Los elementos estéticos que podemos encontrar en este poemario de juventud y a la vez su ópera prima, irán prefigurando un sello en el estilo del autor mexicano, el cual decantará en la construcción de su imaginario artístico referido al alba.
Por Daniel Rojas Pachas
Publicado el 5.8.2021
«Esta agua como acento del amor/ Un cielo de deseos flotante y absoluto».
Efraín Huerta, en «Final»
En esta lectura del poemario Absoluto amor (1935) busco analizar la construcción de atmósferas y la representación del otro, a partir del uso de tonalidades como el azul, que remite al espacio aéreo y el verde marino, sin ignorar las múltiples formas que estos colores encarnan en la voz del poeta: viento, lluvia, tormenta, fondos gélidos, nubes, rocío, pues ellos operan como imágenes o metáforas alusivas a la presencia evanescente del sujeto amado y el dolor ante su partida.
Para iniciar esta lectura, resulta significativo remitirnos a una de las expresiones culmines del azul, la búsqueda irresoluta y la pérdida del amor encarnados en la flor que persigue el protagonista de la novela Enrique de Ofterdingen de Novalis. El azul para el poeta alemán es la representación del ideal artístico, pero también carga un sentido de nostalgia.
En los poemas de Huerta podemos observar que tras el azul hay una revelación poética que se produce debido a la acción del amor. La amada azulea el mundo y cataliza la sensibilidad agónica del hablante:
(…) te amo con aquella esperanza del suicida poeta /que se meció en el mar / con la más grande de las perezas románticas / te miró así / como mirarían las violetas una mañana / ahogada en un rocío de recuerdos. (25-26; el énfasis es mío).
En esta cita, tomada del poema que da título a la obra, vemos la actitud trágica y romántica del poeta en relación al mar y su decisión de ahogarse en las profundidades de la memoria. En los destacados podemos apreciar cómo los recuerdos llegan en forma líquida asociados a las nubes.
Fernando Martínez en el artículo «Simbólica en la poesía de Efraín Huerta» destaca la presencia de las nubes como un elemento egregio en la obra del autor, sin embargo, para el crítico, este elemento no sólo remite al ámbito de lo aéreo sino que: «Huerta resulta primordialmente acuático: Nube-agua, nube-movimiento, nube-devenir, como el río heraclíteo, alegoría de la vida que pasa y con ella cada uno de nuestros apremios».
Esto nos permite postular un posible sentido al nombre que ostenta el poemario, la idea de absoluto asociado al amor y al arte como expresión culmine del recuerdo, debido a la reconstrucción del otro a partir de la escritura.
El arte es el azul
En el poema “Pausa”, Huerta escribe: «Entre lirios azules y aristas de recuerdos / envueltos en pañuelo de seda, / todo lo que es mi vida. Deshecha / con una raya de la noche». Goethe nos proporciona otro significado de relevancia pues propone en su Teoría de los colores (1810) que el azul tiene las cualidades de irrealidad, infinitud e imprecisión, mientras que Víctor Hugo señala: L´art c´est l´azur (el arte es el azul).
El azul y el verde en sus tonalidades marinas cercanas al cian, sirven a Huerta para la configuración de espacios que llegan a amalgamarse con la corporeidad del sujeto deseado.
En el texto titulado “I” y dedicado a Adela María Salinas, observamos el azul en lo aéreo, un espacio insubstancial en el cual se produce la confluencia con la alteridad además de la ansiada fusión con el cuerpo del ser amado:
«Asir nuestros espacios; / limitar lo invisible / muy cerca de tus labios. / (…) Prenderme con mi noche / y olvidarme en tus aguas / deshojar nuestros campos / en el cristal del aire.».
En la cita, lo aéreo y marino, no sólo sirve al poeta para caracterizar aquello que rodea al otro, el afuera y los contornos, sino también para dar sustancia integra al ser. Ella es el agua y su “piel el mar».
Mientras que los versos: “Nubes cerca de ti / flotando en medio / (…) ¿Hacia dónde la luz / y las manos del viento?” (Ibíd.), nos permiten dar cuenta de una atmósfera infinita cuyos límites son imprecisos. La imagen «manos del viento» nos comunican un tacto que resulta envolvente pero a la vez insubstancial.
Esta paradoja marca una tensión entre un sentir abarcador y una pérdida latente, lo cual exalta el erotismo y se complementa con la referencia directa a los labios y lo terso del cuerpo, descrito también en función de elementos que remiten al aire: «luz que bebía de tu boca / con la figura ligera / y la suavidad de cielo» (Ibíd.).
Huerta también insiste en aludir a tonos plateados y de coral, matices de fondos abisales frente a noches estrelladas.
En el cuarto cuerpo del poema “I” entrecruza ambas esferas: «Golpeóme labio de luna / y esferas verdes de aire / oceánicas con espuma / conchas peces sin color».
Este cruce tomará al cierre del poema, un matiz que refrenda lo evanescente, pues el profundo azul marino y espacial porta una carga importante de nostalgia y pérdida ya que la noche en su insondable oscuridad se torna desgarro y las estrellas son el filo que hieren al hablante:
«Sin esa estrella tuya / (…) y el aire de tu ausencia / ennegrecido y hondo / húmedo aire alisado / que duele como espina.»
En el poema “La ausente” no sólo en el título se reitera el sentimiento de pérdida, en el texto emerge una relación especial con lo nocturno, la niebla y la humedad, ya que establecen un vaso comunicante con la escritura y el habla, dando razón a Víctor Hugo y su máxima referida al azul del arte, pues Huerta escribe:
«(…) Arriba / donde las palabras se vuelven / pedazos de cielo, un algo / de mi muerte se siente. / Tiniebla tibia, dibujo / de mi voz».
Lo marino y aéreo serán un leitmotiv en el contenido simbólico de Amor absoluto y elementos que podemos encontrar en este poemario de juventud, irán prefigurando un sello en la poética de Huerta, que decantará en la construcción de su imaginario referido al alba:
“Crisálida de las noches o el capullo de los días, final y principio, muerte y nacimiento, símbolo de la naturaleza mutante, de lo que vence o es vencido, del eterno retorno de todas las situaciones.” (Martínez).
Bibliografía citada:
—Huerta, Efraín, Poesía completa, México, FCE, 1988.
—Martínez Ramírez, Fernando, «Simbólica en la poesía de Efraín Huerta» en Tiempo Laberinto, 2014, pp. 13-18.
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Daniel Rojas Pachas (Lima, Perú, 1983). Escritor y editor chileno-peruano, dirige el sello editorial Cinosargo. Ha publicado los poemarios Gramma, Carne, Soma, Cristo barroco y Allá fuera está ese lugar que le dio forma a mi habla, y las novelas Random, Video killed the radio star y Rancor.
Sus textos están incluidos en varias antologías —textuales y virtuales— de poesía, ensayo y narrativa chilena y latinoamericana. Más información en su weblog.
Imagen destacada: Efraín Huerta en 1942.