Luego de un lustro de haber publicado su última obra narrativa, el escritor peruano vuelve a las librerías chilenas con «Y líbranos del mal» (Seix Barral de Planeta, 2021), una novela en la cual aborda el doble estándar moral, social y político, de la alta burguesía sudamericana, esa élite enraizada con la cultura de los Estados Unidos, más que con la realidad de sus propias naciones de origen.
Por Nicolás Poblete Pardo
Publicado el 25.5.2021
Y líbranos del mal es el esperado regreso de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) tras cinco años de ausencia en el mundo literario.
En esta novela, y valiéndose de un argumento que sumerge al lector en la realidad de dinámicas familiares que denotan el arraigo a guardar las apariencias, lo cual convierten a la trama en un laberinto sombrío, en un pasadizo que va desde los claroscuros de lo íntimo del seno familiar, a lo público de lo colectivo: esa terrible costumbre de la sociedad latinoamericana por encubrir verdades oscuras que finalmente estallan en la descomposición o quiebre social.
Así, esta ambiciosa obra dramática es un relato que conduce a los lectores a preguntarse hasta dónde puede llegar la obediencia ciega y en qué punto el silencio nos transforma en cómplices y en culpables frente a la impunidad de diversa índole, ya sea esta de tipo religiosa, política o inclusive judicial.
En efecto, uno de los escritores más potentes del concierto literario sudamericano está de vuelta con una historia brutal —ambientada entre Lima y los EE. UU.— sobre abusos sexuales y actos de pederastia, encubiertos por la Iglesia Católica, en el seno de una familia de la alta burguesía peruana.
Las sincronías entre lo que ocurre en su país, Chile y Latinoamérica respecto a las violaciones cometidas y ocultadas por la curia en su momento, el lugar del inmigrante, el rol que la clase social adjudica, el silencio como manto y revelación —estos temas, en fin— analizó Roncagliolo en su diálogo con el Diario Cine y Literatura.
«Me interesan muchos los extranjeros, los diferentes, los que no encajan»
—En tu novela prestas mucha atención a las clases sociales y la forma en que chocan entre sí. Esta jerarquía es dramatizada, por ejemplo, con la abuela y la empleada; también con las tensiones raciales que se cruzan en comentarios prejuiciosos de la abuela y su entorno de una acomodada Lima.
—Yo creo que los países latinoamericanos son los más desiguales del mundo y en lugares tan desiguales las clases más altas ya viven en une pequeña secta, en un grupo que siente temor por lo que ocurre afuera; que está constantemente amurallado, protegido y resguardado del resto de sus sociedades, y no es casualidad que en muchos de los casos de este tipo en países latinoamericanos, los escándalos hayan sido de la alta sociedad, porque ellos, para llegar a una secta de verdad, solo tenían que dar un paso muy reducido. Era muy fácil aislarlos del resto del mundo. La clave de la secta es el aislamiento.
Pero además una congregación ultra conservadora, como la de la novela, les ofrece a los chicos un sentido, la sensación de que forman parte de una élite, casi de un ejército que va a cumplir una misión. Si quieres ascender en ese ejército tienes que ir pasando ciertas pruebas. Pero esas pruebas van destruyendo tu voluntad, para ponerte a merced del abuso.
Muchos de los abusos no eran solamente sexuales. Tenían que ver con humillaciones, servidumbre, sujeción. Eso habría sido más difícil en clases sociales con un contacto mayor con el mundo, con más movilidad. Otra cosa que siempre es de clase alta es el conservadurismo, y cuando este implica represión sexual implica también silencio para las víctimas en esta novela; para gente como el padre de Jimmy, Sebastián.
Decir lo que está ocurriendo no solamente implica romper con sus superiores religiosos; implica romper con el colegio, con la madre, con los compañeros. Cuando hablas de estos abusos rompes la niñez perfecta que ellos deberían haber vivido. Esto crea un manto de silencio, que es un escondrijo del mal. Todo esto ocurre frente a las narices de todos, pero nadie puede decirlo.
Es tal este silencio, que uno de los abusados descubre que ha sido una víctima sexual años después, cuando una pareja le dice que lo que ha ocurrido no es un “ejercicio espiritual”, sino un abuso. Esto es real. Esto viene de una historia real, y es lo que permite el silencio; el que solo una voz controle tu voluntad.
—Háblanos de “los orígenes”, un gran tema de Y líbranos del mal. Orígenes e inmigración: lo que dejamos atrás, cómo nos adaptamos a un nuevo orden social, sociológico. El resentimiento que se percibe en tu novela, visto a través de los acentos, por ejemplo, y en las impresiones raciales que proyecta la abuela.
—Ese tema tiene que ver con mi propia historia. Yo llegué a mi país como un extranjero. Crecí fuera. He vivido más años fuera de mi país que dentro. Soy una especie de extranjero en todas partes. Me interesan muchos los extranjeros, los diferentes, los que no encajan.
Mis protagonistas nunca terminan de encajar o de saber cuál es su lugar, porque esa es una experiencia mía también. En este caso ocurre con varios personajes que cuando tienes que decidir quién eres, lo lógico es que busques de dónde vienes, que busques a tu padre. No me había dado cuenta, pero mis libros están llenos de hijos buscando padres, o hijos cuyos padres están alejados, son lejanos, son distantes, son alcohólicos, son enfermos, débiles. De ahí nace su inseguridad, de no poder encajar.
Y en el caso de un grupo como el de la comunidad en la novela, y como ocurrió en el mundo real, precisamente la víctima perfecta era la que no tenía un modelo paterno sólido.
El grupo, la comunidad religiosa te ofrece un padre, te ofrece una guía moral, sólida, y unas reglas que seguir y unos hermanos para completar tu familia. Jimmy va en busca de su padre y se va a preguntar si eso es lo que él quiere ser; si ese padre es un espejo de lo que él podría ser.
Por eso lo extranjero era necesario. Descubrir a través de los silencios de los otros personajes.
«¿Por qué la gente hace cosas atroces?»
—¿Cómo armaste la novela? Veo en la fabricación preocupaciones derivadas de eventos reales. Hoy vemos un auge de la autoficción y de la memoria, géneros que podrían utilizarse para una denuncia de este tipo… Hay varias advertencias, especialmente al principio de la novela.
—Esta novela surge de un caso que estuvo más o menos cerca de mí; yo tenía parientes que estaban en una congregación religiosa. Muchos periodistas investigaron este caso. Mi pregunta era cómo todo esto está ocurriendo tan cerca de nosotros y nadie habla de esto, durante años.
Me empecé a fijar mucho en pequeñas historias, pequeños detalles, que no llegan a la denuncia periodística, pero que a mí me llamaron la atención. Una de estas historias era la de uno de los peores depredadores de la congregación, un tipo que había huido antes y había tenido un hijo, fuera del país.
Yo me preguntaba ¿y este hijo sabe lo que hizo su padre?, ¿tiene alguna idea de dónde viene? ¿Lo han comentado y se ha justificado?, ¿no lo han comentado?
No lo sé, no investigué al hijo, ni quiero saber quién es.
Espero que viva al margen de todo esto si puede, pero eso sí que fue el inspirador de una ficción, más allá de las fuentes periodísticas. Había puntos para unir en una ficción que invitaban a especular, a imaginar, a pensar en qué es lo que personas normales habían hecho y cómo se habían convertido en eso.
¿Por qué la gente hace cosas atroces?
Y estructuralmente me iba acercando a través de una anécdota aquí, una historia allá, a veces se conectaban, y quería que el personaje reprodujese eso, a través de pedazos, retazos que van desvelando este horror, la historia de su padre.
Me parecía interesante que las historias mantuviesen el misterio…
—Algunos tipos de masculinidades son exploradas en la novela, por ejemplo, en el rito de pasaje cuando Jimmy cumple 18 años. Ahí el padre lo invita a cazar…
—En ese momento los dos necesitan y deben hablar, pero no saben hacerlo, no saben con qué palabras hacerlo. Esto nos pasa a todos. Para los hombres latinos de origen católico es difícil hablar de sus propias emociones, más aún con sus hijos. En este caso, además, no están ni preparados para ponerle nombre a las cosas que han ocurrido.
Los dos se enfrentan sin saber cómo llamar esto o cómo explicarse. Creo que los dos sienten que todo lo que digan puede ser un paso sin marcha atrás.
Puedes cruzar un límite donde todo será peor, y ninguno se atreve… no todos los silencios de esta novela son impuestos, algunos son voluntarios, los deciden los personajes porque tienen miedo de cruzar el umbral.
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Nicolás Poblete Pardo (Santiago, 1971) es periodista, profesor, traductor y doctorado en literatura hispanoamericana (Washington University in St. Louis).
Ha publicado las novelas Dos cuerpos, Réplicas, Nuestros desechos, No me ignores, Cardumen, Si ellos vieran, Concepciones, Sinestesia, y Dame pan y llámame perro, y los volúmenes de cuentos Frivolidades y Espectro familiar, y la novela bilingüe En la isla/On the Island.
Traducciones de sus textos han aparecido en The Stinging Fly (Irlanda), ANMLY (EE.UU.), Alba (Alemania) y en la editorial Édicije Bozicevic (Croacia).
Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Santiago Roncagliolo, por Lena Prieto.