[Ensayo] «Jaguar. Conversaciones con narradores chilenos 1990 – 2019»: Sin la gran novela de la dictadura

Los investigadores nacionales José Tomás Labarthe y Cristián Rau consiguen un muy logrado y extenso trabajo de registro con este título —el cual logra captar la atención del lector por el dinamismo de su estructura— y donde sobresale el acabado conocimiento que tienen de la vida y obra de cada escritor entrevistado, en una característica que les permite dar en los blancos precisos con sus preguntas y apreciaciones al respecto.

Por Marino Muñoz Agüero

Publicado el 28.1.2022

Este es uno de esos libros que nos permiten hacer un alto en el camino, en las lecturas y en el crecimiento de los mitos que han perdurado (o hemos hecho que así sea) en la historia de la literatura chilena.

Es un estudio que abarca 30 años de la narrativa criolla (principalmente novela). El periodo que nos parece bien elegido: va desde el retorno a la democracia en 1990 (“La Transición” después de los 17 años de la dictadura cívico-militar) hasta el Estallido Social de octubre de 2019.

En el desarrollo del texto, estos dos hitos se complementan implícitamente con otra marca indeleble de nuestra historia: el golpe de Estado de 1973 que dio origen a la dictadura ya señalada.

El texto comienza con una nota introductoria de los autores, quienes en 2019 habían emprendido similar tarea en relación a la poesía nacional en La viga maestra. Conversaciones con poetas chilenos 1973 – 1989 (Ediciones UDP). «Estas conversaciones con narradores chilenos que escribieron entre 1990 y 2019 interpelan a los libros y a la época, trenzando literatura, política y la voz de dos generaciones», nos señalan los autores.

En esta oportunidad los elegidos fueron Gonzalo Contreras, Rafael Gumucio, Cynthia Rimsky, Alberto Fuguet, Alejandra Costamagna, Leonardo Sanhueza, Diamela Eltit, Marcelo Mellado, Arturo Fontaine, Lina Meruane, Nona Fernández, Alejandro Zambra, Claudia Donoso, Juan Mihovilovich y Germán Marín.

Con estos quince narradores por separado conversaron Labarthe y Rau. A través de entrevistas personalizadas según la vida y obra de cada uno, incluyendo la particular atención que prestan los entrevistadores al libro que, a su juicio, es el más exitoso o que trata con mayor profundidad el periodo en estudio.

Las entrevistas, que se realizaron en su mayoría antes del Estallido Social y antes de la pandemia que aún nos mantiene en la cuerda floja, incluyen preguntas comunes a todos los autores.

De esta forma, a cada autor se le dedica un capítulo del libro, en cuya primera parte se entrega un perfil o semblanza literaria y personal (en ocasiones demasiado personal) que comienza con un listado de los libros publicados en el lapso de análisis.

A continuación, se reproduce —así lo deducimos— lo medular de cada entrevista, por medio de la cual se busca llegar a los focos de atención de este trabajo: «el retorno a la democracia, la narrativa del poder, la consolidación del mercado editorial, la instalación de la novela realista, el auge y caída de la Nueva Narrativa, las mafias literarias y sus operaciones de campo, la gran novela de la dictadura, la ‘literatura de los hijos’, entre tantas otras materias».

 

Una estrategia editorial de inicios de los años 90

A partir de la nota introductoria, deducimos que la elección de los autores, lo es partir de sus obras, en tanto la mayor concentración de ellas en el periodo estudiado, con una continuidad en el cambio de siglo, siendo además producciones en las cuales, en ocasiones, son difíciles de encasillar en un género determinado, no todas tienen un argumento definido y en muchas de ellas se impone la no-ficción.

En la misma sección los autores aluden a una nota publicada por el Diario El Mercurio en 1998 referida al desempeño de nuestra economía titulada “Chile es el Jaguar de América Latina”, a propósito de lo cual nos viene a la memoria otras frases para el bronce (o que en su momento se pensó que lo eran) como aquella que nos sindicaban como “Los chicos buenos del barrio”, donde el barrio era América Latina.

Expresiones como estas y otras por el estilo, seguramente no eran bien miradas por nuestros vecinos cercanos y si por los «organismos internacionales» con sede en Estados Unidos, es decir, entre otros «los gringos» —como los denominan familiarmente algunos— nos daban su visto bueno, lo cual venía como anillo al dedo a nuestro devenir arribista y aspiracional.

Wikipedia nos da algunas pistas sobre el Jaguar, ahí nos enteramos que es un carnívoro félido de la subfamilia de los Panterinos y género Panthera y es la única de las cinco especies actuales de este género que se encuentra en América, siendo el mayor félido de este continente y el tercero del mundo.

Se encuentra desde el extremo sur de Estados Unidos, México, América Central y América del Sur hasta el norte y noreste de Argentina. Tiene gran capacidad de adaptación a distintos hábitats y es un súper predador de dieta amplia: «Es fundamentalmente solitario. Caza tendiendo emboscadas, siendo oportunista a la hora de elegir las presas. Es una especie clave para la estabilización de los ecosistemas en los que habita».

El Jaguar es actualmente una especie amenazada de extinción, la versión metafórica chilena tuvo poca vida, en ello pensamos, reside el título de este libro que intenta concluir como la literatura de tres décadas reflejó este debut y despedida.

Señalábamos que se consideró las reseñas y entrevistas de quince narradores; y he aquí una primera piedra en el camino en cuanto a los méritos (y deméritos) de quienes fueron incluidos y, en consecuencia, excluidos: tema sensible por lo demás, para unos y otros, pero en el cual son los autores del texto los soberanos y ya dimos a conocer nuestra opinión respecto de los posibles criterios de elegibilidad.

No obstante, lo señalado, creemos necesaria una referencia al concepto de “Nueva Narrativa Chilena”, que circula como un fantasma al acecho en el presente estudio. Este concepto fue gravitante en la primera década del periodo de análisis y lo denominamos con ese término, pues tenemos nuestras razones —por cierto, discutibles— para no etiquetarlo como «generación» o «movimiento».

El origen del término lo encontramos en las antologías de cuentos editadas por Ramón Díaz Eterović y Diego Muñoz Valenzuela Contando el cuento (1986) y Andar con cuentos (1990) que, al decir de sus autores (Revista Libros y Lectores Nº1 enero-marzo 2003) recogió la obra de narradores surgida a principios de la década de 1980 en tiempos de dictadura, circunstancia que condicionó la temática de dichas creaciones.

Esos narradores son quienes, Díaz y Muñoz señalan como pertenecientes a la generación «Del Golpe», de «los 80» o «N.N.» y agregan que el rótulo de «Nueva Narrativa» (asimilable a generación literaria) mutó hasta convertirse en el eslogan que sustentó una importante estrategia editorial de inicios de la década de 1990.

Dicha tesis es compartida por el editor Carlos Orellana en el mismo número de Libros y Lectores, sólo en cuanto al origen del término. Adicionalmente, Díaz Eterović alude con acierto al perfil colectivo que tuvo en sus orígenes el grupo de la Nueva Narrativa, fenómeno que, al año 2003, él dudaba que se repitiera en el corto plazo y, de hecho, pensamos que no se ha replicado hasta la fecha en la escena literaria nacional, al menos públicamente y de cara a los lectores como el grupo referido.

Pero veamos el lugar que ocupa en nuestra memoria (la de este cronista) la «Nueva Narrativa» y ello es el recuerdo de una estrategia comercial de fines de la década de 1980, canalizada principalmente a través de la colección Biblioteca del Sur de la filial local de la Editorial Planeta, que hasta ese momento, se dedicaba a la importación de publicaciones propias y a la representación de otros sellos extranjeros.

Planeta había nombrado al editor argentino Ricardo Sabanes para recoger la literatura post dictadura en Chile; éste con el concurso del ya citado Carlos Orellana, Mariano Aguirre y el gerente local Bartolo Ortiz, se transformó en el articulador de la estrategia que llevó a nóveles autores locales a los primeros lugares de ventas y popularidad, en un esfuerzo de marketing sin precedentes en la literatura criolla.

Entre estos autores podemos referir a Gonzalo Contreras (el más simbólico del grupo, quizás), Alberto Fuguet, Jaime Collyer, José Leandro Urbina, Darío Osses, René Arcos Lévy, Sergio Gómez, Ana María del Río, Arturo Fontaine o Alejandra Rojas, por ejemplo.

Esta “Nueva Narrativa” no tiene, a nuestro juicio, visos de generación literaria fundamentalmente por las diferentes temáticas y estilos de cada autor y además, porque en caso de asimilarla a “Biblioteca del Sur”, en dicha colección también fueron publicados autores que poco y nada tienen en común con los recién nombrados, como los casos de José Miguel Varas, Germán Marín, Enrique Lafourcade, Ramón Díaz Eterović, Adolfo Couve o el injustamente olvidado Desiderio Arenas.

Pero más allá de las disquisiciones expuestas, claro está que la estrategia de la «Nueva Narrativa» fue gravitante en el periodo en estudio, distinta es la conclusión que podríamos sacar respecto de la suerte corrida por sus integrantes, en algunos casos similar a la del “Jaguar”, con auge y caída, y en otros con un paso lento y seguro que los mantiene en un digno lugar del espacio de las letras en Chile.

 

Pichangueos de cuarta

Queda claro que uno de los temas recurrentes es el de la década de los 90, para algunos (en especial, los de la Nueva Narrativa “eslogan” como Contreras o Fuguet) fue una etapa de esperanza para un grupo que vivió el desahogo de la fenecida dictadura y que también se vio de un momento a otro en el pináculo de la fama, con éxitos de crítica y ventas concentrados en ese periodo y sin antecedentes previos en la escena nacional.

Pero, al mismo tiempo, este grupo a poco andar, percibe los límites de esa democracia “en la medida de lo posible” —al  igual que lo hacen los autores (as) más nuevos— y que con el andar del tiempo daría paso al Estallido Social de 2019 (incluso Fernández en su entrevista —anterior al estallido, ya lo señalamos— es bastante previsora al respecto).

Los que concentran sus obras a partir del cambio de siglo, desdeñan, en general, a quienes los precedieron e incluso desconocen su condición de «generación» y ponen énfasis en la desaparición de la novela como género único y encasillable, que da paso a la hibridez de géneros.

Al mismo tiempo, aunque muchos de sus escritos se cataloguen por otros como «Literatura de los hijos», por haber sido sus padres los afectados directos por los embates de la dictadura, ellos (as) en general, no comparten la imputación.

Algo en lo que hay un relativo consenso en los autores, es que aun no se ha escrito «La gran novela de la dictadura» y nos preguntamos al igual que algunos (as) de ellos, si éste es un rito necesario.

Por otra parte, en Jaguar… se menciona a los grupos literarios en boga, como por ejemplo los que se forman a partir de los Talleres Literarios de Antonio Skármeta, Marco Antonio de la Parra o José Donoso (“Los Donositos”), los de la Universidad Diego Portales, “Los Nenes” de Germán Marín o “Las Diamelitas”, cada uno con su propias génesis, dinámicas e influencias.

Respecto de la idea que en lo personal podemos formarnos de cada entrevistado, saltan a la vista las diferencias de discursos y poses: desde el que «se dedicaba a coleccionar amores» (Contreras) al que pide que lo entrevisten en el taxi (Gumucio), pasando por la que solicita el cuestionario previamente por escrito (Costamagna) o al que (otros) erigen como una suerte de «Padrino» aunque sea en su periodo de retiro (Marín).

Nos queda la sensación de autores (as) que llegan a ser personajes más relevantes que los de sus obras, incluso más relevantes que sus propias obras; de por si trabajos de excelencia, en general.

En este sentido las entrevistas a Eltit, Sanhueza, Fontaine y Mihovilovich nos parecen las más logradas del texto, pues combinan acertadamente la sencillez con la profundidad, ambas centradas en sus obras y el análisis de época.

Por último, hay que señalar que directa o indirectamente el libro hurga en esa cosa pequeña, mezquina y vil de los «pelambres» inter autores o inter generacionales. Algunos de éstos en el plano literario, pero de lo que se trasunta en el texto, hay más aroma a rencilla personal, porque estos pichangueos de cuarta, no le llegan ni a los talones, por ejemplo, a esas guerrillas literarias de antaño (Huidobro, Neruda, De Rhoka) o a esa disputa amorosa y estética, que incluyó un desafío a duelo con pistola entre Enrique Lihn y Jorge Teillier.

Jaguar… es un muy logrado trabajo de sus autores, un trabajo extenso que logra captar la atención del lector por el dinamismo de su estructura y narrativa, en lo cual pesa el acabado conocimiento que tienen Labarthe y Rau de la vida y obra de cada escritor, que les permite dar en los blancos precisos con sus preguntas y apreciaciones.

A este conocimiento puramente literario suman el que tienen respecto de la época en la cual centran su investigación. A todo lo anterior se agrega la acabada labor editorial, aún cuando habría sido interesante contar con imágenes de los escritores (as) incluidos.

 

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Marino Muñoz Agüero (1960) es un columnista y crítico cultural de diversos medios de la austral Región de Magallanes en Chile.

 

«Jaguar. Conversaciones con narradores chilenos 1990-2019” (Ediciones Universidad Diego Portales, 2021)

 

 

Marino Muñoz Agüero

 

 

Imagen destacada: Gonzalo Contreras Fuentes.