Hay mucha filosofía en este libro dedicado al desaparecido poeta Juan Guzmán Cruchaga (Premio Nacional de Literatura 1962), sin embargo, no hay que asustarse con esta palabra, pues la lectura fluye con soltura, por momentos deteniéndonos, como en la música con calderones, para luego tomar, en la frase siguiente, el pulso a «tempo primo».
Por Claudio Acevedo Elgueta
Publicado el 13.10.2021
Mi amigo Víctor Illich, abogado, escritor y poeta, entre otros dones, me ha pedido que prologue este libro, en su segunda edición. La verdad es que cuando me habló de esta tarea, yo le dije con extrañeza: “Víctor, tú sabes que he publicado varios libros… pero de música, porque soy profesor de eso, no soy poeta, ¿por qué me pides esto, habiendo tanta gente entendida en poesía?”.
Él, sin darme tregua, me respondió: «Precisamente te elegí porque no eres escritor, sino músico —(risas entre ambos) y agregó:—. Te explico, antes te he pedido que me hagas comentarios musicales como insumos para algunas crónicas mías y me gusta como escribes”.
Ustedes comprenderán que después de esa conversación, no me quedó otra alternativa que aceptar gustosamente la petición.
Este libro de poemas titulado Réquiem para un hombre vivo está dedicado al poeta chileno Juan Guzmán Cruchaga (1895-1979), quien obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1962. Con motivo del fallecimiento del juez Juan Guzmán Tapia, hijo del reconocido poeta, Víctor Ilich ofrenda esta segunda edición a la memoria de este destacado juez.
Consideremos que, en latín, misa quiere decir “envío” y réquiem significa “descanso”. La misa de réquiem es el nombre que recibe la ceremonia católica que se desarrolla para pedir por el alma de una persona que ha muerto.
Esta ceremonia se suele llevar a cabo antes de un funeral. Además, el término réquiem ha trascendido artísticamente a través de varios siglos, por la composición musical cantada que tiene este nombre y que emplea como texto la misa de difuntos o parte de ella.
Entonces, ¿qué quiso decir el creador de estos poemas al elegir este “contradictorio” título, dedicado al poeta Guzmán Cruchaga?
Dar vuelta el sentido de las cosas
Como otros libros de Ilich, este también para mí es un libro de aprendizaje. ¿Qué es la vida? ¿Lo contrario a la muerte y viceversa? ¿Acaso sabemos cómo se vive en la muerte? ¿Acaso estamos ciertos de que en la muerte no hay nada? ¿Están conectadas permanentemente la vida y la muerte? ¿Pueden comunicarse estos dos mundos, el uno con el otro?
Es común que los réquiems sean efectuados como homenajes, especialmente a personas destacadas. En el caso de los artistas, estos tienen la particularidad de que lo que hacen en vida siempre sirve para ser disfrutado una y otra vez por quien quiera. Es decir, hay trascendencia y grandes posibilidades de pasar a la posteridad.
Yo pregunto: ¿la obra y poesía de nuestro poeta Juan Guzmán Cruchaga han muerto?, ¿han desaparecido sus escritos porque a él no lo podemos ver físicamente? ¿Su legado literario no se conoce ni se lee porque ya no podemos hablar con él? A mí me parece muy valioso elogiar a un gran artista que nunca morirá mientras su obra se conozca, se estudie, se difunda y se aprecie.
Entonces, ¿sabemos claramente lo que es la vida y lo que es la muerte?
Felicito a Víctor Ilich por dedicar este libro con el nombre Réquiem para un hombre vivo al poeta Guzmán Cruchaga. Es una ironía inteligente, es un dar vuelta el sentido de las cosas, es mirar los conceptos desde otro ángulo y aprender con amor de ellos.
El terrible “juego” de la traición
En este poemario, su autor toma como hilo conductor la vida, pasión y muerte de Jesús y algunas otras implicancias. Su relato poético desafía al lector a través de afirmaciones que nos crean interrogantes, las cuales son útiles para poder vernos tal cual somos y cuestionarnos, finalmente, qué significa la vida y la muerte.
En un discurso dinámico, se logra una obra “muy musical”, con una estructura clara, con matices e intensidades propios de acuerdo a una historia interesante, armonizando los conceptos y jugando rítmicamente con ellos, por momentos de manera seria y muchas veces lúdica, pero finalmente siempre buscando el que nos cuestionemos cómo somos los seres humanos en nuestra sociedad, haciéndonos pensar en cosas que suceden siempre a nuestro lado, pero no les ponemos suficiente atención o bien las aceptamos como vienen y no las cuestionamos.
Hay mucha filosofía en este libro, sin embargo, no hay que asustarse con esta palabra, pues la lectura fluye con soltura, por momentos deteniéndonos, como en la música con calderones, para luego tomar, en la frase siguiente, el pulso a tempo primo.
Puestos a prueba, entonces, no esperemos más:
“¡Morirás de tiempo en tiempo y de vez en vez!”.
“No se confundan, no le hago asco a morir de vez en cuando…”.
“Después de haber probado la necesaria ingratitud: en el arte de crecer todos los golpes valen”.
“La muerte espera con su aguijón atravesar el corazón del hombre, allí donde paradójicamente también habita la flor”.
“La muerte sabe esperar. Qué duda cabe, teniendo 365 días para repetir la partida. Y siempre con un alfil escondido en una esquina… Aquí estoy de pie esperando…”.
Es interesante recordar que trapiche es el molino usado para extraer el jugo de las aceitunas… qué gran analogía con lo sucedido en el monte de Getsemaní. El trapiche es el martirio y el jugo de las aceitunas, la redención.
De lo que finalmente ocurrió al término de ese episodio en aquel monte, de las palabras de Ilich se desprende, de manera creativa, cómo es el terrible “juego” de la traición.
Habrá que preguntarse… ¿en nuestras vidas individuales y cotidianas, cómo podemos saber si estamos involucrados en la traición, a pesar de que pensamos que sentimos amor?
Podernos ver a sí mismos
Por otra parte, se afirma que la justicia parece una ilusión, llega tan rápido como se va y es frágil como la vida, pues la muerte nos ronda y debemos enfrentarla con valentía. Pero la verdad, aunque breve, existe y hay que aceptarla. La necesitamos.
A través de la luz, sombras y sangre, debemos desnudar nuestras almas para reconocer que la humildad del ser humano es necesaria, como también la honestidad. Estas debieran ser otras verdades.
La ironía es parte de la vida de muchos. Ilich no es la excepción, claramente… escuchémoslo:
«¿Acaso alguien niega ‘que morir es un gusto adquirido’?». «Buscarte mientras puedas ser hallado». «Recuerdo una luz que dijo: voy y vuelvo».
Y por otra parte vemos cómo se expresa seriamente y de manera crítica al referirse a la verdad: “No hay peor defecto que ser tibio cuando se entiende bien el horizonte contextual”.
El poeta nos sorprende cerca del final al jugar con las súplicas: “Libérame del ánimo de injuriar, de maldecir, de insultar, porque del ánimo de criticar Twitter es el guardián. Libérame de ser autor o encubridor de los poemas mal escritos, como una ofrenda al despropósito”.
Es un gran defecto, dicen, no tener la facultad y el ánimo de podernos ver a sí mismos. Finalmente, no hay autocrítica. Si la verdad es el camino de la vida, seamos valientes y aceptemos que nuestras súplicas son para nosotros mismos.
Aprendiendo de este libro y siendo irónico como su autor, termino diciendo: cada uno debe hacerse cargo de su propia vida y de su propia muerte.
¡Que disfruten este hermoso e interesante libro de poesía!
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Claudio Acevedo Elgueta es licenciado en música y profesor especializado en Teoría General de la Música por la Universidad de Chile.
Ejerce como académico del Departamento de Música de la Facultad de Artes de la misma Casa de Estudios, donde dicta actualmente las cátedras de Lenguaje Musical, Armonía, Música y Medios Digitales, diversos cursos de docencia y Taller de Música Latinoamericana. En esta misma facultad ha desempeñado los cargos de coordinador general de Etapa Básica y jefe de carrera de licenciatura en teoría de la música.
Asimismo, es autor y coautor de cuatro libros de música: Víctor Jara, obra musical completa, De canto en canto, Método de entrenamiento auditivo para el hogar y Método para la enseñanza del solfeo a primera vista.
Actualmente prepara el lanzamiento de su próximo libro: La clase armonía de don Carlos Botto. Apuntes con historia.
Imagen destacada: Editorial Hebel.