Las paradojas parecen exacerbarse en tiempos convulsos, engañando a los incautos propicios al «síndrome de Estocolmo», propicios a enaltecer a sus opresores, sirviéndoles a la mesa, aun sin la posibilidad de compartir las migajas de sus festines.
Por Edmundo Moure Rojas
Publicado el 7.12.2021
Parece un enorme contrasentido, podríamos decir un «oxímoron histórico», pero no lo es.
Los hubo en los primeros años de Hitler, entre 1933 y 1936. Judíos ricos que habían prestado servicios al Kaiser, en la Primera Guerra Mundial, siendo condecorados y enaltecidos por «su lealtad a la causa pangermana».
Como buenos prohombres de ultraderecha, pensaron que sus antecedentes les servirían de salvoconducto en el III Reich y que el Führer solo iba a descargar su atroz psicopatía (odio al padre encauzado a sus ancestros hebreos, según Freud, judío genial como tantos…), en contra de los judíos pobres, de la «carne mísera de Judá».
Se equivocaron, pero lo asumieron tarde, cuando ya viajaban en trenes de ganado a los campos de exterminio, luego de haber sido desposeídos de lo más preciado: sus bienes materiales y sus estatus de privilegio.
En Chile los ha habido y los hay semejantes. Apoyaron al dictador Pinochet y celebraron su gobierno; lo defendieron cuando yacía prisionero en la londinense The Clinic; aún lo añoran, aunque procuran posar como «apolíticos», denominación que es, mayoritariamente, chapa de fascistas a la violeta o nazis emboscados.
Uno de ellos, el más vistoso y arrogante, es Sergio Melnick, hoy furibundo «kastista», dispuesto a todo con tal de que sus intereses económicos sean bien resguardados por el presunto gobierno del émulo nacional de Colonia Dignidad, exhibido en todo su esplendor de führer en su «campo doméstico de internación», por otro judío, sonriente y elusivo —en este caso—, también proclive al autoritarismo aleve, Mario Kreuztberger, Don Francisco…
Solo está faltando la entrevista «humanizada» de Cristián Warken a JAK en El Mercurio.
Ya vendrá.
Las paradojas parecen exacerbarse en tiempos convulsos, engañando a los incautos y víctimas del «síndrome de Estocolmo», dispuestos a honrar a sus verdugos, sirviéndoles a la mesa, aun sin la posibilidad de compartir las migajas de sus festines.
A estos desclasados de todas las épocas los conocemos hoy como «fachos pobres» o villanos aspiracionales, capaces de caminar al matadero como los fieles al templo, ungidos de esperanza.
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Edmundo Moure Rojas, escritor, poeta y cronista, asumió como presidente titular de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech) en 1989, luego del mandato democrático de Poli Délano, y además fue el gestor y fundador del Centro de Estudios Gallegos en el Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago de Chile, casa de estudios superiores en la cual ejerció durante once años la cátedra de Lingua e Cultura Galegas.
Ha publicado veinticuatro libros, dieciocho en Sudamérica y seis de ellos en Europa. En 1997 obtuvo en España un primer premio por su ensayo Chiloé y Galicia, confines mágicos. Su último título puesto en circulación es el volumen de crónicas Memorias transeúntes.
En la actualidad ejerce como director titular y responsable del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: José Antonio Kast y Gabriel Boric.