La escritora danesa Anne Lise Marstrand-Jørgensen efectúa en esta obra un intento de biografía novelada acerca de la santa de origen germano (Lumen, 2022) y la cual logra con su talento y estilo literario trasladarnos de lleno al contexto del siglo XII, en lo que hoy es Alemania.
Por Alfonso Matus Santa Cruz
Publicado el 17.2.2022
La vanagloria del autor sobre la obra de arte que sale de sus manos o cabeza es un alegato reciente, un síntoma del narcisismo cultural en que se sumió Occidente tras la Ilustración. Antes las obras eran dones de Dios, para quienes creían en uno de sus rostros, o una forma de expresión que rebasaba al individuo, aboliendo sus ilusorias fronteras.
La mística siempre ha sido un recordatorio de este tipo de experiencia, en la cual los nombres propios se diluyen ante una fuerza creativa irrefrenable. Las visiones son el idioma a través del cual se manifiesta ese idioma, que desde la perspectiva de la psicología profunda moderna se puede atribuir al sustrato arquetípico de la conciencia colectiva.
No es baladí que muchas de esas visiones se hayan visto envueltas en la sospecha de los organismos religiosos y, luego, en los criterios normalizadores de la sociedad moderna, que las redujo a patologías, sin distinguir las agujas del pajar. No todo es lo que parece, ni lo que parece es lo que es.
Hablar mediante cantos a quienes desconocen las notaciones musicales o apenas balbucean en la lengua común no es una ayuda. Pero a veces la pureza de un testimonio visionario, su capacidad de irradiar y arrobar a los oyentes o lectores, ha roto las represas con que se pretendía refrenarlo o desestimarlo.
Hildegarda de Bingen (1098 – 1179) fue una de esas místicas curiosas y poco comunes de las que sabemos casi exclusivamente mediante su obra. Monja benedictina, nació en una familia acomodada de Renania y desde niña sufrió de fiebres y enfermedades que amenazaron su vida.
Pese a su delicada salud vivió una larga vida e ingresó desde pequeña al monasterio de Disibodenberg. De su vida se sabe poco, pero sus cantos y obras literarias, en que transcribe sus visiones, acompañadas de hermosos grabados, han perdurado casi un milenio a esta altura.
Esta riqueza creadora, acompañada a las periódicas enfermedades, es lo que se propuso narrar la escritora dinamarquesa Anne Lise Marstrand-Jørgensen, en un intento de biografía novelada, titulada Hildegarda y editada por Lumen, que logra trasladarnos de lleno al contexto del siglo XII, en lo que hoy es Alemania.
Esta obra comienza en el nacimiento de Hildegarda, hacia 1098, y la acompaña hasta sus últimos años, en la polémica porque sus escritos fueran aceptados por la Iglesia.
El temor de Dios
La presencia atosigante del pecado, la crueldad masculina, la vívida humedad y el verdor oscuro de los bosques, las fiebres constantes y los embates entre la duda y el éxtasis místico, son narrados con gran detalle y oficio literario.
Es difícil imaginar cómo se vivía el temor de Dios en carne propia si no practicamos el ejercicio de la imaginación tratando de desembarazarnos de nuestro escepticismo postmoderno, pero gracias a la prosa límpida y contundente de Marstrand-Jørgensen se nos hace mucho más fácil.
La cruda disciplina de la vida monacal se nos describe hasta en sus menores pormenores. La protectora de Hildegarda, Jutta, que era apenas una muchacha cuando ingresó junto a Hildegarda, pasa su vida enclaustrada en una celda como un eremita inflexible. Hildegarda habla con ella a través de una pequeña contraventana.
La vemos crecer y ver como poco a poco sus visiones van abriéndose paso, muy lentamente, dejando el secretismo entre las dos, para pasar a oídos de Volmar, monje y médico quien se transforma en la otra mano derecha de Hildegarda.
Si bien Hildegarda es la protagonista de la novela, las relaciones con estos dos personajes son cardinales en sus fluctuaciones anímicas y en el ritmo y derrotero de la obra. Hildegarda es confidente de Dios, pero necesita que alguien más escuche y vea lo que ella ve. La lucha por distinguir si esa necesidad es obra de la vanidad o la piedad y la obediencia a Dios es el tema central de sus debates interiores.
El poder de sus visiones, desplegado en sus obras Scivias y El libro de las obras divinas, rocía alguno de los pasajes de la novela, como el siguiente, en que una visión la sacude hasta lo más íntimo, uniéndola a la naturaleza:
«Hildegarda no puede moverse, toda la energía de su cuerpo se concentra en la frente. Tiene los ojos abiertos, no duerme. Es el cielo lo que ve. No, es algo todavía más grande: es el modo en que todo está relacionado. Es la fuerza llena de fuego, es el amor de Dios, es el río, que fluye tranquilamente, que propulsa a Hildegarda hacia una orilla cubierta de hierba, refleja las nubes, su rostro, las pupilas, el destello de luz en sus pupilas, siempre más y más adentro en la corriente que fluye a través de la eternidad de su alma hasta el espacio celeste. Igual que el corazón está escondido en el cuerpo, el cuerpo se esconde en el alma, y el alma encuentra al aire, que encuentra al cielo, que se extiende hasta el límite más exterior del mundo».
Hildegarda no habla por sí misma. Sus obras son tan variadas que algunos la comparan a los polímatas del Renacimiento. Cantos, poesías, herbolaría y medicina, todo parece hacerlo bien, con compasión y sabiduría.
Su don visionario, pese a toda su efusividad, parece ir continuamente acompañado de coletazos que la parten en dos, fiebre u otras dolencias. En ese sentido recuerda a la enfermedad sagrada que los helenos atribuían a los místicos de su tiempo. También evoca los ataques epilépticos que sufría Dostoievski después de segundos extáticos, en que parecía estar accediendo a la belleza divina.
Para quienes quieran explorar su vida o verse transportados a las vivencias del medioevo, a la experiencia femenina en un monasterio que era inicialmente exclusivo para hombres, esta obra es una gran inmersión.
También los invito a escuchar la maravillosa música de Hildegarda, a la que se puede acceder en YouTube y a la película que hicieron inspirándose en su vida, llamada Vision.
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Alfonso Matus Santa Cruz (1995) es un poeta y escritor autodidacta, que después de egresar de la Scuola Italiana Vittorio Montiglio de Santiago incursionó en las carreras de sociología y de filosofía en la Universidad de Chile, para luego viajar por el cono sur desempeñando diversos oficios, entre los cuales destacan el de garzón, barista y brigadista forestal.
Actualmente reside en la ciudad Punta Arenas, y acaba de publicar su primer poemario, titulado Tallar silencios (Notebook poiesis, 2021). Asimismo, es redactor permanente del Diario Cine y Literatura.
Imagen destacada: Representación de Hildegarda en la marquesina del coro de la iglesia de Sainte-Foy, Sélestat, Alsacia.