«Una semana en la nieve», de Emmanuel Carrère: La belleza del horror y de la locura

La novela -que obtuvo el premio Fermina en 1995- es perspicaz y rápida, se deja leer con gran fluidez, dejando siempre la sospecha e incertidumbre como telón de fondo. De rápida y de ágil lectura, la verdad es que nunca había leído nada de este parisino, y después de la exquisita y aterradora experiencia, buscaré otros títulos, ya que al parecer su denominador común es el suspenso, entre el filo tragicómico y ese imaginario que bordea los límites de la mente humana, entre la distorsión y el exceso de cuidados paranoicos.

Por Alejandra Coz Rosenfeld

Publicado el 20.4.2018

Una semana en la nieve de Emmanuel Carrère (París 1957), título original La classe de neige (traducido al castellano por Javier Albiñana), obtuvo el premio Femina el año 1995. De rápida y ágil lectura, la verdad es que nunca había leído nada de este parisino, y después de esta exquisita y aterradora experiencia, buscaré otros títulos, ya que al parecer su denominador común es el suspenso, entre el filo tragicómico, y ese imaginario que bordea los límites de la mente humana, entre la locura y el exceso de cuidados paranoicos.

Los arquetipos colectivos algo tabúes, están presentes en toda la novela, de manera solapada, insinuante, dejando entrever las infinitas posibilidades que existen para una misma situación. Llevadas al extremo por el protagonista, quien ha sido educado bajo el aislamiento, sobreprotección, extrema esterilización y un extraño silencio que va incomodando tanto la mente del personaje principal, llamado Nicolás como la imaginación del lector.

“En el fondo de sí mismo, sabía perfectamente que habría preferido viajar en autocar como todo el mundo”.

El libro expone temas reales y muy silenciados por lo atroces que pueden llegar a ser y por lo tanto es preferible dejarlos casi como mitos urbanos. Lo hace de una manera tan sutil que podrían ser pasados por alto, como el tráfico de órganos, donde la realidad supera la ficción.

Temas como la niñez solitaria, la crueldad durante ese período confuso y formador, la manera desesperada que buscan y que encuentran los prepúberes para no ser tildados de raros y no llamar la atención, a no ser de que sea alguna mención intimidante, ya que eso otorga cierto grado de respeto y de distancia, que en el fondo es autoprotección y miedo a la exposición.

El sometimiento, los distintos poderes, la necesidad de escape, aunque no se sepa el por qué y los tantos miedos que nos circundan y van coartando las libertades. Todo desde la percepción y auto discernimiento de un niño de 8 años.

“Notaba que la maestra hacía cuanto podía para protegerlo de la hostilidad y de las burlas”.

“Protegía y recompensaba a sus vasallos, pero también los repudiaba sin motivo, los sustituía por otros a quienes hasta entonces había desdeñado o maltratado. Con Hodkann, jamás sabía uno a qué atenerse”.

Muestra la vulnerabilidad en esa etapa preadolescente, donde se muestra que a pesar de la normal rebeldía que puede aparecer frente a la visión de los propios padres, la educación dentro de la casa propia pesa, se lleva, se cuelga del hombro, se carga. Educación que se va gestando y creando día a día dentro de una realidad.

Se busca la justificación de los actos de los demás porque se aprende a imagen y semejanza, se aprende a suponer y a hilar con lo poco que se sabe. Si la madre no dice, si cuida cautelosa los pasos desconocidos del padre, obedece, y vive paranoica de malos augurios y posibles fatalidades y da explicaciones permanentemente, de seguro que no nos parecerá nada fuera de lo común que su hijo tenga una imaginación supuestamente desbordante, donde sabe en el fondo que todo puede ocurrir, ya que su vida es un continuum de suposiciones, una sobre otra, en la cual se va creando una suerte de estabilidad dentro de lo desconocido y de lo apremiante. Porque aunque nada se diga, la realidad se percibe, la energía se siente. Y como nada es claro para Nicolás, todo lo imagina y cuando algo se le explica es a través de la estrategia del miedo y de la prohibición, para así, por un lado expiar las culpas no dichas del padre y por otro proteger a su familia de la maldad circundante del allá afuera y que está terroríficamente más cerca que nadie.

“La mayoría de los alumnos comía habitualmente en el comedor escolar, exceptuando a Nicolás. Su madre iba a buscarlo a él y a su hermano pequeño, todavía en el parvuLario, y comían los tres en casa. Su padre decía que tenían mucha suerte y que sus compañeros eran dignos de compasión por quedarse a comer en el colegio, donde se comía mal y había continuas peleas. Nicolás opinaba como su padre…”.

“Con todo, observaba que los vínculos más fuertes entre sus compañeros se establecían sobre todo entre las doce y las dos, en el comedor y en el patio cubierto por donde deambulaban después de comer”.

La necesidad de aislamiento del núcleo familiar, más allá de la sobreprotección, encaja más bien en el control absoluto ejercido por el padre.

Muchas veces las personas temen a ciertos hechos puntuales, porque lo han experimentado o bien porque hacen de espejo de ellos mismos. Muchas veces temes que ocurra algo, o sabes lo que puede suceder, porque eres tú mismo capaz de hacerlo o lo haces y te engañas. Son actos psicopáticos que reflejan una ley universal: como es adentro es afuera.

“Esto me lo dijo el director de una clínica; lo saben todos los médicos pero no quieren que sea del dominio público, para no sembrar la alarma. No hace mucho tiempo, en un parque de atracciones como éste, desapareció un niño. Durante unos instantes sus padres no se dieron cuenta, y ya ves. Todo ocurrió muy deprisa: es muy fácil desaparecer, ¿sabes? Lo buscaron durante todo el día y por la noche acabaron encontrándolo, sin conocimiento, detrás de una valla. Lo llevaron al hospital, vieron que le habían colocado una venda muy grande en la espalda, que le salía sangre, y entonces los médicos comprendieron, ya sabían lo que iban a ver en la radiografía: habían operado al niño y le habían extirpado un riñón. Hay gente que hace esas cosas, ¿me entiendes? Gente mala. Se llama tráfico de órganos. Tienen camionetas con todo el material necesario para operar, rondan por los parques de atracciones, o a la salida de las escuelas, y raptan niños”.

La mente humana puede ser muy retorcida y puede llegar a desarrollar múltiples personalidades. A proyectar lo que somos y lo que creamos a nuestro alrededor como por ejemplo niveles tales de sometimiento, donde la voluntad está tan truncada que finalmente te doblegas y te conviertes en un material disponible para el modelaje.

En la novela, lo no dicho del núcleo familiar del protagonista, lo secreto, lo que se oculta, resulta ser lo más temido por Nicolás, quien finalmente a través de sus delirantes pesadillas, crudas y perfectamente pensadas y detalladas, arma una historia de ficción que termina siendo realidad, y que hasta la última página sugiere dudas.

Somos inteligentemente llevados al mismo estado del protagonista, donde la suposición es un hilo conductor que atraviesa la novela.

El trabajo misterioso y sugerente de su padre consiste en la venta de insumos quirúrgicos como bisturíes y distintos tipos de prótesis para el cuerpo como manos y piernas.

“…si fuera tu padre, te utilizaría a ti para hacer las demostraciones. Te cortaría los brazos y las piernas, adaptaría las prótesis y te enseñaría tal cual a mis clientes”.

Nadie sabe a ciencia cierta acerca del trabajo que realiza el padre. Nadie lo cuestiona, nadie lo molesta. Nadie sabe ni se pregunta como ley. Además nadie se atreve a hacerlo. No sabemos incluso si la madre supone, sabe o si lo protege.

Carrère pone sobre la camilla también, la tan común realidad de ciertas relaciones donde las lealtades muchas veces pasan por encima de los propios valores. Y donde muchas veces se cree que los niños, sólo por ser niños no merecen tanta atención o explicación alguna, y por supuesto se da por sentado que nunca son capaces de entender. Sin sospechar que los niños se dan cuenta de todo, porque olfatean aunque jamás sean capaces de racionalizar la situación.

El hecho puntual de que Nicolás aún se orine por las noches, sugiere de manera muy silenciosa que se encuentra preso del miedo. Que de alguna manera presiente lo que sucede, sabe que algo no encaja del todo, y se manifiesta así de manera inconsciente y como un grito de auxilio. Hecho que es confundido también con su precoz despertar sexual.

La novela es perspicaz y rápida. Se deja leer con gran fluidez, dejando siempre la sospecha e incertidumbre como telón de fondo.

 

 

La novela publicada en francés originalmente en 1995 y editada en castellano por la Editorial Anagrama recién en 2014

 

 

Crédito de la imagen destacada (fotografía a Emmanuel Carrere): The Spectator (https://www.spectator.co.uk)