La también narradora Lilian Flores Guerra nos presenta uno de esos poemarios (Ediciones del Gato, 2021) que no dan respiro, que funcionan como un diario, y donde la autora desliza y recorre vivencias, sean estas reales o ficticias.
Por Cristián Brito Villalobos
Publicado el 16.8.2021
Presentar un libro siempre es una tarea complicada, especialmente cuando este es de poesía y de una gran autora. Sin embargo, al sumergirnos En la penumbra del ocaso (Ediciones del Gato, 2021), de la también narradora Lilian Flores Guerra (Santiago, 1974) , encontramos señales desde el inicio de que este título es completamente asertivo, al desnudar la vulnerabilidad de una poeta o hablante que busca liberar sus emociones en base a versos que, en su conjunto, conforman un universo en donde la oscuridad y la finitud de todo se hace presente.
Desazón por el amor ido, o prohibido, y así queda reflejado en el siguiente verso: «Todo el silencio de la noche/ envuelve/ habla de ti/ y me dice/ que estás lejos».
El amor se transforma en algo tormentoso, en tierra fértil para poesía trasnochada y dolida. En sueños y vigilia, en la luz y la penumbra. La soledad es otro factor presente, donde la hablante expresa la desesperanza de la ausencia del ser querido: «La suave brisa de la primavera/ murmura mi nombre/ que oirán las flores, y tal vez/ en un rincón/ al pie de la montaña/ alguien pregunte al amanecer/ a dónde se fue/ el roce de mis dedos».
Como se aprecia, cada verso parece estar construido desde el dolor y nostalgia por la ausencia, y estos momentos, que parecen eternos, constan de imágenes nítidas en cuanto al estado emocional de la poeta o personaje del poema. De esta forma leemos este simple pero contundente verso: «El silencio se hace esquivo».
Y es que este libro es un clamor que se desprende desde el fondo de un alma adolorida, pero que no calla, y que, por el contrario, enarbola un desesperado, pero ahogado grito de esperanza.
A pesar de la concurrencia, muchas veces estamos solos, como el verso de Mario Benedetti: «Tengo una soledad tan concurrida». Flores evidencia un estado de ensimismamiento propio del artista, trizado y adolorido, pero que se reconcilia con su estado: «La soledad como enemigo/ y luego amable compañera» entonces, la tristeza puede marcharse por la ventana abierta que deja la poeta para que circulen todos los dolores y recuerdos.
La felicidad y su demostración más espontánea y natural ha sido borrada. El poema al que me refiero me recuerda a un tema musical de la banda estadounidense Wilco, donde su compositor, Jeff Tweedy, también poeta, dice: «Cómo batallar la soledad/ sonríe todo el tiempo», por su parte Lilian también siente que la impostura de la felicidad es un truco, un engaño que intentamos internalizar como cotidiano. Una foto sonriente en Instagram y el llanto al apagar el teléfono. Y Lilian nos dice: «Sonreír sin sarcasmo».
El futuro se torna incierto en este escenario. El camino a seguir es desconocido, pero hay que recorrerlo, porque esa es tal vez la genuina función de la poesía —si es que una afirmación u opinión así pueda ser realizada, pero me arriesgo— buscar la verdad y ser la voz ahogada del alma. Así leemos: «Tal vez exista un lugar/ donde descubran mis ojos/ fuego/ y el latir de la marea».
La respuesta oculta tras la luz de la luna
En la penumbra del ocaso es de esos poemarios que no dan respiro, que funcionan como un diario, donde la escritora desliza y recorre vivencias, sean estas reales o ficticias. «Será un nuevo amanecer», nos canta Flores en un verso, tal vez como un presagio de que siempre saldrá el sol, y que no puede llover todo el tiempo, y ese estado de la naturaleza está además encarnado en el ser humano, donde las “estaciones” se definen por factores externos.
Es cierto que el libro destella una melancolía y desazón en la mayoría de sus versos, pero como en el que cité se demuestra que la hablante lírica también vislumbra un futuro luminoso, incierto pero auspicioso. En definitiva, nos invita sutilmente a no perder la fe.
Los misterios de la noche, del ocaso, del fin de un ciclo, son abordados como un escenario ideal y necesario. Así, Flores nos susurra: «Qué tiene la noche/ que me hace eternizarla». El misterio de la oscuridad y la extraña pero satisfactoria cercanía con el escritor es ampliamente conocida, pero aún existe y siempre persistirá la respuesta oculta tras la luz de la luna.
A pesar de la densa y espesa oscuridad, hay también esperanza, un camino luminoso por el cual aún no se ha transitado: «Y fluiré/ como el agua que se quiebra/dejando una estela brillante/ sobre la roca», en estos versos es posible elucubrar el sentido más profundo de esta obra, porque, aunque el dolor sea inmenso, siempre existirá una nueva oportunidad, un nuevo amanecer que sucederá al ocaso: «No busco más/ que el suspiro del amanecer/ cuando la penumbra resbala/ sobre la almohada», dice Flores, en estos versos reveladores, que iluminan la hoja y dan vida a las palabras.
El amor es el sol, y el sol está oculto. La penumbra adquiere vida y se transforma en un estado emocional. Es la añoranza y la tristeza un símbolo del abatimiento. Pero no todo está perdido, como rezan estos versos: «Qué hacías vagando en senderos/ donde no te podía encontrar».
La duda y desconfianza es algo natural, especialmente cuando hablamos de amor, pero, de qué hablamos cuando hablamos de amor, como en el cuento de Carver, a qué nos referimos exactamente con esa palabra que en solo tres letras dice más que una enciclopedia.
Un enigma que desciframos si somos afortunados o afortunadas y que perdurará en el tiempo. El amor suele ser traicionero y cuando nos abandona puede ser devastador: «Dame un motivo/ para creer/ en tu abrazo/ y desafiar la distancia/ entre tu cuerpo y el mío». Se lee.
«Ponle fin a la espera/ y dame la magia/ para hacer realidad/ sus sueños», nos dice Lilian en el último poema de este libro, como una evocación de un pasado mejor, o el deseo de un futuro auspicioso.
Como sea, en este hermoso, breve pero no menos contundente libro, Lilian Flores Guerra iza su propia bandera en medio de la noche, cuando nadie escucha y todos duermen, el poema es el que despierta y nace, como un niño que sale de las entrañas de la madre para, en el futuro, enamorarse, perder, ganar y volver a intentar.
Porque, como ya se ha dicho, siempre saldrá el sol después de la penumbra del ocaso.
***
Cristián Brito Villalobos (Antofagasta, Chile, 1977), además de poeta y escritor es periodista titulado en la Universidad Católica del Norte y magíster en literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Imagen destacada: Lilian Flores Guerra.