El pajarillo se fue y los cinco observadores que estábamos ahí celebramos de manera contenida, levantando cejas o elevando comentarios sobre nuestra suerte. El trepador azul quedó inmortalizado en una fotografía y nos acercamos un poco más al mundo interior y a los amores del gran novelista hispano.

Por Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Publicado el 22.7.2021

Uno de los escritores españoles que más me conmueven es Miguel Delibes (Valladolid, 1920 – 2010). El camino, Los santos inocentes, Señora de rojo sobre fondo gris, Cinco horas con Mario y Mi querida bicicleta son los títulos que he leído y gozado, y espero no morir antes de leer los que me faltan.

Delibes era un enamorado del campo, la caza, la calma de la vida rural, la familia, las palabras. Él cuenta en una entrevista que se recoge, por cierto, en un documental de RTVE muy bonito y que está disponible en YouTube, que cuando se integró a la Real Academia Española, propuso la incorporación de muchos nombres de aves al Diccionario.

Ayer, impulsado quizá por la curiosidad, conseguí hacer una excursión de birdwatching a un bosque navarro con la guía de un amigo aficionado a la ornitología. Fue una experiencia singular y del todo recomendable que me ayudó a conocer algunos secretos de la naturaleza.

Hay olor a robledales húmedos y una brisa fresca entra por la puerta del observatorio de aves en este día caluroso del norte de España. Estamos los tres, Manuel con su cámara, Giorgio disfrutando la vida y yo alerta con mis binoculares, un poco encorvados desde la banca para mirar por las ventanas bajas, mientras esperamos la visita de algún pájaro habitante del Bosque de Orgi.

La clave es la paciencia y la esperanza es fundada: delante de nosotros, a unos tres metros de distancia, unas ramas gruesas equilibradas en forma de X dicen haber sido nutridas de larvas o semillas por los cuidadores del parque. “Vediamo”, comenta Giorgio con una de sus ironías benévolas.

Entra, de pronto, una pareja joven, probablemente de hermanos porque el hombre parece menor. Manuel, haciendo gala de sus conocimientos ornitológicos, los anima a sentarse:

—Aparecerá, cada media hora más o menos debiera venir un pajarillo.

—Hay varios modos de cazar —me explicaba Manuel en el auto— unos cazan para matar y otros cazan para capturar y devolver a la criatura una nueva vida. Los pajaritos que veremos morirán dentro de un año o dos, pero algunos conseguirán inmortalizarse en una fotografía.

Me gustó la explicación y pensé en la profesión de mi padre, pues podría ser un tercer modo de caza: el head hunting, cazar talentos para ofrecerles mejores oportunidades.

—Psst —Manuel levantó la mano y se concentró en su cámara.

Ruiditos, un revoloteo y ¡ahí estaba!

—Es un trepador azul —susurró Manuel

La cámara disparó a mansalva, Giorgio sonrió a lo grande y yo seguí los movimientos ágiles del pequeño trepador con los binoculares y lo vi arrastrarse de perfil, arriba y abajo por la rama inclinada mientras buscaba alguna larva o jugaba a la finta de caderas.

Sentí la emoción de un camarógrafo de la BBC; fueron segundos especiales que me revelaron la existencia de un gusto distinto; diez o quince segundos de una belleza encantadora que vuelven a probar la existencia de Dios.

El pajarillo se fue y los cinco observadores que estábamos ahí celebramos de manera contenida, levantando cejas o elevando comentarios sobre nuestra suerte. El trepador azul quedó inmortalizado en una fotografía y nosotros sintonizamos un poco más con el mundo interior y los amores de Miguel Delibes.

***

Juan Ignacio Izquierdo Hübner es abogado de la Pontificia Universidad Católica de Chile, licenciado en teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz (Roma) y alumno del máster en teología de la Universidad de Navarra (España).

«Trepador azul» («Sitta europaea»), por Manuel Moreno

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

Imagen destacada: Miguel Delibes en 1996.