La cinta de Orson Welles —estrenado en 1941— cambió para siempre la forma de rodar una obra audiovisual, dando un papel preponderante a la estética de las imágenes, y su realizador fue el pionero en esa forma de filmar, muy utilizada por los directores que en épocas posteriores se abocaron al género noir o policial.
Por Aníbal Ricci Anduaga
Publicado el 19.5.2021
*Una versión de este artículo apareció en revista Occidente N°516.
Al cumplirse 80 años del estreno de esta paradigmática cinta (1941), considerada por algunos especialistas como la más importante de la historia del cine durante el siglo XX, nos acercamos al mito que dio origen al personaje y damos repaso a algunos hitos del guion, a propósito de que David Fincher rodara Mank (2020) en torno a la figura de su guionista.
Orson Welles (1915–1985) hizo su entrada al cine sonoro, abordando la vida del magnate Charles Foster Kane. El director, de sólo veinticinco años, rompió con los moldes estéticos de la época con un peculiar estilo fílmico. Se valía del uso de grúas para generar tomas imposibles y de un lente gran angular para los encuadres panorámicos.
Sorprendió con el uso de contrapicados, proyectando sombras en las paredes y el techo gracias a la colocación de focos a ras de suelo. El resultado da cuenta de un cine barroco, de atmósfera claustrofóbica producto de un acertado uso de luces y sombras, siempre jugando con la profundidad de campo, de manera de sorprender al espectador con posturas introspectivas de los personajes.
El guion, firmado por Welles y Herman Mankiewicz, se basó en la vida del editor periodístico William Randolph Hearst, con paralelismos sin cabida a interpretaciones, razón por la que el propio empresario intentó que el filme no viera la luz.
Hearst, de alguna manera, operó como alter ego de Welles, debido a que este joven director creía estar por encima de los grandes estudios, siendo comunes los costosos rodajes y queriendo imponer su propio montaje sobre las sugerencias de los productores.
El magnate poseía más de una veintena de periódicos, con los que «moldeaba» las noticias. Fue un cultor del sensacionalismo, con portadas destinadas a influir en los destinos del país y alterar la convivencia de personas importantes.
El enigma del guionista Herman Mankiewicz
Hearst «hacía la historia» y Welles quería ser el amo del séptimo arte. De personalidad excéntrica, la visión artística del realizador siempre fue vista con recelo por los grandes estudios. Welles, sin duda, era un director difícil de manejar. Hearst fue famoso por forjarse su propio camino, una especie de héroe para Welles.
La autoría del guion no ha sido aclarada del todo. Se cree que Herman Mankiewicz fue el verdadero cerebro tras esas líneas. En el año 2020, David Fincher estrena Mank, dando pistas del origen del texto.
Mankiewicz terminó de escribir el guion de Ciudadano Kane (1941), tras treinta días de reclusión en un motel solitario, donde Orson Welles corrió con los gastos, contratándole una dactilógrafa y una enfermera.
La historia de Ciudadano Kane comienza con su muerte, con música propia del cine de terror, con planos generales de la mansión y adentrándose al escritorio del occiso, que antes de morir, pronuncia la palabra «Rosebud», que será objeto de una investigación periodística.
Pretender que una palabra resuma toda una vida podría ser algo sobredimensionado, Hearst y Welles siempre fueron unos megalómanos y el proyecto Ciudadano Kane no ocultaba esa ambición desmedida.
Kane aparte del periódico Inquirer, poseía fábricas, imprentas, navieras y construyó una mansión de 20 mil hectáreas para que viviera su segunda esposa, cantante lírica, otro proyecto personal de Kane, quien coleccionaba personas aparte de su obsesión por comprar objetos desde cualquier rincón del planeta. Estaba desilusionado del mundo y por eso se fabricó uno para él solo como rey absoluto. Poseía mucho dinero, pero su obsesión no era el dinero, sino el poder.
Gran parte de Mank se refiere al proceso creativo que llevó a Mankiewicz a obtener el único Oscar de Ciudadano Kane por guion original. Orson Welles lo contrató como ghost writer; tan desmesurado era el ego del joven director que prefería pagar generosamente a Mankiewicz (quizás el mejor guionista de la época), con la condición de que no apareciera en los créditos.
En un punto álgido, el guionista se da cuenta del alcance de la historia: quiere pasar a la posteridad, desnudando al mayor magnate de la prensa. Mank era un intelectual al que molestaba el poder del dinero. La película de Fincher resulta un ajuste de cuentas tras el verdadero artífice de la célebre cinta.
El guion de Ciudadano Kane fue su máximo logro y Mankiewicz pagó un precio altísimo por enfrentarse a los poderosos. El guion carga con el peso tras los hombros de Kane, se va haciendo más desagradable al espectador a medida que la personalidad del magnate va perdiendo el control sobre sus posesiones.
Ambas películas dan cuenta de una despiadada lucha de egos. En Ciudadano Kane se superponen las figuras de Hearst y Welles, pero la estocada a sus egos fue obra de Mankiewicz.
El homenaje de David Fincher
Al igual que en Ciudadano Kane, Fincher se vale de los múltiples puntos de vista para abordar a sus personajes principales. El padre de Fincher (el fallecido Jack Fincher) escribió este guion acerca de otro libreto, una especie de estructura de matrioshkas. El visionado es interesantísimo, debido a que propone que la ficción crea el mito del magnate. El espectador podría pensar lo contrario, quizás la vida de Hearst fue la que originó el fantástico texto dramático.
Pero esas matrioshkas son mucho más que dos. Cada ego contiene al otro, en un juego sin fin, pero el ego de Mank, luego de estos ochenta años, fue rescatado por Jack Fincher y llevado a la pantalla por su hijo.
Visionar Ciudadano Kane es entender por qué vamos al cine. A ver buenas historias, con una magnífica puesta en escena, montaje preciso y sobre todo basada en un guion que da cuenta perfecta de una época.
No se puede pretender que una palabra resuma toda una vida. «Rosebud era apenas la pieza de un rompecabezas», escribía Mankiewicz para Orson Welles.
Pero para Fincher hay otra interpretación: «No puedes capturar la vida de un hombre en dos horas de película», palabras puestas en la boca de Mank por otro guionista (su padre).
David Fincher celebra los ochenta años de la cinta de Orson Welles. La utilización del blanco y negro con gran profundidad de campo, los créditos iniciales y la música también nos introducen en la ambientación de Ciudadano Kane.
Imita los tiros de cámara de Welles (un Mank borracho deja caer la botella, tal como Kane dejaba caer una esfera de cristal al morir), pero Fincher hace un alto en el camino para brindar un emotivo homenaje al rubro de los escritores (en particular a Mankiewicz), otorgándole a Mank otro cauce que la distingue de los delirios de grandeza de Welles.
Ciudadano Kane cambió para siempre la forma de hacer cine, dando un papel preponderante a la estética de las imágenes. Orson Welles fue el pionero en esa forma de filmar, muy utilizada por los realizadores que en épocas posteriores se abocaron al cine negro.
Fincher utiliza flashbacks como si se tratasen de piezas de un guion, mismo mecanismo que utilizó Welles para dar con todas las aristas del magnate.
Ciudadano Kane no sólo es un clásico de todos los tiempos, sino un referente para cualquier realizador del séptimo arte. No es de extrañar que David Fincher rindiera homenaje a la cinta que revolucionó a la industria audiovisual.
***
Aníbal Ricci Anduaga (Santiago, 1968) es un ingeniero comercial titulado en la Pontificia Universidad Católica de Chile, con estudios formales de estética del cine cursados en la misma casa de estudios (bajo la tutela del profesor Luis Cecereu Lagos), y también es magíster en gestión cultural de la Universidad ARCIS.
Como escritor ha publicado con gran éxito de crítica y de lectores las novelas Fear (Mosquito Editores, 2007), Tan lejos. Tan cerca (Simplemente Editores, 2011), El rincón más lejano (Simplemente Editores, 2013), El pasado nunca termina de ocurrir (Mosquito Editores, 2016) y las nouvelles de Siempre me roban el reloj (Mosquito Editores, 2014) y El martirio de los días y las noches (Editorial Escritores.cl, 2015).
Además, ha lanzado los volúmenes de cuentos Sin besos en la boca (Mosquito Editores, 2008), los relatos y ensayos de Meditaciones de los jueves (Renkü Editores, 2013) y los textos cinematográficos de Reflexiones de la imagen (Editorial Escritores.cl, 2014).
Sus últimos libros puestos en circulación son las novelas Voces en mi cabeza (Editorial Vicio Impune, 2020) y Miedo (Zuramérica Ediciones, 2021).
Asimismo es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Tráiler:
Imagen destacada: Ciudadano Kane (1941).