable de los bienes nacionales de distinta especie, en general.
Pese a todo, su experticia —la de ProChile, aunque con bastantes dudas la de CinemaChile— está fuera de mayores reparos (éticos y de gestión) y tiene bien definidos sus mecanismos de financiamiento dentro del presupuesto estatal.
¿Era necesaria, entonces, la incorporación de un nuevo intermediario del mundo privado como lo es la Academia de Cine de Chile, para coordinar la promoción de El agente topo?
Los recursos que se aportan a ProChile son parte del presupuesto de la nación. Los fondos para el ítem cultura son costo hundido, pero además, ¿hay que destinar recursos adicionales a una institución privada que realiza la misma labor, para un sector industrial en específico?
La contabilidad de la Academia de Cine de Chile no deviene en transparente. Al parecer recibe fondos públicos para efectuar labores propias de organismos ya financiados con anterioridad por el Estado.
¿Por qué la Academia de Cine de Chile no tiene una página web institucional donde se visualice a sus miembros y en donde sean públicas y detalladas las votaciones de sus integrantes?
La composición de esos jurados resolutivos debiera incluir a funcionarios provenientes del Ministerio de las Culturas.
¿Quiénes son esos 250 integrantes?
Son fondos públicos y las decisiones sobre quién participa en festivales o a quién se promociona en el extranjero debe ser, por lo menos en parte, una prerrogativa de la mencionada dependencia gubernamental.
Todo es demasiado hermético en la Academia y sus resoluciones deciden el destino de la producción fílmica nacional, financiada no con aportes de dicha organización, sino que con dineros públicos, supuestamente coordinados en su entrega por el Ministerio de las Culturas.
¿De verdad dicha Academia está compuesta por 250 realizadores nacionales?
Todo lo asevera Giancarlo Nasi Cañas, siempre respaldado y en compañía de algún crítico de cine de la plaza, en el transcurso de sus innumerables entrevistas, durante las últimas semanas.
Hay que creer en la palabra del presidente de una corporación que adopta sus decisiones (y las fundamentales para toda una pujante industria audiovisual) a puertas cerradas.
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Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles de Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
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