[Entrevista] Escritor Manuel Vilas: «El amor es lo único real que hay en la vida»

El galardonado narrador español acaba de lanzar su nueva novela titulada con sugerencia «Los besos» (Planeta, 2021) y dialogó con el Diario «Cine y Literatura» en torno a las claves de su argumento —la vivencia de una pasión madura en plena pandemia por el Covid-19— y la inspiración que le proporcionó la filmografía del realizador de origen chino Wong Kar Wai para escribir esa historia rebosante de una lúcida sensibilidad.

Por Enrique Morales Lastra

Publicado el 2.11.2021

El poeta Manuel Vilas (Barbastro, 1962) ha tenido un éxito literario fulgurante desde que comenzó a publicar novelas, en una resonancia que se confirmó especialmente luego de haber obtenido el Premio Femina en Francia por su obra Ordesa (2018), y después de disputar hasta su instancia final el prestigioso Premio Planeta con su libro Alegría (2019), hace tan solo dos temporadas.

Hoy llega a las librerías chilenas con Los besos (Planeta, 2021), su nuevo crédito de ficción dramática, y un título que situado en el contexto de la pandemia, desarrolla el vínculo afectivo y erótico surgido entre Salvador y Montserrat, una pareja que ya ha sobrepasado con largueza la barrera de los 40 años de edad.

En esta entrevista con el Diario Cine y Literatura el autor hispano se explayó acerca de las claves argumentales y estéticas de ese texto, y confidenció por vez primera el modo en que su devoción por el género de la ficción audiovisual, inspiró la creación de la obra que contextualiza a ese amor imposible y el cual se reunía a hurtadillas, a escondidas, cuando el Covid-19 imponía la obligatoriedad a todos los españoles por igual, de quedarse confinados en sus casas.

 

«Quería escribir una historia de amor»

—Háblanos un poco de tus comienzos como novelista, una faceta que comenzaste a desarrollar tras cumplir los 40 años.

—Yo empecé como poeta, como narrador publiqué más tarde. Creo que la poesía es un género que puede darse más en la juventud y la narrativa en la madurez.

Y los novelistas se dan cerca de los 40 años, cuando ya tienen más experiencia de la vida, que es de lo que hablan las novelas. Y los poetas pueden ser más madrugadores, madrugan antes, la verdad.

 

¿Qué buscabas expresar en las páginas de Los besos?

—Quería escribir una historia de amor, donde hubiera mucho sentimiento, mucha pasión, una reflexión sobre el erotismo, sobre qué es el amor, y una historia de amor en la edad madura, pues los dos protagonistas de la novela son mayores, y tienen 60 y 45 años, respectivamente.

Lo que quería era eso.

 

—Llama la atención el epígrafe que abre la novela, una cita al músico e intérprete italiano recientemente fallecido, Franco Battiato.

—El protagonista (Salvador) sale de Madrid por indicaciones médicas, le coge la pandemia en ese refugio de la Sierra de Madrid, y la crisis del Covid-19 está allí presente como contexto de esta historia de amor, que ocurre dentro de las cuarentenas provocadas por la difuminación del virus.

Pero el narrador, el mismo Salvador tiene un amor idealizado, es un romántico y posee un sentido idealista del amor. Ella (Montserrat), en cambio es más realista y la cita de Battiato que abre la novela, es una canción muy hermosa, «La estación de los amores» se llama, y una de sus letras dice que ‘los deseos no envejecen a pesar de la edad’, lo cual ya nos adelanta que la novela hablará de amores maduros.

Y sí que hay una idea mística del amor en la novela. De hecho, el protagonista, Salvador, piensa que el amor es el gran misterio de la vida y que encontrar el amor es resolver lo más importante que tiene un ser humano por enfrentar en su vida.

Esas consideraciones las hay en la novela, en la idea de que el amor explica el misterio de la vida, esa es la idea mística, la de un amor espiritualizado, pero también hay mucho erotismo en Los besos.

 

«Los seres humanos deben tener una ilusión para seguir vivos»

—Cuando tú hablas «del misterio de la vida» en un escenario de pandemia, de fragilidad, de finitud, de la incomprensión humana del tiempo, ¿eso refleja un vitalismo como autor de tu parte?

—Yo soy un gran vitalista, y lo que yo planteo en la novela es que los seres humanos deben tener una ilusión para seguir vivos, tienen que cultivar una ilusión, una esperanza, una utopía, y yo, esa esperanza y esa ilusión, la he visto en el amor.

Dos seres humanos enamorados están tocando el cénit de la vida, lo más alto de la vida. Cuando un hombre y una mujer encuentran sentido a sus vidas, es cuando se enamoran. Ese es el mayor latido que hay. Esto lo sabemos, como seres humanos, y lo que hace una novela es recordárnoslo.

Las novelas nos recuerdan cosas que ya sabíamos, lo que pasa es que las recuerdan con un lenguaje preciso, con un estilo, o con una manera de decir, pero no hay nada en una novela que no esté previamente en tu cabeza.

Que el amor es importante para un ser humano ya lo sabemos, y cuando lo leemos en una novela simplemente el texto lo recuerda o le pone palabras, o lo precisa o le encuentra una mayor explicación, o una mayor contundencia. Pero no hay nada en una novela que no esté previamente en la cabeza de un ser humano.

 

—¿No te parece que muchos novelistas contemporáneos se olvidan de eso, de conectar con la emocionalidad del lector?

—Yo busco siempre un terreno de complicidad con el lector. Esa complicidad es explicar la vida. En mis novelas no hay grandes esquemas intelectuales. Ahora, sí que hay una filosofía, pero lo que no hay es una gran construcción intelectual del mundo.

 

—¿Te refieres con una construcción de mundo a la equivalencia de exponer ideas complejas en tus obras?

—No, a que yo busco sentimientos muy universales, realmente en el sentimiento que trato de estar ahora es el amor, que es algo universal. Entonces no introduzco ninguna novedad en ese sentido.

 

—Pero también hay una reflexión en torno al pasado muy potente en Los besos.

—Claro, como Salvador y Montserrat son dos enamorados maduros, tienen la obligación de contarse su pasado, es la ley natural. Imagínate, una señora y un señor de cincuenta y tantos años se enamoran.

Automáticamente tienen que contar qué hacías tú antes de conocerme a mí. Qué relaciones tuviste, en qué trabajabas, qué familia tenías, en dónde vivías, en qué ciudad, todo eso obliga a que el amante, el enamorado tenga que construir una idea de sí mismo para ofrecérsela al otro. Entonces ahí es donde entra el pasado.

 

—Ahora, ¿por qué situaste a esta novela de pandemia en el campo y no en Madrid, en la ciudad?

—Tenía que encontrar un sitio donde se reunieran ellos dos sin levantar las sospechas de la policía. En una ciudad lo hubiesen tenido mucho más complicado. La novela ocurre en el confinamiento, y en España en ese momento no se podía salir de casa.

Entonces el hecho de que la trama ocurra en un pueblo de la Sierra castellana, hace mucho más fácil la posibilidad de que ellos se encuentren cuando quieran.

En una ciudad hubiese sido imposible.

 

Semejanzas con «Los enamoramientos» de Javier Marías

De alguna manera tu novela me recuerda a Los enamoramientos de Javier Marías.

—Hemos tratado el mismo tema pero con intenciones distintas. La reflexión sobre el amor que se hace allí guarda relación con mi novela.

Otra cosa que puede ser común es el aire ensayístico que hay en la novela de Javier Marías y también lo hay en la mía. Una especie de ensayo sobre el amor dentro de una novela, el estilo de querer explicar el amor a través de reflexiones, de disgresiones, son características que pueden estar en las dos novelas.

 

—Es difícil hablar del amor y no caer en el lugar común, en lo dulzón, en lo pegajoso, en lo cursi.

—Es inevitable, de hecho en la novela hay una reflexión donde se dice que el riesgo que corre el enamorado es parecer cursi. Y el mismo Salvador comenta: ‘yo prefiero parecer cursi y estar enamorado a no ser cursi y no estar enamorado’.

 

Los riesgos del amor

—Como el verso de Fernando Pessoa: «Todas las cartas de amor son ridículas /Pero, al fin y al cabo, sólo las criaturas que nunca escribieron cartas de amor sí que son ridículas».

—Es perfecto, exacto, ese es el caso. Es un riesgo el amor, pero claro, con el amor vale la pena correr un riesgo como ese. Si voy a parecer cursi bienvenido sea que estoy enamorado.

 

—En ese sentido, ¿buscabas resolver una encrucijada existencial con personajes que se enamoran en un contexto de pandemia?

—La idea era como en Casablanca (1942), cuando están entrando las tropas nazis en París, e Ingrid Bergman le dice a Humphrey Bogart: ‘el mundo se está desmoronando y tú yo nos estamos enamorando’.

La idea era que frente a una catástrofe como el coronavirus, o una guerra como en el caso de Casablanca, la solución, la salvación de la vida es el amor, el amor entre dos seres humanos, esta era un poco la tesis de la novela.

 

«Con ánimo de amar» (2000), de Wong Kar Wai

 

La pasión por el cine de Wong Kar Wai

—Veo que eres bien cinéfilo.

—Sí, mucho.

 

—¿Y en qué otro filme te inspiraste para escribir Los besos?

—Hay otra película que está detrás de Los besos y que a mí me fascina mucho, y que explica un poco la manera como concebí la novela, que es Con ánimo de amar de Wong Kar Wai. Esa película yo la tuve muy presente cuando escribí esta obra.

La película es del 2000 y con motivo de sus 20 años se exhibió una copia restaurada en Madrid. Yo la vi dos veces y para mí fue muy importante. Se trata de un filme bellísimo y excepcional y había allí una mezcla de amor, de belleza, de angustia, de soledad, que yo quise incorporar en mi novela: el referente fílmico de Los besos es Con ánimo de amar.

Es una película fascinante, y los dos protagonistas de mi novela quieren amar, también, y no saben cómo, y es un poco lo que le pasa a los dos personajes del filme. Yo la tuve muy presente a esa película, a mí me fascinó y cuando escribí la novela, la redactaba influido por esa obra de arte de Wong Kar Wai.

 

—Los amores no se viven cuando son muy grandes.

—Bueno, el final de Casablanca es sublime en ese sentido, como el final de Los besos, que es también una renuncia, y Casablanca es una renuncia.

La maravilla de Casablanca es que los amantes no se quedan juntos. Esa es una de las condiciones exquisitas del amor romántico, no puede haber matrimonio en el amor romántico.

 

Los enigmas del amor

—Ni siquiera una vida juntos.

—Exacto, pero no puede haber unión matrimonial porque entonces se pierde el encanto del romanticismo. Eso es lo maravilloso, que sigan pensando el uno en el otro, como pasa en Casablanca: ‘tú pensarás en mí en el futuro, pero no estaremos juntos’, o como pasa en ese poema de Idea Vilariño, en el que dice: ‘No te veré morir. No sé dónde estarás en el futuro o con quién, nos hemos enamorado, pero no podemos estar juntos’.

Ese es un enigma del amor, un enigma también muy terrible, porque significa que si el amor se cumple se deshace, y si no se cumple queda ahí suspendido, y sigue vigente, pero no se cumple. Un misterio de la vida.

 

—El escritor italiano Dino Buzzati anotó en su libro Las noches difíciles: «Con frecuencia, entre un hombre y una mujer, sólo uno de los dos se enamora. El otro, o la otra, acepta, o soporta».

—También tiene que ver con el sentimiento de la soledad. En Con ánimo de amar hay también mucha soledad, como lo hay en Los besos, en mis protagonistas.

 

—Por eso te hablaba del misticismo de la soledad.

—Y hay otra reflexión que incorporé en la novela, pensar al amor como lo único real que hay en la vida. Y la política, la sociedad, la historia, todo queda reducido a algo secundario. En Wong Kar Wai la obsesión es el amor de los dos protagonistas, siempre.

 

—Así es en todas sus películas.

—La obsesión es el amor.

 

—Salvo en Chungking Express (1994) donde el final parece ser distinto.

—El relieve del amor como el centro de la vida, pues mas allá de todo está el sentimiento del amor como lo más impresionante que hay en la vida, eso ocurre en el cine de Wong Kar Wai, y yo quería que eso sucediera también en la novela.

El secreto de mi novela está en esa película, más que en cualquier otra cosa.

 

—También hay un sentido místico, acuérdate que citan al budismo, recuerda el secreto que le cuenta uno de los protagonistas a la roca en las ruinas de un templo…

—Es verdad, eso es muy bonito, como esa conexión con la naturaleza que buscan los protagonistas de Los besos, como si la naturaleza fuera el único lugar capaz de recoger una revelación de esa índole.

 

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«Los besos», de Manuel Vilas (Planeta, 2021)

 

 

Imagen destacada: Manuel Vilas, por Jeosm.